Cultura

¡Tiembla!

Martes, marzo 21 de este año. Llego a la Ciudad de México para grabar MasterChef. Me hospedo en unas suites en el sur (Pedregal), en el piso 8. Nunca había sentido un temblor aquí en la ciudad. En algún momento me pasó por la mente el hecho, pero nunca le puse atención. Lo veía como una posibilidad remota, no como algo que podía suceder en el tiempo que paso aquí. Lo cual por supuesto es una pendejada, dada la historia de sismos en la zona. Y pues fíjese que sí ocurrió, y dos veces.

Llevo un diario de todo lo que vivo durante la grabación. Todos los días anoto lo que siento, lo que me ocurre, la manera en que veo las cosas. Comparto la entrada correspondiente a ese primer temblor.

“Abril 18. Leo un poema de Unamuno que me gusta mucho:

Tal vez cuando muy pronto

vengan para anunciarme

que me espera la cena,

encuentren aquí un cuerpo

pálido y frío

–la cosa que fui yo, este que espera–

como esos libros silencioso y yerto

parada ya la sangre

yeldándose en las venas,

el pecho silencioso

bajo la dulce luz del blando aceite,

lámpara funeraria”.

¡Coño! No termino de escribir este fragmento de poema y ¿qué cree? ¡Que empieza a temblar! Un puto sismo. Es el segundo que me toca. El primero fue en Bogotá, grabando MasterChef y, curiosamente, fue de la misma intensidad. Ah, y ambos temblores me agarraron tumbado en la cama y en las dos ocasiones estaba en el piso 8. En Colombia fue en la mañana, aquí, por la noche. Hace rato cuando llegué a la suite encontré sobre la mesa una carta de la gerencia del hotel:

“Estimado huésped: el día de mañana 19 de abril se llevará a cabo el Simulacro Nacional a las 11:00 a.m. donde se hará una simulación de repliegue en caso de sismo. Posteriormente le invitaremos a evacuar el edificio”.

Vaya. Gracias por adelantar el simulacro. Y no, no creo que mañana esté de humor para acudir al evento.

La cosa es que cuando comenzó a temblar me costó un par de segundos advertirlo; acto seguido se me subió la presión y vacilé: lo primero que hice fue brincar de la cama y caer perfectamente erguido. Como estaba descalzo sentí el temblor con más intensidad. Luego escuché que algo penduleaba en el baño. Corrí a la ventana (hice lo mismo en Colombia, para ver si había gente en la calle, y sí: todos estaban afuera). Me medio vestí y entre el vaivén corrí a la puerta y la abrí. Me di cuenta que el sismo ya había pasado, regresé, me desvestí y regresé a la cama. Publiqué un tuit. le escribí a mi mujer y me puse a escribir esta experiencia.

Faltan 10 para la medianoche y debido a la agitación –con sus dos sentidos– no me puedo dormir. Haré el intento. De lograrlo, no descarto pesadillas y, en general, una mala noche. Mi mujer me dijo que me durmiera y que, además, era un pendejo por no haber reaccionado bajando y saliendo a la calle, como todos los demás. Me dijo también que me durmiera vestido y con la mochila lista con cartera, celular y un cambio de ropa”.

No hay que decir que dormí de la chingada. Me desperté en la madrugada, alucinando: abrí los ojos y me pareció ver que el mueble de la entrada se deslizaba hacia la puerta y entonces comenzaba a derretirse, como en un cuadro de Dalí. Espantoso.

En tanto que fue un temblor moderado y no se reportaron ni daños ni muertos entendí que este fenómeno ejerce un efecto tremendo en las personas. Y no importa si están acostumbrados o no, la fuerza de un evento así se proyecta e imprime de manera contundente en la mente. El 10 de mayo hubo un sismo local, débil. Ya no es la intensidad, sino el efecto psicológico, que se acumula.

A mí me quedó, hasta hoy, el temor latente. Todas las noches me voy a dormir con la idea de que, durante el sueño y sin darme cuenta, se derrumbe el edificio y quede sepultado en los escombros. Ya pasó varias veces y volverá a ocurrir, una y otra vez.

El planeta está vivo, tanto en términos biológicos como geológicos.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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