A solo unos minutos de Comala, en las faldas del majestuoso Volcán de Colima, se encuentra Suchitlán, una comunidad que conserva con orgullo la herencia de sus raíces indígenas.
Desde la entrada al poblado puede sentirse un ambiente tradicional, místico y una conexión con la tierra.
Pero si hay algo que distingue a este lugar sobre cualquier otro, es su emblemático arte mascarero.
Las máscaras: mucho más que piezas artesanales
Las mascaras representan una tradición ancestral ligada estrechamente a la Danza de los Morenos, una celebración que combina simbolismos nahuas y cristianos.
Cada año, en Domingo de Resurrección, Domingo de Pentecostés y el Día de la Santa Cruz, los danzantes llenan de color y música la plaza del pueblo, portando máscaras que hacen alusión a animales de la región y personajes del imaginario local.
A través de esta danza se rememoran episodios bíblicos como el Arca de Noé y el resguardo del cuerpo de Cristo por los animales en el Santo Sepulcro.
¿Cómo es el proceso artesanal de elaboración?
A la hora de elaborarlas, detrás de cada máscara hay un proceso artesanal que exige paciencia, amor, fuerza y habilidad.
Todo inicia con la elección cuidadosa de la madera de tzompantle.
Luego, los artesanos la cortan, vacían y comienzan a darle forma con herramientas tradicionales (como los ángaros) hasta hacer surgir las facciones que dan vida a cada personaje.
Después, se pule, se detalla y se pinta con colores intensos, resaltando miradas y gestos con carácter.
Las máscaras utilizadas en la Danza de los Morenos forman nueve pares, cifra que alude al número de días que dura la celebración y a los novenarios dedicados a los difuntos en la tradición mexicana.
Pero una careta no está completa hasta que ha sido “danzada”; solo así se considera consagrada.
Se cree que, al cubrir el rostro del danzante, una parte de su espíritu queda para siempre en su interior, convirtiéndola en un objeto ritual cargado de fuerza y significado.
Visitar Suchitlán es descubrir una cultura que se mantiene viva a través de sus danzas, su historia y sus artesanos.
Es comprender que la madera se transforma en símbolo, y que el pasado sigue formando parte de las celebraciones.
Sin duda, un destino imperdible para quienes buscan experiencias auténticas y profundamente mexicanas.
MAYE