El jeque Rashid bin Saeed Al Maktoum es considerado el padre del moderno Dubái, pues tuvo la visión de transformar una economía dependiente del petróleo por otra de servicios portuarios, financieros, aéreos y comerciales de primera clase mundial.
“Mi abuelo montaba un camello, yo conduzco un Mercedes, mi hijo maneja un Land Rover, pero mi nieto montará un camello”, decía el visionario jeque, quien sabía que los hidrocarburos se agotan en pocas generaciones y que había que aprovecharlos para modernizar al emirato.
El jeque Rashid, que reinó de 1958 hasta su muerte en 1990, se enfrentó al desafío de financiar grandes proyectos de infraestructura ante la caída de los precios del petróleo: “Debemos hacerlo. Todo depende de encontrar la manera”.
Y la manera como encontraron los recursos fue en abrir la economía a la inversión extranjera, creando aeropuertos, centros comerciales, desarrollos inmobiliarios, ante el declive de los recursos no renovables.
El primer proyecto que el emir construyó de ese modo fue el puerto marítimo de Dubai Creek (Arroyo de Dubái) con el financiamiento de Kuwait, la emisión de bonos y los ingresos provenientes de la recuperación de tierras que el dragado hizo posible.
Gracias al jeque Rashid, Dubái se transformó de un mero desierto a un próspero emporio pero sin libertades.
En menos de 50 años, el desolador paisaje de arena se convirtió en la ciudad más moderna del mundo: el rascacielos más alto, el aeropuerto más activo, el hotel más lujoso, el centro comercial más grande, el centro financiero regional más importante, etcétera.
No sabemos si este modelo será sostenible en el mediano y largo plazo, pero lo que sí es evidente es que Dubái ya superó el desafío de depender del petróleo.
El ejemplo de Dubái no es un caso único en el mundo, hay otras naciones pobres que se transformaron en poblaciones de bienestar gracias a líderes visionarios pero autoritarios.
En China, Deng Xiaoping abrió paulatinamente su economía al mundo al tiempo que mantenía el control político del Partido Comunista Chino bajo el modelo “socialismo de mercado”. Ahora el presidente chino Xi Jinping concedió al ejército la propiedad de varias industrias y tolera la corrupción.
En Singapur, Lee Kwan Yew transformó una colonia británica subdesarrollada sin recursos naturales en el puerto más activo del mundo, pero fue intolerante a lo que él llamó “valores occidentales” como la democracia.
A diferencia de los anteriores regímenes autoritarios, Corea representa un modelo de desarrollo democrático: el bienestar de los coreanos es mejor ahora que el de los mexicanos, cuando hace 50 años era lo contrario.
Por otro lado, el modelo nórdico de bienestar ha sido en general exitoso desde que fue introducido en los sesenta por los partidos social demócratas. Dinamarca, Suecia, Noruega y Finlandia garantizan a sus ciudadanos salud, educación y trabajo pero en este mundo nada es gratis: los altos impuestos son de alrededor del 50 por ciento, hay baja evasión fiscal y escasa corrupción.
Y sobre todo, el sistema político en los países nórdicos está basado en la búsqueda del consenso, no en el fomento de la confrontación.
Feliz año nuevo, por un México más justo e incluyente en un auténtico modelo de bienestar.
@AGutierrezCanet
