Nos encontramos en medio de un proceso electoral inédito y no sólo en Hidalgo, sino en la historia reciente electoral mexicana.
Sin embargo, hay cosas que lamentablemente no cambian como es la ausencia de democracia interna partidaria.
Sin duda lloverán las impugnaciones debido a que los registros de candidaturas se hicieron sin contar con el apoyo y aval de quienes integran los partidos políticos, y me refiero a la militancia.
Por lo que ninguna candidata o candidato que se haya registrado se puede considerar legítimo.
Por el contrario, tendrán en muy poco tiempo (40 días) para ganarse la confianza y credibilidad de su propia militancia y después de la ciudadanía.
Hay que mencionar que pasaron cerca de 135 días desde que se puso pausa al proceso electoral (del 1 de abril al 14 de agosto).
Aún así, los partidos no lograron los acuerdos y consensos necesarios para realizar sus registros sin prisas y con plena transparencia.
Y ojo, no me refiero a los pactos entre las y los aspirantes.
Por el contrario un consenso (de acuerdo a la teoría política), es la existencia de acuerdos entre los miembros de una unidad social (militancia) a partir de sus principios, valores y normas establecidas.
En otras palabras, significa la existencia de acuerdos ampliamente compartidos por los miembros o integrantes del grupo social (o comunidad).
En este caso, las imposiciones, designaciones y todos los arreglos de los cuales las militancias no formaron parte, por definición no cuentan con legitimidad.
Porque, para que se le reconozca como legítimo (a un gobierno y/o aspirante a serlo), debe emanar del consenso social, y en este caso, no ha sido así.
Si bien aún falta esperar que el Instituto Estatal Electoral de Hidalgo (IEEH) apruebe el próximo viernes 4 de septiembre las candidaturas inscritas, lo cierto es que en la entidad las elecciones parten ya con un déficit democrático.
Twitter: @alfreduam
