Cultura

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Los títulos universitarios no valen mucho, a raíz del desempeño y el nivel cultural de quienes los ostentan; las personas deben cambiar sus hábitos para lograr sus metas

Hace unos días tuve una conversación con estudiantes de literatura. Fue una conferencia sobre la relación entre la cocina y las letras. Les expliqué el porqué de la importancia de desarrollar esta clase de subgéneros, y así se mencionaron otras asociaciones, como la fotografía y las artes plásticas, y de esta manera fueron desfilando una serie de autores y sus obras. Por supuesto que Como agua para chocolate fue mencionada, así como el tema de la fotografía en el libro de Susan Sontag y el de Roland Barthes, “la cámara lúcida”, entre otros. Alguien de pronto comentó sobre mi afición hacia la literatura de terror y el género weird. Sabrá usted que ese es mi género favorito. Entonces nos pusimos a hablar sobre el tema, pues habían por lo menos cinco personas que querían entregarse a esta especialidad.

Lo primero que hice fue preguntarles sobre qué tanto conocían sobre autores como Poe, Lovecraft, Bierce, Blackwood, King, Quiroga, James, Machen, etcétera. La mayoría había escuchado de algunos de estos nombres, pero fueron pocos los que lograron identificar sus obras más emblemáticas o las características de su literatura. Casi todos sabían quién era Edgar Allan Poe y algunos mencionaron “El cuervo” (su poema más conocido), “El barril de amontillado”, “El gato negro”, “La caída de la casa de Usher” y “El corazón revelador”. –¿Cuál es el tema de fondo de “El barril de amontillado”?–, pregunté. –Ah, pues habla de un tipo que mata a otro–, contestó uno. El problema es que no pasaron de ahí. –“El barril de amontillado” trata sobre la envidia y sus consecuencias. Asimismo, “El corazón revelador” es un ensayo sobre la culpa y la paranoia. Entonces podemos ver que gran parte de la obra de Poe trata sobre temas netamente psicológicos, dejando atrás al aburrido fantasma gótico y el terror sobrenatural. Sí, Poe utiliza el elemento sobrenatural, pero solo para transportar y acentuar los desvaríos y ansiedades de nuestra psicología. Y así pasamos a revisar a otros autores, siguiendo la misma agenda. Les sorprendió saber tan poco de la literatura de terror. Después nos concentramos en películas clásicas y series sobre este tema, y el resultado fue el mismo.

Tenemos un problema aquí. Pareciera que estas nuevas generaciones no están interesadas en leer, en estudiar, en saber más. Quieren las cosas fáciles y automáticas. Alojan esta idea de que las redes sociales los van a impregnar de sabiduría. No sé de dónde sacan esto. Como que no se enteran que hay que invertir mucho tiempo leyendo y viendo películas para formarse una idea general del tema que les interese, para de esta manera crear algo relevante o por lo menos digno de ponerle atención. Hay que estudiar. Hay que ir a conciertos de música, ver películas clásicas y con un valor artístico notable; hay que alejarnos un poco de la banalidad de las redes sociales y el perder el tiempo viendo a influencers idiotas y subnormales activando reacciones retrógradas en las personas.

Muchos de estos estudiantes están convencidos que, una vez que concluyen sus estudios, ya sean universitarios o técnicos, han logrado llegar a una especie de meta, de final, cuando en realidad no han siquiera comenzado. No han logrado absolutamente nada. El viaje, de hecho, apenas comienza, y ellos ni en cuenta.

Se requiere una metodología del estudio para llegar a concretar cosas de valor. Además, deben juntarse para discutir la cultura que consumen, pues el elemento social y gregario es esencial para excitar el debate y la reflexión.

Los títulos universitarios no valen mucho hoy en día, a raíz del desempeño y el nivel cultural de quienes los ostentan. Lo que necesitamos ahora es que las personas se enteren que deben cambiar sus hábitos, su percepción de los requerimientos para lograr sus metas, sus sueños. Las redes sociales representan, principalmente, un lastre y poseen un efecto mesmerizador y distractor importante. Hay que volver a los libros y me refiero a los libros impresos, pues el objeto material posee esta energía latente, pulsátil e incluso talismánica, que la lectura digital no puede otorgar.

Cada día es más difícil hacerles entender a estos niños pendejos e ignorantes que o se ponen a estudiar y forman un hábito de desarrollar cultura, o poco a poco se van quedando sin posibilidades de tener un futuro digno y libre.

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Adrián Herrera
  • Adrián Herrera
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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