El mes pasado, junio de 2025, en Pachuca se volvió inolvidable por dos cosas: las torrenciales lluvias que trajeron inundaciones y la viralización de tristes y terribles escenas de ira al volante protagonizadas, claro, por hombres. Junio fue, también, el mes de la Salud Mental Masculina, asuntó que pasó completamente desapercibido.
De lo primero no hay mucho que decir. Supongo que hay algo que como humanidad estamos pagando resultado de la explotación inconsciente de los recursos naturales en pos del consumo rápido y cada vez más grande de mercancías y, en el caso particular de nuestra ciudad, de la voracidad de constructoras que levantaron fraccionamientos para satisfacer la demanda de vivienda de una CDMX cada vez más invivible e impagable para el trabajador promedio.
Acerca de lo segundo, supongo que es más que un síntoma de la violencia generalizada que experimentamos… supongo que también puede entenderse como una alarma sobre la salud mental y la necesidad de, primero, generar conciencia sobre el estrés y la importancia del manejo de la ira… y, segundo, la urgencia del acceso gratuito a tratamientos efectivos de salud mental. Las instituciones públicas no se dan abasto, a pesar de que al año egresan más psicólogos que ingenieros. La salud mental es prohibitiva para el trabajador promedio, que está prácticamente condenado al diván de la autoayuda digital (si es que reconoce en su conducta un problema). En el horizonte, pareciera que la única solución es que se abran consultorios Similares para atender crisis a un precio razonable y accesible. Parece broma, pero pareciera que la esperanza está en la empresa de salud comandada por una botarga danzante.
Y, bueno, supongo que todo esto también trata sobre la urgencia de arreglar las calles de esta ciudad en la que es imposible circular 200 metros sin caer en un bache y hacer, inevitablemente, un coraje.