Murió a los 90 años con la elegancia intacta. Se sabía un clásico, cuya obra siempre tendrá algo que decir. El creador de piezas emblemáticas como el Colegio de México, el Museo Tamayo, la torre del Fondo de Cultura Económica, el polémico MUAC, el Infonavit, la librería Rosario Castellanos, la Universidad Pedagógica Nacional, el Centro Arcos Bosques, y muchas más, entabló un diálogo con la Ciudad de México que la dignifica, la ilumina y la distingue; contribuye a que en medio del caos, la inseguridad, el tráfico y la contaminación, en el trajín de la vida urbana, de pronto recordemos que existe la belleza.
La belleza que no es ornato, sino experiencia estética perdurable, en edificios donde se respiran luz y aire fresco, donde es posible un patio amable para el encuentro o sorprenderse con el azar, recorrer un pasillo, toparse con taludes que remiten a la era prehispánica o con formas y líneas que la hermanan con el cubismo, el concreto con grano de mármol convertido en piel, volúmenes perforados por luces, corredores y ventanas por las que el paisaje exterior penetra la obra y se funde con ella. El pórtico como espacio intermedio entre lo público y lo privado.
González de León era un erudito, observador y viajero que caminaba las ciudades para nutrirse. Antes de diseñar el Museo Tamayo, junto con Abraham Zabludovsky, su mancuerna durante décadas, visitaron 50 museos en todo el mundo. La arquitectura, entendida como "una forma que envuelve el espacio", era su vida y el arte, su religión.
"El manejo de la luz es lo más difícil de aprender", decía. Y vivió explorándola. La luz que le dio a la ciudad es una lección. Para quienes oscurecen nuestros trayectos con segundos pisos, para quienes pasan por alto que una ciudad que no puede caminarse con placer produce aislamiento y facilita la inseguridad y que los baches, el cielo gris, los árboles enfermos... la fealdad, tienen que ver con la deshumanización, con el deterioro interior, la infelicidad y la violencia. Con el absurdo asesinato del cineasta León Serment en un asalto y la muerte de quien fuera su esposa, la productora Adriana Rosique, quien dijo que no quería una ciudad donde pasan estas cosas...
En palabras del maestro: "La ciudad es una arquitectura. Una enorme obra arquitectónica que se hace en el tiempo y por todos sus habitantes".
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