Desde siempre la presa de La Boca ha sido considerado un referente de la escasez o abundancia de agua en Monterrey y su zona metropolitana, sobre todo cuando hace calor o comienza la carestía.
Para ser realistas, amigo lector, hace mucho tiempo que Monterrey no depende del agua que tiene esta presa, que se encuentra en Santiago, para garantizar el abasto de la mancha urbana de Monterrey.
Afortunadamente existe un plan hídrico y la presa de La Boca no es un factor importante en el suministro, pero no por eso debe caer en el olvido por las autoridades de Agua y Drenaje de Monterrey.
No se trata, como en otros años, de hablar de la reserva de agua de los ciudadanos, no; pero sí es necesario recordar que se trata de un embalse importante para el turismo y el deporte.
En La Boca se practica y se entrena el canotaje universitario, pero además se pasea a los turistas locales y extranjeros.
Dicen que la presa genera una derrama económica anual mayor a los 400 millones de pesos y que beneficia a miles de familias del sector, por lo cual debería ser considerado un embalse especial donde el turismo es lo más importante; estamos hablando de uno de los atractivos importantes del Pueblo Mágico.
Se anunció que el miércoles en el Congreso del Estado se presentará un punto de acuerdo para analizar algunos aspectos que rigen los niveles de esta presa.
Con todo respeto, estimado lector, politizar el agua de La Boca, meterla a las consideraciones, establecer que es un eslabón en el suministro de agua de la ciudad, es la mejor forma para echar a perderla.
Santiago es un Pueblo Mágico porque cuenta, entre otras cosas, con la presa, de manera que es en el municipio donde se deberían tomar algunas decisiones importantes que afectan el nivel del agua.
Y si Santiago no puede tener una presa mínimamente digna, deberíamos repensar su papel de Pueblo Mágico, no porque depende de ello, pero sí por la poca consistencia que existe para presentarle al visitante un pueblo, paseos y actividades.
El asunto es más complicado porque la administración del agua no es municipal, de manera que los asuntos cercanos al pueblo, las necesidades, no se pueden garantizar.
Semanas atrás fue necesario suspender una competencia de veleros por falta de agua, ¿a quién culpamos si el municipio no tiene forma de regular la salida de agua de las compuertas?
La presa de La Boca es un oasis de los regiomontanos, es un activo de Santiago, es un paraje turístico de Nuevo León, de manera que se debe decretar un mínimo de nivel de agua que garantice las necesidades.
Hay cosas que están amarradas a La Boca, esparcimiento para la población, negocios de familias, turismo, desarrollo de empresas y el proceso de consolidación de un Pueblo Mágico.
Un pueblo que tiene que agachar la cabeza, que se desdibuja y se apena, cada que el agua baja lo suficiente para que se vean islas o que simplemente no se pueda navegar.
No es posible que cada año en fechas de aparente “sequía” se desagüe La Boca y se convierta en un símbolo de carestía… el agua que bebemos los regios no viene de ahí.
Mucho se ha dicho de la necesidad de hacer más infraestructura en la presa para recibir mejor y a más personas, pero cada vez que baja el nivel del agua, pocos son los que se animan a invertir en hacer algo vistoso o importante para el turismo. No hay garantías.
No es que no tengamos empresarios, lo que parece es que poco ayuda que no exista una reglamentación mínima sobre el nivel del agua.
Todos los veranos es lo mismo: hablamos de lo que se necesita en la presa de La Boca y nunca se puede avanzar.
La política se come poco a poco el tema, se lo llevan a los oscuros pasillos del Congreso, lo regresan a las lúgubres oficinas del Gobierno Estatal y al final nada… nada se avanza y el agua de la presa baja y baja y baja… o usted, ¿qué opina?
alejandro.gonzalez@milenio.com