Estoy tratando de asimilar todas las emociones que viví ayer en las marchas del orgullo LGBT de la Ciudad de México y no puedo.
Son demasiadas emociones, especialmente para un hombre como yo que nació cuando esto era una enfermedad mental, que creció con el SIDA y que todo el tiempo fue discriminado, censurado, amenazado.
¿Por qué hablo de marchas, así, en plural? Porque esto es tan rico, tan libre y tan diverso que cada persona, que cada grupo, marchó como quiso, por lo que quiso.
Desde los padres fundadores de este enorme movimiento hasta los empresarios que convocaron a diferentes estrellas del espectáculo para hacer dinero pasando por el importantísimo mensaje de Clara Brugada y agrupaciones de la sociedad civil hablando de asesinatos, desapariciones y discursos de odio.
A esto súmele la presencia de personas con discapacidad, de instancias que hacen inmensas labores sociales, de las manifestaciones artísticas, de las representaciones de los estados, de los sindicatos y los carros alegóricos.
Había familias, contingentes trans y no binaries, muchos grupos estudiantiles, drags, cualquier cantidad de organizaciones políticas, empresas, medios de comunicación, redes sociales, comunidades como los osos y los leathers, y gente, gente que fue sola.
Estamos hablando de más de un cuarto de millón de personas abarcando un espacio geográfico que iba desde las rejas de Chapultepec hasta el mismísimo Zócalo.
No, no es un problema que sean muchas marchas. Es el reflejo de una realidad, la demostración de que somos muchas, mucho y muches. Todos diversos, todos libres.
Y tan válido es reclamar por injusticias como coronar a Lucía Méndez y ponerse a bailar cumbias. Y tan bueno es hacer una promesa política como cerrar los mejores negocios con las más poderosas marcas.
¿Qué es lo que nos une? El amor. Todas, todos y todes por aquí hemos conocido el odio, el miedo y el dolor.
Vamos a este evento porque amamos. Nos amamos. Amamos a los nuestros. Queremos amar. Pero queremos amar como todos. Con los mismos derechos. Sin que nos persigan. Sin que nos limiten.
Todos este mes hemos escuchado historias LGBT en todas las redes, en todos los medios.
¿Cuál es el problema? La reacción de muchas personas que no están de acuerdo, que comparten mensajes de odio y que dicen barbaridad y media.
¿Y? ¿Se vale estar en desacuerdo, no? No. Se vale que usted esté en desacuerdo con el resultado de una elección, con lo que sucedió en un partido de futbol o en una serie.
Pero no se vale que usted esté en desacuerdo cuando hablamos de derechos humanos. Eso es odio. El odio no es una opción. No es parte de la democracia. No es libertad de expresión.
¿Qué debe de hacer usted si siente odio? Atenderse, ponerse en manos de los expertos. Es por su bien.
Mientras siga existiendo todo este odio seguirá habiendo marchas del orgullos LGBT cada vez más multitudinarias, en espacios de tiempo cada vez más grandes.
Esto comenzó como algo muy pequeño, que apenas y duró un par de horas, hace 46 años.
Ahora tenemos uno de los eventos LGBT más inabarcables de todo el mundo y un mes completo del orgullo.
¿Qué sigue? ¿Qué tiene que seguir para que todas, todos y todes seamos iguales?
Fueron grandes marchas las de ayer. Hemos cambiado mucho. Hemos ganado mucho, pero todavía falta. ¡Vamos por más!