Política

La comunidad, articuladora de los procesos educativos

  • Apuntes pedagógicos
  • La comunidad, articuladora de los procesos educativos
  • Alfonso Torres Hernández

Lo comunitario ha sido un término e intención que siempre ha estado presente en el ámbito educativo en varios sentidos. Uno de ellos es el que hace referencia a la relación que guarda el trabajo escolar con su entorno social inmediato.

Otro, es el que nos remite a una cuestión grupal común, donde hay identidad y colectividad en las acciones. En este sentido, resulta de sumo interés que en la propuesta del Marco curricular para la educación básica 2022, un fundamento de la estructura curricular es considerar a la comunidad como un eje articulador de los procesos educativos.

Esta cuestión, alineada en la esencia de su ponderación a la idea de lo común. Lo común entendido como “un principio político de corresponsabilidad y coparticipación entre aquellos sujetos que están comprometidos con una misma actividad. Únicamente la acción humana puede hacer que las cosas, los símbolos, los saberes, los principios se vuelvan comunes para generar un sujeto colectivo. Lo común tiene como objeto que los sujetos creen instituciones de autogobierno que permitan el despliegue más libre de sus acciones y del actuar común, dentro de los límites de las reglas de justicia que la sociedad se impone a sí misma. Lo común debe atravesar todos los niveles de vida del espacio social, desde lo local, pasando por lo regional y nacional, hasta lo mundial”. (Christian Laval y Pierre Dardot, 2015)

Es en este marco de ideas, que la noción de comunidad cobra relevancia toda vez que se articula con la construcción de un pensamiento social innovador que intenta guardar distancia del enfoque tradicional que percibe a la comunidad únicamente como un espacio común donde un grupo de personas comparte características sociales, ambientales y culturales. Para Marx, la comunidad está ligada a la idea de emancipación. En una primera etapa, la comunidad es entendida como el lugar de lo común, el espacio al cual se puede retornar, pero es también el lugar ideal al que se puede aspirar, en el cual las personas ejercen el sentimiento de libertad, el lugar de la emancipación. Contrariamente, la sociedad asoma como el espacio de la alienación, en el cual no es posible la libertad. (Álvaro, 2014).

Por su parte, Durkheim, presenta a la comunidad “no como una estructura social o entidad física, sino como un conjunto de propiedades de las variables de la interacción humana” y apunta como características estructurales que la conforman a las redes y lazos sociales configurados en conformidad con la moral dominante de una sociedad, y que en la actualidad se pueden percibir como redes de apoyo social (Cory Duarte, 2016).

Zygmunt Bauman (2008), nos dice que la comunidad es una construcción que se entreteje a partir del cuidado mutuo que se procuran los sujetos, así como la responsabilidad que asumen hacia la igualdad de derechos de los demás y la igualdad de posibilidades para ejercer esos derechos.

Como se puede advertir, lo común y lo relacional son ideas implicadas en la noción de comunidad, además de reconocerla como una construcción histórica que tiene sus bases en la cuestión de la propiedad de un espacio físico, la igualdad entre las personas y el trabajo en colectividad.

La idea entonces de colocar a la comunidad como elemento que articula los procesos educativos implica repensar la relación que tiene la escuela con su entorno social inmediato, no únicamente en el sentido simplista y retórico de la participación comunitaria en el trabajo de gestión y administración escolar, sino en la complejidad de comprender su articulación con la práctica educativa y los procesos pedagógicos que se desarrollan.

Hay que reconocer que la problematización y contextualización de la práctica implica una comprensión más profunda del sentido del conocimiento escolar y la configuración de identidades morales, éticas y políticas de los distintos actores comunitarios.

Reflexionar y actuar sobre ello, constituye un ejercicio de praxis educativa que revalora la función de la escuela y de los docentes. Repensar la escuela en ese sentido, es “redescubrir a la comunidad”, en palabras de Nisbet, es pensar en todas las formas de relación caracterizadas por un alto grado de intimidad personal, profundidad emocional, compromiso moral, cohesión social y continuidad en el tiempo. La comunidad es una fusión de sentimiento y pensamiento, de tradición y compromiso, de pertenencia y volición. (Nisbet, 1996)

Alfonso Torres Hernández


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