Política

“¡Que viva México!”

Todo el mundo está atacado con “¡Que viva México!”, lo cual demuestra el talento de Luis Estrada.

¿Por qué? Porque a nadie le gusta que le digan sus verdades y esta película no sólo nos las dice, nos las restriega en la cara.

Eso, hoy, cuando todo el mundo trabaja de hipersensible, de activista social y hasta de defensor de la patria es un acto de valentía admirable, supremo, lo mejor que le pudo haber pasado a este país.

Ya urgía que alguien nos pusiera en nuestro lugar sin importar partidos políticos, religiones ni orientaciones sexuales.

“¡Que viva México!” es un filme tan, tan, pero tan incómodo que hasta dura muchísimo para que duelan las nalgas, para que recordemos que a las películas extranjeras les permitimos mil veces eso y más, para que perdamos la cordura exactamente igual que sus personajes.

En el muy remoto caso de que usted no sepa nada de esto, de que se la hayan contado mal o de que no la haya visto, déjeme lo pongo en antecedentes.

Luis Estrada es el diablo. ¿Y cuál es el símbolo del diablo? El pentagrama. “¡Qué viva México!” es la última punta que faltaba para completar el pentagrama social de este genio de la cinematografía nacional.

Ya teníamos “La ley de Herodes”, “Un mundo maravilloso”, “El infierno” y “La dictadura perfecta”.

¿Qué faltaba? “¡Qué viva México!” que, a diferencia de las otras, no va por un partido político, va por todo México y, peor tantito, partiendo de lo más sagrado que tenemos: nuestras familias.

No le voy a dar detalles para no arruinarle la experiencia pero esto es comedia entendiendo el género como lo entendían los griegos: un todos contra todos para que el final las audiencias terminen desinhibidas, liberadas, desahogadas en una suerte como de “roast” pero colectivo.

Y si a los mexicanos nos ofende ver los “roast” de los comediantes, imagínese lo que sucede con una película que “rostiza” a nuestras “madrecitas santas”, a nuestros “bonitos sacerdotes” y hasta a nuestros “socios comerciales”.

Aquí, es como en “Lisístrata”, como en “Tesmoforiantes”, como en “Las avispas”. Es criticar cosas que, de tan obvias, se habían vuelto intocables.

Y sí, el público se ríe mucho. Primero, en franca pachanga. Después, de nervios. Y al final, de horror. Es como ir a una de esas fiestas que duran varios días, que inician con la gente muy fina baile y baile y que acaban con todos perdidos más allá de la borrachera, encuerados y vomitados.

Ojo: sí es una cinta muy bien escrita, muy bien pensada y muy bien hecha.

Si usted es amante del cine mexicano, flotará de placer encontrando referencias a películas que ni se imagina como “Los olvidados”, “Mecánica nacional” y “El lugar sin límites”.

“¡Que viva México!” termina lo que Serguei Eisenstein dejó inconcluso hace casi 100 años.

Es una suerte de enciclopedia de la mexicanidad, pero una enciclopedia negra, una enciclopedia que duele y más porque nuestro mecanismo de defensa favorito como sociedad es el patrioterismo.

“¡Que viva México!” es la obra maestra de Luis Estrada. Punto. Se nota el dominio. Se nota el coraje. Se notan las ganas de ir más allá hasta en la parte cinematográfica.

Para que entienda, si ya habíamos tenido películas nacionales con un actor haciendo tres personajes como en “Los tres huastecos”, ¿por qué no tener a dos haciendo lo mismo?

En este filme tenemos a Damián Alcázar dándole vida a tres personajes. Pero también a Joaquín Cosío. Tres por un lado. Tres por el otro. Más lo de Salvador Sánchez. ¿Cuándo había visto usted eso?

No me quiero ni imaginar las complejidades técnicas. No me quiero ni poner a pensar en las complejidades a nivel interpretación.

No por nada AMLO dice que Damián es el mejor actor del mundo. Y Joaquín no canta mal las rancheras. ¡Qué barbaridad!

Como qué barbaridad Alfonso Herrera, Ana de la Reguera, Ana Martín, Zaide Silvia Gutiérrez, Angelina Peláez, Cuauhtli Jiménez Luis Fernando Peña, José Sefami, Silverio Palacios, Leticia Huijara, Adriana Louvier y los demás.

Les ofrezco una muy sincera disculpa a todos ellos y a los que no alcanzo a mencionar, pero es que, por razones de espacio, yo necesitaría muchas páginas más para irme deteniendo actriz por actriz, actor por actor, interpretación por interpretación.

La verdad es que sí estamos antes algo muy grande, que confronta, que vulnera, pero que al mismo tiempo nos ofrece la oportunidad de entender, de madurar.

Es terapia pánica. Es “¡Que viva México!” de Luis Estrada. Luche por verla. Le va a molestar. De eso se trata. ¡Gracias! ¡Nos hacía falta! ¿A poco no?

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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