Política

Posicionamiento político-pedagógico de los docentes

  • Apuntes pedagógicos
  • Posicionamiento político-pedagógico de los docentes
  • Alfonso Torres Hernández

Los docentes debemos tener un papel protagónico en la construcción de la política educativa para los próximos años. En la transición política que se vive actualmente debe emerger la voz del maestro con fuerza y conocimiento, evidenciando la realidad cotidiana con sus problemáticas, sus carencias, sus necesidades pero también definiendo los caminos, las estrategias, las propuestas posibles. Los docentes, en este proceso debemos clarificar nuestro posicionamiento pedagógico-político.

¿Cómo replantear el papel del docente en la estructura de desigualdad que caracteriza nuestra sociedad actual y que finalmente se refleja en la vida de nuestras escuelas? Una de las primeras cuestiones es la identificación de las prácticas ideológicas y sociales que han permanecido en las escuelas y que buscan la formación de sujetos que no cuestionen, que sean sumisos y pasivos. El posicionamiento pedagógico-político de los docentes debe procurar desde el espacio áulico, en la relación educativa con sus estudiantes, a generar una formación ciudadana que contribuya a la transformación del orden social existente.

Otro elemento necesarios es eliminar la indiferencia del docente ante el acontecimiento político. La “resistencia al cambio” o “la resistencia a las reformas educativas” proviene principalmente porque le son ajenas desde su diseño, no se siente participe de ellas, generalmente porque no participa en su elaboración. A los docentes se les ha asignado el rol de “ejecutores de las reformas”. Esto debe concluir. Los docentes tienen que hacer un lado la indiferencia y mostrarse más partícipes política y pedagógicamente para que su enseñanza tenga mayor sentido y claridad. La construcción de un proyecto pedagógico colectivo que desarrolle el pensamiento y la praxis es responsabilidad de los docentes. ¿Cómo hacerlo si la indiferencia nos domina?

La eliminación de la indiferencia y el trabajo colectivo llevará a los docentes a una comprensión más clara de lo que actualmente se está legitimando y produciendo en las escuelas. Los llevará a encontrar el sentido del currículum que se desarrolla en las escuelas. El sentido crítico que impriman a su posicionamiento les permitirá comprender que la lógica del capital ha caracterizado y definido los procesos educativos de manera puntual en los últimos treinta años. Los llevará a cuestionar un modelo basado en competencias fundado en una racionalidad instrumental que impide el desarrollo intelectual y relega lo cultural y social a un lugar periférico en la enseñanza. Los docentes entonces, deben hacer que el conocimiento del aula sea relevante para los estudiantes, que le encuentren sentido y articulación con su experiencia de vida. Además de ello es necesario que el conocimiento se problematice. De esta forma es como se puede revalorar el espacio escolar, como un espacio de construcción de ciudadanía y democracia.

Giroux (1997) enfatiza al respecto que “los educadores tradicionalistas se han negado generalmente a interrogarse sobre la naturaleza política de la enseñanza pública. En la visión del mundo de los tradicionalistas, las escuelas son simplemente lugares donde se imparte instrucción. Se ignora sistemáticamente el hecho de que las escuelas son también lugares culturales y políticos, lo mismo que la idea de que representan áreas de acomodación y contestación entre grupos culturales y económicos con diferente nivel de poder social. Desde la perspectiva de la teoría educativa crítica, los tradicionalistas dejan de lado importantes cuestiones acerca de las relaciones existentes entre conocimiento, poder y dominación”

Frente a este papel tradicional e indiferencia docente, la formación docente aparece como un dispositivo necesario para clarificar el posicionamiento político-pedagógico. Potenciar la pedagogía y la tarea de enseñar en los maestros es el camino a generar intelectuales transformativos en educación. Profesores intelectuales que construyan pedagogías diferentes y pertinentes, y que promuevan en sus estudiantes una acción social transformadora. Esto significa educarlos para el riesgo, para el esfuerzo por el cambio institucional, y para la lucha tanto contra la opresión como a favor de la democracia fuera de las escuelas en otras esferas públicas opositoras y en la sociedad en general (Giroux, 1997)

En resumen, los docentes en colectivo, deben luchar por procurarse las condiciones institucionales que les permita formarse, autoformarse y desarrollarse profesionalmente como intelectuales transformativos que a su vez fomentaran el espíritu crítico en sus alumnos para pensar el mundo y sociedad en que viven y tengan posibilidad de cambiarlo.

torresama@yahoo.com.mx

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