La creación del Centro de Primera Infancia del Tecnológico de Monterrey, en alianza con Fundación FEMSA, responde a una urgencia social y científica: colocar a la primera infancia en el centro de las decisiones públicas y generar evidencia local, que permita diseñar mejores políticas en México y América Latina.
Así lo explicó Adriana Gidi, directora asociada del Centro, quien señaló que la iniciativa surge tras casi siete años de trabajo previo de Fundación FEMSA en el tema y del compromiso histórico del Tec por vincular investigación académica con impacto social.
“La primera infancia es la base del desarrollo de una región o un país. Si no está integrada en las grandes agendas, no se alcanzan las metas”, afirma la especialista.
Uno de los ejes centrales del Centro es el enfoque en las personas cuidadoras, cuyo bienestar emocional y mental tiene un impacto directo en el desarrollo infantil.
Esta perspectiva, fortalecida durante la pandemia, se traduce en proyectos de investigación ágil como Rapid, una encuesta desarrollada en la Universidad de Stanford y adaptada al contexto mexicano, que permitirá medir en tiempo real las condiciones de las familias cuidadoras.
El primer piloto se aplicará a 300 familias de la colonia Independencia, en Monterrey, con el objetivo de generar datos que puedan escalar a nivel municipal, estatal y nacional. Para Gidi, la clave está en la investigación traslacional: “Que la evidencia no se quede en el papel, sino que se convierta en programas y políticas públicas”.
¿Cómo se creó el centro y por qué consideran que este es el momento adecuado para hacerlo en Monterrey?
Hay varios elementos clave. Primero, el compromiso de ambas instituciones. La Fundación FEMSA llevaba casi siete años trabajando el tema de primera infancia, y el Tec de Monterrey ha sido históricamente una institución innovadora, con una clara vocación de impacto social y de vinculación con la comunidad.
Además, el tema es urgente. La primera infancia es una base fundamental para que una región o un país puedan prosperar. Si este enfoque no forma parte de las grandes agendas —educación, salud, cambio climático, tecnología—, simplemente no se alcanzarán las metas. El mensaje es claro: la primera infancia debe estar en el centro de todo.
Otro elemento esencial son las políticas públicas basadas en evidencia. Pero esa evidencia tiene que generarse aquí, en México y en América Latina.
Lo que no se investiga en la región no se ve, no se nombra y no se prioriza. Por eso es indispensable producir investigación local, formar actores clave y responder a nuestras realidades.
El liderazgo de ambas instituciones genera además un efecto multiplicador. Como dijo James Kurns, hay una pregunta clave: ¿por qué un centro de primera infancia debe estar en una universidad? Porque ahí convergen la ciencia, la investigación y la academia desde múltiples disciplinas, lo que permite generar soluciones holísticas con impacto directo en la sociedad.
Este tema se impulsaba desde la fundación cuando aún no era tan visible en las agendas públicas. Hoy aparece con más fuerza en gobiernos y sociedad civil, aunque en México todavía poco desde la academia, a diferencia de otros países.
Existe evidencia acumulada desde hace más de dos décadas, producida sobre todo en el norte global. Pero los programas no pueden replicarse de forma idéntica: deben adaptarse a cada contexto.
El Tec, aunque es una universidad privada, es una institución sin fines de lucro con un fuerte compromiso social. Así como se han abordado temas como pobreza, inequidad o cambio climático, la primera infancia debía integrarse a esa agenda.
También es fundamental reconocer a quienes nos antecedieron. El momento actual es resultado del trabajo de muchas personas durante años, tanto a nivel internacional como en México. Es importante darles crédito y entender que este es un esfuerzo colectivo de largo aliento.
¿Por qué es tan importante el enfoque en las personas cuidadoras y cómo se busca que la investigación llegue a quienes toman decisiones?
Este enfoque cobró fuerza durante la pandemia, particularmente a partir del trabajo de Phil Fisher y el desarrollo de Rapid. Se hizo evidente que el estado emocional y mental de quienes cuidan impacta directamente en el bienestar de los niños.
Tradicionalmente el foco estaba solo en el niño, pero si el cuidador está estresado o vulnerable, eso se transmite.
ella dice“La primera infancia está en la agenda
y eso es una circunstancia histórica que no podemos desaprovechar”.
El segundo elemento es la agilidad. No podemos esperar años a que una investigación tradicional se traduzca en política pública cuando hay una emergencia. Rapid funciona como un termómetro que permite saber, casi en tiempo real, cómo están las personas cuidadoras.
Además, el tema de los cuidados es profundamente un tema de género. Históricamente ha recaído en las mujeres, sin reconocimiento ni retribución. Cambiar eso es responsabilidad de toda la sociedad.
El desarrollo humano ocurre a partir de las interacciones con otras personas y con los entornos. Se ha investigado mucho al niño, pero poco a quienes lo rodean: familias, educadores, comunidad. Sin embargo, los niños dependen profundamente de esas personas. Por eso es tan relevante estudiar a los cuidadores y generar evidencia que no duplique esfuerzos, sino que complemente lo que ya existe.
¿Tienen datos sobre la situación actual de los cuidadores en México?
Existen publicaciones, pero en general provienen más de gobiernos que de la academia. Hay muy poca investigación científica centrada específicamente en cuidadores. Por eso hablamos de investigación traslacional: aquella que no se queda en el papel, sino que se traduce en prácticas, programas o políticas públicas.
El Rapid que vamos a implementar en la colonia Independencia, con 300 familias, nos dará ese primer termómetro. La idea es escalarlo: primero a nivel municipal, luego estatal y eventualmente nacional.
¿En qué consiste el programa Rapid?
Rapid es una encuesta desarrollada en la Universidad Stanford que evalúa temas como vacunación, dificultades para cubrir necesidades básicas, niveles de estrés y bienestar de los cuidadores. El primer paso fue adaptarla al contexto mexicano y luego a una comunidad específica.
Para ello nos aliamos con Plan 2040, que trabaja desde 2017 en la colonia Independencia acompañando a las familias. Ese vínculo previo fue clave. Nos tomó casi un año adaptar la metodología para que la información recolectada realmente sirviera para diseñar mejores programas.
La encuesta es autogestionada y se responde desde el celular, por lo que el lenguaje debía ser muy claro. Primero haremos pilotos y luego la aplicaremos a 300 familias. Con esos datos generaremos análisis y recomendaciones de política pública. Su valor principal es que es escalable y adaptable.
Vemos una clara voluntad política. Cuando se habla de evidencia y de hacer bien las políticas, hay apertura. El reto es la perseverancia. Los gobiernos van y vienen, pero la investigación y los programas permanecen. La primera infancia está en la agenda y eso es una circunstancia histórica que no podemos desaprovechar.
JLR
