Espectáculos

‘Chicago, el musical’

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Por qué soy periodista de espectáculos si me iría mil veces mejor escribiendo de política, de economía o de cualquier otra cosa? Porque los espectáculos no son una ciencia exacta. Aquí hay magia, misterio, situaciones muy difíciles de explicar y que son tan importantes o más que la política, la economía o que lo que pasa en cualquier otra fuente.

¿A qué viene al caso que le escriba esto? A algo que viví la noche del miércoles pasado que removió lo más profundo de mi vocación: el estreno de Chicago, el musical en el Teatro Telcel de Ciudad de México. Hay algo ahí que es superior a cualquier idea. No sé en qué consista, pero desde que el público va llegando se va contagiando de una euforia preciosa.

Todos los problemas desaparecen. El cansancio se evapora. El mal humor deja de existir. Y la gente comienza, en automático, a tararear, a bailar y hasta a disfrazarse. Chicago, este Chicago, no es un musical más de la cartelera, una franquicia lujosa o un show a la altura de los mejores del mundo.

Es volver a casa, porque todos los que amamos este tipo de teatro la hemos visto 18 mil veces, nos sabemos las canciones de memoria y si no, vimos la película y la atesoramos con mucho cuidado. ¿Pero quiere que le diga qué es lo más fantástico? Que las personas que no saben nada de esta experiencia también llegan con una actitud híperpositiva.

Como que detectan algo en el ambiente, en la decoración o vaya a saber usted en qué, pero a medida que la van mirando no la viven como si la estuvieran descubriendo, la viven como si la estuvieran reconociendo. Debe ser porque, con la realidad en la que estamos, esta historia está más vigente que nunca. Debe ser, insisto, por la magia del espectáculo, por este milagro prodigioso que solo ocurre cuando se reúnen los más grandes talentos de la producción, la dirección, la música, la actuación y todas las áreas que participan en la creación de una fiesta temática tan divina como ésta.

Ocesa, Julieta González, Morris Gilbert y Barry y Fran Weissler son unos genios, porque le atinaron a un título que México tenía que volver a ver, que tenía que volver a ver así y porque se rodearon de los más inmensos artistas que usted se pueda imaginar para garantizar la felicidad de las audiencias. Biby Gaytán es una diosa. Punto. No hay manera de que la vea y no la ame. La señora está como para ovacionarla de pie. Qué manera de bailar, de cantar. Qué manera de robarse el reflector.

María León es la revelación del año. No doy crédito de la forma como, cantando y bailando, puede ir de lo inocente a lo perverso. Usted tiene que verla para creerla. Lo reto a que no la adore. Michelle Rodríguez está como para comérsela a besos. Todos sabemos que ella es una de las mejores comediantes de este país. Bueno, aquí, maneja tonos que jamás había manejado y los domina todos. ¡Fabulosa!

Alma Cero es un hallazgo desde todas las perspectivas. ¿Y qué me dice de Pedro Moreno, de Pepe Navarrete y R. Plascencia, por mencionar solo a unos cuantos talentos más?

Chicago es un musical que nadie se debe perder, porque pocas veces en la vida uno puede volver a casa, porque pocas veces, como aquí, uno puede sentir la magia, la euforia. ¡Felicidades!

alvaro.cueva@milenio.com

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Álvaro Cueva
  • Álvaro Cueva
  • alvaromilenio5@gmail.com
  • Es el crítico de televisión más respetado de México. Habita en el multiverso de la comunicación donde escribe, conduce, entrevista, da clases y conferencias desde 1987. publica de lunes a viernes su columna El pozo de los deseos reprimidos.
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