A las seis de la tarde y sobre la avenida Obregón, justo en el cruce con la calle Jaumave, en Ciudad Madero la escena es la misma que cada temporada de lluvias: agua hasta las rodillas, vehículos atorados y gente con cara de desesperación buscando cómo cruzar cinco calles que, más que vialidades, parecen un río improvisado.
Ahí no llegan los DiDis, en grupos de WhatsApp se ponen de acuerdo y alertan a sus compañeros para no llevar pasajeros a esta zona del sur de Tamaulipas, con suerte algunos llegan en carro de ruta o en microbús.
Justo en este crucero inicia el caos por cruzar y llegar con bien a casa pues esta es la travesía de los residentes de las colonias cercanas al Hospital Civil de Ciudad Madero. Sentados frente a la secundaria Melchor Ocampo, con el pantalón remangado y los tenis empapados, esperan el siguiente coche atascado.
—A veces sacamos entre 50 y 200 pesos, depende del carro… unos pesan más que otros— cuenta José mientras espera que otro vehículo se anime a cruzar.
Su trabajo no es sólo empujar carros. También advierten a los peatones que caminan a ciegas en el agua color chocolate: “¡Cuidado con la coladera frente a la gasolinera, está abierta!”, gritan. Un paso en falso ahí y el peligro es real. Por eso, la voz de los hermanos ha sido más útil que cualquier señal de tránsito.
A su alrededor, el panorama es un retrato del abandono. En el techo de la gasolinera, sobre la tienda comercial de la esquina y hasta en los barandales de la secundaria, hay personas esperando “a ver si baja tantito el nivel”, o que alguien en una camioneta o algún coche alto se apiade y los cruce. La espera es larga y el miedo es más.
Piden ayuda a quien pase por la zona
Cuando el semáforo se puso en rojo un hombre con su traje de obrero se acercó a una camioneta de la Guardia Estatal y pidió auxilió, “Ayúdanos a cruzar, aunque sea que sea estas cuadras dónde la corriente es más fuerte por el canal pluvial, vamos aquí cerca”.
Un elemento de la Guardia Estatal se baja y coloca unas banderas en el costado de la unidad y se implementa el Plan Tamaulipas, los oficiales alcanzaron a sacar por lo menos unas diez personas atrapadas en medio de la corriente. La mayoría no pudo cruzar porque cada que pasa una pipa o un tráiler, el agua se levanta como si alguien azotara una cubeta. Algunos han sido arrastrados por esa ola que no avisa.

No se ve nada por debajo del agua
Una señora, con las dos manos ocupadas con bolsas y sus herramientas de trabajo, se quitó los zapatos, se subió el pantalón hasta las rodillas y comenzó a caminar pegada a la barda de las casas. Se detuvo unos segundos, miró al agua y cruzó. Sin saber si pisaría un cable suelto, un vidrio roto o un bache disfrazado y ahora que le salga un cocodrilo. Porque sí. Aquí, además del agua, está el riesgo de los reptiles. No es leyenda, es costumbre. Vivimos pegados a un canal y cuando sube el nivel, todo puede salir flotando.
Una vecina dice con coraje contenido que cada que llueve, por mínima que sea, es lo mismo.
"Prometen drenajes, bombeos, y puras fotos en campaña. Cuando se van, nosotros nos quedamos con el agua a veces hasta la cintura y sin saber si mañana salimos o no de la casa".
Una vecina desde el portón de su domicilio nos cuenta como las lluvias han afectado su hogar, el agua ha entrado hasta adentro, son cinco centímetros, con señas nos indica como el nivel del agua subió hasta dañar su refrigerador. Sí dónde se supone puede conservar sus alimentos con los repentinos cortes de luz durante la tormenta.
Lo que pasa en la colonia Hidalgo Oriente es la misma historia de siempre: ciudadanos que sobreviven donde la ayuda a veces no llega. Unos empujan autos, otros cargan niños o ancianos en la espalda, y la mayoría cruza las calles inundadas con el miedo de lo que pueda haber bajo el agua.
En medio de la corriente, entre cables, reptiles y baches invisibles, lo que más duele no es mojarse los pies, sino saber que para muchos esta escena ya no es emergencia. Es rutina.
AA