Es difícil imaginar al presidente Donald Trump llegando al poder sin las redes sociales. Su talento político ha sido dominar el medio de nuestra época, avivando las quejas, movilizando apoyo y provocando indignación de maneras inigualables.
Durante su primer mandato, tuiteó más de 25 mil veces (un promedio de 18 publicaciones al día). En su segundo periodo se muestra igual de despreocupado en su propia red social, Truth Social. Casi se puede decir que su estrategia es: el gobierno de las redes sociales, por las redes sociales, para las redes sociales.
El movimiento MAGA también encontró su hogar natural en las redes sociales, con miles de cuentas que amplifican sus mensajes. Esto hace aún más impactante descubrir que algunas de las cuentas más activas de “America First” (Estados Unidos Primero) se manejan desde el extranjero.
En un intento por asegurar “la integridad de la plaza pública global”, la plataforma de redes sociales X, antes Twitter, comenzó a publicar el viernes pasado los datos de ubicación de sus usuarios. Como resultado, se reveló que decenas de cuentas influyentes del movimiento MAGA se manejan desde países extranjeros, como Rusia, India y Nigeria.
Por ejemplo, la cuenta MAGA Nation, que afirma ser una “Voz Patriota para Nosotros, el Pueblo”, con más de 393 mil seguidores, tiene su sede en Europa del Este (fuera de la Unión Europea), reveló X.
Se sabe que actores extranjeros maliciosos utilizan cuentas falsas, ya sea para manipular el debate político o para generar tráfico y ganar dinero. Esta es solo una de las formas en que nuestra infoesfera se está degradando de manera deliberada.
Existen otros tres tipos de deformidades en las redes sociales. Llamémoslas los cuatro jinetes del infocalipsis. Si no se controlan, pueden destruir nuestra confianza en casi todo lo que leemos en línea.
La segunda influencia corrosiva es cómo las opiniones extremistas, antes confinadas a los rincones más oscuros de la red, se filtraron en el debate general, como documentó Julia Ebner, investigadora de la Universidad de Oxford y autora de Going Mainstream.
En un discurso pronunciado en Londres esta semana, Ebner describió cómo los yihadistas islamistas, los incels misóginos, los teóricos de la conspiración y los supremacistas blancos seguían una estrategia digital similar para difundir sus opiniones. Los extremistas solían encontrarse entre sí en sitios como 4chan, Parler y Discord, donde atraían seguidores mediante la ludificación (o gamificación: aplicación de elementos de los juegos en contextos no lúdicos para motivar a las personas), la globalización y la glorificación antes de migrar a plataformas como Facebook, X y YouTube para popularizar sus opiniones.
A menudo sus ideas eran alimentadas por sitios de medios y ejércitos de trolls de Rusia, China e Irán, explicó Ebner. Señaló información sobre los sitios web rusos Sputnik y RT, que, según ella, apoyaban las campañas de vacunación en Rusia, pero avivaban teorías de conspiración contra la ciencia en inglés y alemán.
La influencia de los extremistas ahora se ve magnificada por las herramientas de inteligencia artificial generativa, que redujeron el costo de producción de contenido prácticamente a cero. Esto tiene como resultado la tercera influencia: una amplia difusión de basura generada por IA. Dos años después del lanzamiento de ChatGPT en noviembre de 2022, la cantidad de artículos generados por IA publicados en la red superó a la de artículos escritos por humanos.
De acuerdo con la agencia de inteligencia artificial Graphite, para mayo de este año, al menos 52 por ciento del contenido de internet era generado por máquinas. Éste no solo amenaza la integridad de la red, sino que también puede poner en peligro la resiliencia de futuros modelos de IA.
Si la IA procesa demasiados datos sintéticos, existe el riesgo de que se vuelvan “locos” o sufran un trastorno de autofagia de modelos. Cuando la información que se introduce en los softwares nuevos se convierte cada vez más en la información que producen las herramientas antiguas, se corre el riesgo de que colapsen, señaló Ethan Smith, director ejecutivo de Graphite.
La cuarta forma en que se corroe la confianza es cuando las propias plataformas de redes sociales actúan más como editores partidistas que como neutrales.
Poco después de que Elon Musk compró X (entonces Twitter), desmanteló la mayor parte de su sistema de moderación de contenido, lo que provocó un aumento de los discursos racistas y divisivos, de acuerdo con un análisis de The New York Times.
La última decisión de X de publicar datos sobre cuentas sugiere que se muestran más serios al exponer a usuarios “no auténticos”. Sin embargo, este es un procedimiento operativo estándar dentro de los equipos de seguridad de otras redes sociales desde hace años.
La posibilidad de que extremistas basados en IA y potencias extranjeras hostiles exploten aún más las vulnerabilidades de las compañías de redes sociales permisivas es inquietante. Si bien Ebner es pesimista en el corto plazo sobre estas tendencias, se declara optimista en el largo plazo.
Actualmente, estos problemas tienen un mayor reconocimiento por parte de gobiernos y organismos reguladores. También están surgiendo plataformas innovadoras que pueden funcionar como redes de conversación, fomentando la colaboración más que la confrontación. Las empresas de IA y las redes sociales otorgan mayor valor al contenido generado por humanos. Y existe un escepticismo cada vez más sano respecto a lo que los usuarios ven en línea, sobre todo los jóvenes.
“Tengo mucha esperanza de que la siguiente generación nos va a mostrar cada vez más resiliencia. Están más familiarizados con el funcionamiento de estas tecnologías”, dice Ebner.
Además, otros políticos también dominan las redes sociales. El recién elegido alcalde de Nueva York, el socialdemócrata Zohran Mamdani, de 34 años, movilizó un apoyo masivo a través de videos virales. “Ganar en Nueva York ahora significa hablar TikTok con fluidez”, escribió un analista.
Sin importar los defectos de las redes, es una lección que ningún político puede ignorar.