“Las derrotas calan hondo, pero esta derrota sirve mucho para aprender. Hay que levantarnos lo más rápido posible”. Andrés Lillini
Pumas, fiel a su costumbre, una vez más se quedó en la orilla de trascender y poder romper una racha de no obtener un título internacional en más de treinta años. Y aunque para muchos de sus más fervientes seguidores la idea de haber llegado a una final con un plantel tan limitado resulta reconfortante, la realidad es que para un equipo que se dice en el papel ser grande, no puede ni debe trascender una idea tan limitada.
Si bien es cierto que los de Lillini llegaron a una instancia que jamás imaginaron, también es cierto que se trata de un contundente fracaso. Ningún equipo que se dice grande puede consolarse con la idea de que con la limitante de su plantel –y por culpa de esta circunstancia– no pudieron obtener la Copa. Esta falacia es insultante hasta para su mismo plantel de jugadores desacreditando su calidad y la seriedad con la que pudieron afrontar partido a partido para llegar a esta instancia.
En ninguna parte del mundo he escuchado que un Real Madrid, Barcelona, Manchester United, Juventus o cualquier equipo que se dice grande se justifique diciendo que su eliminación es decorosa y gratificante y que de no haber sido por su plantel hubieran podido levantar un trofeo.
Pumas vive una realidad muy sui géneris donde resultados de gran poder mediático obtenidos con gran pundonor y remontadas épicas, les han hecho vivir una auténtica falacia para no hacer notar que el equipo del Pedregal no ha ganado nada en más de una década y que en más de treinta años no han trascendido internacionalmente.
¿Es acaso este panorama el de un equipo grande?
La falacia más grande del futbol mexicano tiene nombre y apellido, es latente y punzante y aunque muchos de sus más fervientes aficionados vivan solapando un equipo que pertenece a una de las instituciones más prestigiosas de América Latina, también es cierto que deportivamente ha dejado de aportar, para colgarse de un bicampeonato que ya tiene algunas telarañas y de la idea de aportar una gran cantidad de jugadores estelares gracias a su gran cantera, misma que hasta hace un par de años era poco trascendental.
La UNAM merece un equipo sí de garra y pundonor, pero también que sepa cuál es su papel deportivamente hablando y que aterrice un proyecto que pueda ser autocrítico para devolverle no un sentido de falsa grandeza, sino de humildad y de trabajo que resultaba sumamente llamativo. Durante décadas este equipo fue –si podemos llamarlo de esa manera– el segundo equipo del cual la afición simpatizaba y empatizaba con muchos seguidores gracias a su mística y a una idea que proyectaba coraje y garra para pelear partido a partido, sin autodenominarse grande ni querer equiparar con las verdaderas potencias de nuestro futbol, al contrario exhibiéndose que con trabajo y una buena estructura se podía llegar más lejos que cualquiera pero sin la soberbia que hoy abunda en Ciudad Universitaria.
Así que Pumas una vez más se quedó en la orilla y una vez más el sentido de autocrítica es muy quedito casi como el maullido de un pequeño gatito.
Hasta la próxima…
Por: Alberto Romero Rodríguez
Cuenta; ManchonPenal
@AlbertoRomeroMP