Su mamá era una mujer devota, y desde muy pequeño le enseñó a memorizar versículos de la Biblia. Todo parecía marchar bien pero cuando él tenía siete años, ella falleció. Su padre que, era capitán de un barco, lo llevó a la mar a temprana edad y pronto empezó a vivir una vida licenciosa. Se convirtió en un joven con una lengua profana y un carácter rebelde que lo metió en muchos problemas serios, que en más de una ocasión casi acaban con su vida.
Muy pronto se involucró en el comercio de esclavos, primero como marino y luego como capitán de barcos que traficaban a las personas en las más crueles y denigrantes condiciones.
Durante ese tiempo, su vida estuvo marcada por la inmoralidad, la depravación y un desprecio general por la vida humana. Además, como lo confesaría tiempo después: “No contento con correr en el camino ancho de la perdición para mí mismo, yo era incansable en tentar a otros; y, si mi influencia hubiese sido tan grande como mis deseos, hubiese traído a toda la humanidad conmigo. Yo quería estar entre los más malvados de toda la raza humana”.
Pero la noche del 21 de marzo de 1748, su vida comenzaría a dar un drástico giro. Se encontraba a bordo del Greyhound, un barco que transportaba esclavos africanos, cuando la nave enfrentó una violenta tormenta en el Atlántico Norte que casi la hundió. A sus 23 años él sintió también que su alma estaba irremediablemente perdida. De pronto a su mente vinieron las enseñanzas bíblicas de su madre. Entonces él hizo lo impensable, clamó a Dios por misericordia. Milagrosamente el barco sobrevivió a la tormenta.
John Newton acabaría convirtiéndose en un ferviente cristiano, y el himno que compuso a finales de 1772, “Amazing Grace” “Sublime Gracia” pronto se convertiría en el más famoso del mundo. Cada año es interpretado miles de veces en iglesias, eventos y por los más destacados cantantes. El himno habla de la inmerecida gracia de Dios que salva al peor de los pecadores.
Por terrible que sea tu vida, no estás fuera del alcance de Dios y su gracia. Clama a él. Pídele a Jesús que perdone tus pecados con base en lo que hizo por ti en la cruz y que lave con su sangre preciosa tu alma. Por fe, pídele que venga a morar a tu corazón y te salve. Él vive y sigue haciendo milagros. Solo cree y verás.