Cultura

¡Fama!

Hace unos días di una conferencia en Tlaxcala. Les dije a los estudiantes que tuvieran cuidado con el tema de querer ser famosos. Que tenían que ver por su preparación, con acumular experiencia, con buscar su estilo propio y cosas así.

Mire, conozco gente que se volvió loca.

Les dieron un ratito de fama, bueno, ni eso: de exposición masiva en redes o en la tele, y se descojonaron mentalmente.

Y fíjese que antes eran personas más o menos comunes; yo no los recuerdo con ningún tipo de indicio que los delatara como los monstruos alucinados en que se transformaron. Cierto, tenían, como todos, ambiciones, pero la exposición mediática los descontroló de manera notable. Muchos tuvimos la oportunidad de ver su proceso de decaimiento, de transformación. Se lo creen; y así comienzan a alucinar y a generar estas imágenes de sí mismos como imprescindibles, indispensables y absolutamente necesarios. De ahí se desprende que, de ser tan necesarios, son muy importantes y todo lo que hagan y digan debe ser tomado como algo totalmente cierto y eso no se discute.

Egos desbocados en una loquísima carrera de autodestrucción alimentándose de ciegos aduladores y hordas de crédulos e ignorantes reactivos.

Estas personas de pronto se creen intelectuales, artistas, genios incomprendidos, gente que mueve los hilos, que secreta o abiertamente influencian a otros (a todos).

Ellos lo desean. Más que nada en la vida. Ese es su objetivo. Ser reconocidos, más allá de sus facultades o potencias o logros, solo ser reconocidos. Y para ello recurren a la mitomanía: se inventan cada cosa; que son genios, que reinventaron tal o cual cosa, que ellos son los chingones detrás de tal o cual proyecto, que son las luminarias eternas de alguna especialidad o tema y desplantes de ese tipo. Se ciclan en la imagen que tienen –o quieren tener– de sí mismos y luego de tantos años se han encapsulado de manera tan densa que ya no saben cómo salir de esas egocéntricas burbujas.

Salir en la tele, en la revista, la entrevista o arrobado por millones de likes en las redes sociales es solo eso. Nunca va más allá. No hay que dejarse engañar, es quimera. Hay cosas más importantes, como descubrir las habilidades y potencias propias, que a veces se ocultan detrás de nuestros deseos y desplantes. Esto quiere decir que fallamos en reconocer para qué somos buenos por perseguir estados que no nos corresponden.

Y luego está el tema de los premios, los reconocimientos y las distinciones para restaurantes y chefs. Puta madre, qué cosa. ¿Acaso no se dan cuenta que lo importante aquí es la calidad y propuesta gastronómicas y el servicio es lo que verdaderamente cuenta? Pero ellos no se concentran en evaluar esto. Hay intereses de por medio. Hay que proteger la imagen, las marcas, el billete. Entiendo la parte del negocio, más no lo de sacrificar la calidad y la propuesta, o quizá no sacrificarla, sino ponerla en un segundo plano. Hay prioridades, coño. Vámonos por ahí primero y luego adaptamos el tema del dinero. Todo se puede vender, pero eso no quiere decir que debamos doblarnos ante las presiones de la mercadotecnia. Creo que es al revés: la mercadotecnia debe adaptarse a la calidad, a la propuesta, a lo que sabemos que es lo bueno y lo correcto. Y en el fondo lo sabemos, pero nos hacemos pendejos.

Las personas buscan lucirse, no en ser ni desarrollar su potencial, sus ideas, sus sueños. Solo quieren estar frente al reflector. Qué triste, qué agenda tan patética. Pero un día, muchos años después, se van a dar cuenta de todo ese valiosísimo tiempo que perdieron trabajando en su imagen y no en sus potencias que los llevarían a desarrollar una auténtica trascendencia y ese día van a llorar, y van a querer regresar en el tiempo y hacer las cosas de otra manera, pero ¿sabe qué? Eso solo ocurre en los libros y en las películas. La realidad es mucho más fría y culera, y no permite ni retornos en el tiempo ni segundas partes.

Así que ya lo sabe, olvídese de la fama y los reconocimientos, póngase a trabajar duro y siga sus sueños, sus corazonadas y los consejos que personas como yo, que ya pasó por todo eso, le damos gratuitamente.

Por su atención, gracias.


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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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