El esquema delincuencial del Partido Verde se comentó alguna vez aquí, hace años, comparándolo con el sistema que rige a las aseguradoras, es decir, “win win”, ganas porque ganas. La estructura se mueve para obtener recursos como sea, de donde sea, que invierte de formas legal e ilegal, no importa, en busca de obtener el voto suficiente no para mantener el registro, sino para colocarse como una minoría que vende caro su amor, aventurero.
Una vez obtenido el resultado programado, unos sufragios más, unos sufragios menos, pasa a revisión de las instancias electorales que, ya es costumbre, hallan múltiples irregularidades de los verdes, pero es un daño previsto, un riesgo calculado, por lo que abren la cartera y pagan la multa, no sin una fingida consternación, una vez que el beneficio es tan jugoso que alcanza hasta para repartir a ciertos hermanos con aspiraciones a estrellas del video.
Aquí entra la maquinaria de abogados, porque a diferencia digamos de un conductor de vehículo que infringe el reglamento de tránsito más de una vez, con pérdida de puntos hasta el límite de poner en riesgo la licencia correspondiente, o un hampón reincidente, contra quien se considerará como agravante que ya era una fichita para dictarle una sentencia, con los verdes no pasa nada. Simplemente cubren su multa y comienzan nuevo juego desde cero.
Nadie como los verdes para sacar provecho a esas lagunas de la ley, a esas rendijas en el entramado regulatorio comicial que hacen posible que se impongan multas millonarias a una influencer como Mariana Rodríguez, por la innegable campaña que hizo desde las redes sociales por su esposo, Samuel García, gobernador electo de Nuevo León, pero nada castigan en específico sobre la reincidencia de los seudoambientalistas.
La democracia mexicana y la defensa de que es cara porque sus fines lo valen permiten que el Estado financie a un partido rufián, lo recompense en cada elección mientras siga obteniendo más de 3 por ciento de votación, convalide sus cambios de aliados dependiendo de la coyuntura y consienta sus trapacerías poniéndole multitas de risa a los pillos que aseguran la sobrevivencia y hasta les alcanza para maicear a algunos esquivos habitantes del gallinero.
Negocio redondo.
@acvilleda
