“Hay tres cosas que no pasan mucho tiempo ocultas: el sol, la luna y la verdad”
Buda
En tiempos de pandemia, de covid-19 todo mundo tiene una queja, una excusa o un miedo para no avanzar. ¿A quién culpamos? Mucho se ha dicho que vivimos el caos de la modernidad y la falta de respeto hacia la naturaleza ¿Es el precio que debemos pagar por nuestra soberbia? Puede ser. En tiempos de pandemia, de encierro, de cambio de hábitos es necesario parar un momento y reflexionar en lo que sucede con el afán de establecer parámetros nuevos de vida. Todo cambió y es difícil retornar la normalidad del pasado. Es inevitable y tenemos que acoplarnos. Es prudente entonces tornar los ojos hacia la sabiduría milenaria que parece hecha para estos tiempos aciagos.
El kôan es un acertijo o parábola utilizada por los maestros zen para ayudar a sus alumnos a despejar la mente y progresar hacia la iluminación. Tradicionalmente, un kôan no tiene una respuesta lógica, sino que requiere un esfuerzo de abstracción para comprender la enseñanza que el maestro quiere expresar.
“Si el granizo arrecia y arrasa los cultivos de arroz, el campesino y su familia pasarán hambre ese año. Es normal, por tanto, que se sienta furioso después de trabajar los campos durante tantos meses. ¿Pero a quién culpar? ¿Al arroz, por no resistir la tormenta tras meses de atentos cuidados? ¿Al granizo, por destrozar lo que con tanto esfuerzo ha cultivado? ¿O a sí mismo, por no evitar lo inevitable?
Este kôan, como todos los demás, no tiene una respuesta. Pero encierra una sencilla verdad: en la naturaleza del granizo está arrasar todo a su paso, en la del arroz ceder ante la tormenta, y en la del campesino cultivar sus campos un año tras otro. Simplemente hay desgracias que no tienen culpables, ¿por qué buscas uno?”.
No busquemos culpables, entendamos que el ser humano tiene una capacidad de adaptación enorme y aceptemos que podemos encontrar fuerza en ese aprendizaje.