El próximo viernes 4 de abril, a las 7 de la noche, en la Salvador Toscano del INAH (junto a San Francisco), en Pachuca, Ilallalí Hernández presentará su primera novela, Lecciones de gramática para escribir una nota suicida, publicada el año pasado en Salto de página.
Mientras escribo las notas para la presentación, en la que participaré junto a Lourdes Parga y Daniel Fragoso, me encuentro una frase que reproduzco en forma de pregunta: ¿por qué para comunicar la muerte tenemos que alejarnos de ella? Advierto que esto no es una reseña, pero esa es la pregunta que la protagonista se hace tras la repentina muerte de sus padres, cuando escucha una conversación en la que ninguna de las involucradas se atreve a decir que el aludido murió, que se suicidó. “Falleció por su propia mano”, dicen, y ella piensa en que algo falta en esa frase. “Morir no da vergüenza”, quiere gritarles antes de ser interrumpida por un mensaje de su arrogante novio.
Pienso, entonces, en los eufemismos con que nos enseñan a tratar las espinas de la realidad, en las palabras que utilizamos para suavizar la muerte; o mantenerla a raya, no sé. Como si nombrándola la invocáramos o nos condenáramos tempranamente a su destino. Supongo que pienso en eso porque para mí las palabras importan. Dice José Antonio Marina que las palabras no importarían tanto de no ser porque son caminos que nos conducen a la realidad. Algo así. Y entonces pienso en el hecho de que, en nuestra comunicación cotidiana mediada por algoritmos y una sutil censura disfrazada de protección de nosotros mismos, hemos encontrado el modo de cambiar el suicidio por palabras e ideas tan pobres y tristemente vacías como “automorición”.
¿Qué camino hacia qué realidad hemos perdido con ese gesto que, lejos de protegernos de nosotros mismos, trivializa lo terrible del suicidio? Supongo que, en una realidad en la que el acceso a la salud mental es un privilegio, y en la que el suicidio (y otras enfermedades mentales) cada vez se entiende menos como un problema personal o una desviación subjetiva y se empiezan a considerar sus dimensiones económica y social relacionadas con la precarización y la incertidumbre, el prohibir nombrar el suicidio resulta en beneficio puro para quienes son responsables de esas condiciones en el capitalismo tardío.
Escribir y pensar sin miedo a nombrar. Qué desafío. Vayan a la presentación. No hablaré de estas cosas. Hablaremos de literatura y del librazo que escribió Ilallalí.