En 1975, cuando era corresponsal de Excélsior en Washington, entrevisté al líder demócrata del Senado, Mike Mansfield, sobre el asilo diplomático concedido dos años antes por el presidente Luis Echeverría a cientos de chilenos, simpatizantes del presidente Salvador Allende.
Al apoyar la decisión del gobierno echeverrista, el senador Mansfield declaró: “México es un paraíso del asilo”. Recordó la tradición diplomática de nuestro país y elogió la hospitalidad de México otorgada a los republicanos españoles y a los asilados sudamericanos.
El respaldo de Mansfield contribuyó a disipar rumores en México de que Estados Unidos iba a tomar represalias contra nuestro país por haber dado asilo a comunistas chilenos.
Ese mismo temor se repite ahora por el asilo concedido por el presidente Andrés Manuel López Obrador al ex mandatario de Bolivia, Evo Morales.
Las críticas a la decisión del izquierdista Echeverría y del transformador AMLO estuvieron motivadas por prejuicios ideológicos y actitudes mezquinas.
Pero los prejuicios no son exclusivos de los conservadores. Los izquierdistas también los padecen. Todas las ideologías producen dogmas y dogmáticos. Los casados con sus ideas, sumidos en una especie de pereza intelectual, depositan su mente en una ideología cerrada, que les impide ver la realidad tal cual.
En nuestra sociedad resurge la rigidez dogmática que conduce al fanatismo y a la intolerancia. Unos y otros se prohíben discrepar. Ninguno de los polos concede la razón al otro, obnubilados por el prejuicio.
Afortunadamente, hay que reconocer el gesto de nobleza de algunos conservadores como Diego Fernández de Cevallos que aplaudieron la decisión del presidente López Obrador de dar el asilo a Evo Morales.
Ciertamente, Estados Unidos no simpatiza con las posiciones de izquierda del líder cocalero, pero esto no significa que reprueba la decisión soberana de asilarlo en México, apegada al derecho internacional.
El asilo diplomático a Evo Morales es una facultad discrecional del Estado mexicano para admitir a un extranjero en su territorio y actuar como su protector, al considerar que el ex mandatario es objeto de persecución política.
Así, la disputa entre México y Estados Unidos en la OEA no fue por el asilo a Morales, sino por diferencias entre ambos países sobre la caracterización de la renuncia como “golpe de Estado”, debida a la presión de las fuerzas armadas y de las protestas populares, después de más de 13 años en el poder.
Si hubiera habido golpe de Estado, los militares estarían ocupando el Palacio Quemado y no habrían dado el permiso de navegación aérea ni el salvoconducto para el ex presidente Morales hacia México, donde ahora se encuentra a salvo y no en la cárcel o muerto.
Bolivia no está obligada jurídicamente a permitir la salida de Morales a México pues, aunque sí suscribió, no ha ratificado ni la Convención sobre Asilo, adoptada en La Habana el 20 de febrero de 1928, ni la Convención sobre Asilo Diplomático, firmada en Caracas el 28 de marzo de 1954.
Resulta una ironía que Evo Morales se beneficie del asilo diplomático concedido por México a pesar de que su gobierno no buscó ratificar ambas convenciones.
El asilo diplomático es humanitario. No hay que politizar el asilo. Su objetivo es salvar la vida o proteger la seguridad de una persona, perseguida por razones políticas, independientemente de cualquier signo ideológico.
@AGutierrezCanet
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