Pendientes, notificaciones y exigencias, el verdadero reto no es hacer más, sino recuperar el sentido de lo que hacemos. Esa es la premisa que me inspira tras leer La felicidad en el trabajo de Marie Kondo y Scott Sonenshein, una obra que lleva el arte del orden más allá de los cajones y los escritorios, hacia los espacios mentales y emocionales donde realmente se define nuestra forma de liderar.
Marie Kondo, conocida por transformar hogares con su método KonMari, propone ahora transformar el entorno laboral desde una idea sencilla, quedarnos solo con lo que genera alegría y sentido. Puede sonar romántico, pero detrás de esa aparente simplicidad hay una fuerte invitación a revisar nuestras prioridades. Ordenar no es solo limpiar. Es elegir conscientemente qué conservar, qué soltar y hacia dónde dirigir nuestra energía.
Sonenshein, coautor del libro, complementa esta visión con la mirada organizacional. Explica cómo el desorden físico o mental se convierte en un obstáculo invisible para la creatividad, la claridad y el bienestar. En su análisis, un entorno saturado no solo nos resta eficiencia, sino que nos desconecta de la motivación y del propósito que dan sentido al trabajo.
Cuando trasladamos esta reflexión al liderazgo, descubrimos una verdad. Liderar también es ordenar. Es hacer espacio para que las ideas fluyan, las personas brillen y los equipos encuentren coherencia entre lo que hacen y lo que son. Un líder que vive en el caos transmite prisa, confusión y estrés, en cambio, quien lidera desde el orden y la serenidad genera confianza, foco y equilibrio.
Se trata de tener escritorios impecables, sino de organizar nuestra mente, nuestras relaciones y nuestras prioridades con sentido humano. La felicidad en el trabajo no llega con la ausencia de tareas, sino con la presencia de propósito.
La felicidad en el trabajo no es un manual de productividad, sino una guía de introspección profesional. Nos invita a preguntarnos qué queremos conservar en nuestra vida laboral y qué debemos dejar ir para avanzar.
Quizá el liderazgo del futuro no esté en controlar más, sino en soltar con sabiduría, en simplificar para escuchar mejor y en encontrar alegría en aquello que hacemos cada día.