Ya varios analistas y columnistas han apuntado las diferencias entre la 4T y el obradorismo: la primera parecer ser, como apunta Eduardo González en su Intelecto Opuesto, más una cuestión de cercanía con el poder, mientras que el obradorismo se ha convertido en un estilo de filosofía: un modo-de-estar-en-el-mundo relacionado con la congruencia-no mentir, no robar, no engañar al pueblo– y con el desprendimiento del interés personal en pos del bien común. Digamos que la 4T se convirtió en un discurso bien articulado y justificado desde la historia –y por lo tanto replicable lingüística y simbólicamente–, mientras que el obradorismo se mantuvo como una guía para regir la vida pública no solo de actores políticos, sino también de esa sombra vaporosa que entendemos como “pueblo”. Es decir: la 4T la hacen “los políticos” (según), mientras que el obradorismo parece que se ha convertido en la ejecución práctica y cotidiana de ese ideal de nación que, al menos desde su discurso, guió a AMLO en su camino al poder.
Supongo que, en el ocaso del sexenio, la idea del obradorismo como filosofía y no como simple ideología, será fundamental para quienes ahora ostentan el poder, pues francamente dudo que el pueblo vaya a colgar en las paredes de sus casas fotografías de los herederos de la 4T. Si es cierto que AMLO se mantendrá públicamente al margen de la política nacional, al efecto de la “santificación” y “descorruptización” por contacto le resta muy poco tiempo de efectividad mediática, y a los herederos no les quedará de otra más que mitificar su imagen y discurso, cuidando que su filosofía (honesta y bienintencionada, según recuerda el joven y rebelde Alfonso del 2006) no se convierta en un despilfarro ideológico que atiborre las bocas de quienes hace apenas 18 años condenaban el platón en Reforma y ahora, apóstoles del erario, aparecen con sus cuatro deditos en toda fotografía que suben a redes sociales. Comprendo que así es la política, pero hay principios…
Supongo que la cuestión es interesante, pues entonces, eso que entendemos como “obradorismo” podría servirnos –a nosotros: simples observadores de la fiesta del poder– para comprender lo que se viene y actuar en consecuencia… si es que hubiera utilidad en eso. No perdamos la esperanza.