Para Claudia Rincón
Este fin de semana los amantes del tenis fuimos testigos de dos hechos irrefutables: el primero, la enorme superioridad de Rafael Nadal por encima de cualquier rival; segundo, lo que puede pesar la falta de experiencia en una semifinal como fue el caso de Renata Zarazúa. Vayamos por partes.
Cuando Rafael Nadal juega a su máximo nivel solo un hombre es capaz de vencerlo en el mundo y ese tenista no estaba en Acapulco: Novak Djokovic. Partido tras partido el español dejó claro que este torneo iba a ser suyo. Inclusive Dimitrov en la semifinal jugó un gran tenis, rayando en la perfección, y ni así pudo hacerle más de tres juegos en un set a Nadal. (En todo el torneo solo un jugador le pudo hacer más de tres juegos en un parcial: Kecmanovic).
De esta forma, Nadal ganando en Acapulco y Djokovic en Dubái, el mundo del tenis tendrá un 2020 muy parecido al 2019 cuando entre estos dos monstruos se repartieron los cuatro Grand Slam. Thiem, Tsitsipas, Zverev, Medvedev, seguirán acortando la brecha, pero ésta aún existe y se va a mantener en todo el 2020.
Lo que sí sigue siendo un dato extraordinario es que a pesar del enorme nivel mostrado por Nadal en este Acapulco, viniendo de ganar el US Open 2019 y Cincinnati como Master 1000 en 2019, el español no le puede ganar a Djokovic en cancha dura desde el 2013, acumula 19 sets seguidos perdidos contra el serbio y solo en uno le ha podido hacer más de cuatro juegos.
Por lo que hace a Renata Zarazúa, como mexicanos debemos quedarnos con el enorme torneo realizado por esta tenista que viniendo de ser la 270 del mundo se coló a semifinales. Sin embargo, creo que difícilmente volverá a tener una oportunidad como la que tuvo el viernes en su semifinal, ya que su rival era apenas una adolescente de 17 años que venía de la ronda de calificación.
Algunas voces señalan que no la debieron cambiar del GrandStand, que ella misma pidió seguir en esa cancha. Pero el deporte profesional no es de caprichos. Al concluir su partido de cuartos de final Zarazúa modificó su rutina al irse a ver el partido de Nadal en el palco del tenista español. Ya en un estadio casi lleno, la mexicana se perdió por completo.
Recuerdo en el Clásico Mundial de Beisbol de 2017 cuando en un partido entre México e Italia, la novena mexicana iba ganando nueve carreras a cinco. Sergio Romo, que tenía un mes viviendo en Guadalajara, había sacado la octava entrada al hilo con tres bateadores. Nuestro buen amigo Édgar González se fue por el librito y metió al cerrador Roberto Osuna, quien venía recién desempacado de Toronto.
A Osuna lo sacaron a palos, no pudo sacar ni un out, y México quedó eliminado. Cabe señalar que Roberto Osuna, hoy cerrador de los Astros de Houston, venía de ser el pitcher más joven en la historia de las Grandes Ligas en llegar a 100 salvamentos. Algún conocedor de ahí nos dijo: “Osuna no conocía la trayectoria del viento, ni la iluminación, ni la altura de la ciudad. No bastaba con ser el mejor cerrador de la liga. Había que aclimatarse y entrenar en ese mismo estadio”.
Si eso le pasó a un cerrador como Roberto Osuna, que no le pasara a Renata Zarazúa, quien podría asegurar que jamás había pisado la cancha del estadio de noche hasta el día de su semifinal. Cierto, varios dirán que la canadiense tampoco conocía la cancha, pero esta última no tenía la presión de un estadio repleto queriendo verla ganar cada punto.
Y si no, recordemos a Liu Xang, aquel plusmarquista chino de los 110 metros con vallas cuando en los Juegos Olímpicos de Pekín 2008, después de ser el campeón olímpico vigente de Atenas 2004, ante la expectativa de mil millones de chinos se rompió delante de sus compatriotas y no pudo competir por el oro. Ni modo, así es el deporte.