
No sé si sentir felicidad, rabia o qué. Le explico: México vive una de las peores crisis de periodismo de espectáculos de todos los tiempos.
Estamos tan mal que en las universidades este tema no se toca. Se le considera mierda, algo que no se le desea a nadie.
Y no, no es discriminación. Cuando uno pone estos contenidos, comenzando por los influencers, se quiere morir de la vergüenza.
No sólo no ha habido un relevo generacional en los medios tradicionales desde los años 90, vamos de la mentira a conductores que no preparan nada, de la promoción del odio a la ausencia de ética. ¡Todo mal!
Mi última esperanza era un joven que estaba en Radio Fórmula llamado Pei Garza. Yo lo oía y estaba convencido de que era la nueva Maxine Woodside, la nueva Pati Chapoy.
Y es que no sólo dominaba la materia y daba señales de liderazgo, tenía eso que sólo han tenido los grandes como Alfredo Palacios: conexión con el pueblo.
Pei tenía un programa en las mañanas titulado “¡Qué Pei!” Le tengo dos noticias: una buena y otra mala.
La buena es que cancelaron “¡Qué Pei!” para darle un nuevo programa al señor Garza. Esto se llama “Ya salió el PEIne” y comenzó el lunes pasado.
La mala es que no hay manera de verlo. No sé usted pero yo, que creo en este periodista, lo busco en Telefórmula, en el portal, en YouTube y no lo encuentro.
Es más, ni siquiera sé con claridad a qué horas sale. Sé que es como un “late night” porque así lo describen. Lo estoy consumiendo como podcast.
¿Ahora entiende por qué le digo que no sé si sentir felicidad, rabia o qué?
Se supone que se trata de un ascenso, pero parece castigo y no es por nada, pero los invitados de Pei son los mejores y la combinación con psicólogos, astrólogos y todo eso es particularmente afortunada.
Volvemos a lo mismo: Pei no hace su trabajo como si se hubiera quedado atrapado en los 90, hace esto como se tiene que hacer hoy y, lo más positivo de todo, como se tiene que hacer hoy para el pueblo más humilde, numeroso e importante de toda nuestra nación.
¿Qué se hace en estos casos? ¿Fiesta? ¿Queja? Hágame un favor: escuche uno, sólo uno de los capítulos de “Ya salió el PEIne” y dígame si no es una gran alternativa frente a la crisis de periodismo de espectáculos que estamos padeciendo. ¡Gracias!
¿QUIEREN MONÓLOGO?
Luis Arrieta es un actor que admiro mucho. Lo he visto triunfar lo mismo en series como “Paramédicos” que en películas como “La boda de la abuela” y ni hablemos de lo que ha hecho en teatro como “Finlandia” porque entonces sí no acabamos.
En cuanto me enteré de que iba a montar un monólogo en el Teatro Milán, moví todo para ir a verlo y no sé cómo, pero lo conseguí. Lo que no sabía era la magnitud de espectáculo que iba a presenciar.
Esto se llama “Hombre” y por el póster, yo me imaginaba algo así como el “show” de comedia de un señor que trabaja en una empresa de mensajería.
¡Para nada! Sin demeritar ni a los comediantes ni a los trabajadores de las empresas de mensajería, esto está buenísimo y representa un parteaguas en la cartelera teatral mexicana.
¿Por qué? Porque no es común que los hombres heterosexuales abran su corazón y Luis no sólo lo abre, nos lo entrega.
Qué nuevas masculinidades ni qué nuevas masculinidades. Se lo estoy escribiendo desde ahora para que lo planee bien.
Ir a ver “Hombre” es una obligación tan indiscutible como ir a ver “Defendiendo al cavernícola”, su potencial es inmenso y, lo más maravilloso de todo, es un monólogo mexicano. Lo escribió el mismísimo Luis Arrieta.
Cuando lo estaba viendo en el escenario pensaba: “¡Qué afortunado soy! Estoy viendo un espectáculo que va a trascender actuado por el hombre que lo creo, por el hombre que lo vivió.
Después, esto lo interpretarán otras figuras, de otras generaciones, en otros países. Se hará la película. ¡Gracias, Dios!”
Cada paso de baile que Luis se avienta en escena es mucho más que un paso de baile. Es un acto de liberación, de amor. Y cuando uno llega a las imágenes finales sí siente algo en el alma.
Le suplico que no lea la sinopsis en ninguna parte porque, en buena onda, ni se acercan a lo que en realidad pasa aquí.
Obvio, no le voy a vender trama. Sólo le diré que no me equivoqué. Luis es de lo mejor que existe en su generación y este monólogo, en las manos adecuadas, se podría convertir en ese clásico masculino del teatro mexicano que tanta falta nos estaba haciendo.
Luche con todas sus fuerzas por verlo. Se presenta los martes, sólo los martes, durante una cortísima temporada, en el Teatro Milán. ¡Felicidades!