La sociedad les llama niños especiales, pero son en realidad menores que enfrentan una discapacidad intelectual, motriz, sordera, psicosocial, además de condiciones severas como autismo, trastorno de atención con hiperactividad, que no les impide buscar un espacio en la sociedad queretana, y para ello, el Centro de Atención Múltiple (CAM) Kadidza, perteneciente al gobierno del estado, brinda espacios para unos 100 estudiantes en promedio.
Ubicada en la colonia El Rocío en la capital queretana, esta institución es uno de los 23 CAM en el estado, que buscan la inclusión y sensibilización hacia los menores con la finalidad de garantizar la educación básica.
Sandra Salazar Aguilar Aguillón, cumplió seis años al frente de esta institución educativa que tiene 30 años de haber sido fundada y que actualmente tiene 100 menores que reciben desde educación preescolar, primaria y secundaria.
“Tenemos las cuatro discapacidades intelectuales, motriz, ceguera y auditiva en situaciones de tipo acucia -que es cuando una persona tiene la pérdida total de la audición o sordera profunda, donde una persona escucha muy poco o nada-“.
Estas condiciones dificultan su ingreso en escuelas regulares, por lo que encuentran en este tipo de espacios, una inclusión para buscar una igualdad de oportunidades y espacio social.
“Tenemos reuniones informativas para padres de familia, de los niños que están interesados en entrar en nivel de CAM. Pasan conmigo para conocer condición de vida, que discapacidades presentan y que los menores que egresen, estén en el CAM (…) Han llegado niños que han llegado que sí son personas con discapacidad pero que son muy funcionales en escuelas regulares”.
Se prioriza por ello, que sean menores que tienen una gran complejidad para ingresar a una escuela regular, porque “el derecho a la escuela lo tienen todos”.
El patio del CAM Kadidza, acuña una frase: “Las fortalezas están en nuestras diferencias, no en nuestras similitudes”, lo que permite a los menores desarrollar sus capacidades.
Actualmente no hay cifras específicas para Querétaro sobre la cantidad de personas con discapacidad intelectual y motriz, pero información en el censo del Inegi indica que alrededor del 7 por ciento de la población tiene alguna discapacidad, lo que equivale a aproximadamente 96 mil 160 personas en el estado, siendo la discapacidad motriz la más frecuente, seguida por la visual y la intelectual, también se estima que el 27.4 por ciento de las personas con discapacidad tienen más de un tipo.
En busca de la felicidad
Para Uzi Arzate, fue toda una sorpresa que desde temprana edad, el médico le diagnosticara parálisis cerebral y epilepsia a su hijo.
Pero simplemente no podía permitir que se quedara atrás para poder tener una vida funcional en el estado, y reconoce que al principio fue el: ¿y ahora que hago?
“Al principio fue una bomba de desconocimientos, sin embargo, hemos ido avanzando con nuestro hijo”.
Uzi, una madre joven, refiere que lo más importante es que su hijo no tenga límites aunque requiera el apoyo total para poder hacer realidad sus sueños, que es el integrarse y tener amigos de aula.
“Nunca le pusimos límites para poder pertenecer a un centro educativo, hemos investigado y en comunicación con los maestros, con el directivo para que nos pueda dar la oportunidad de que mi hijo sea parte y que aprenda y que sea parte de reglas y protocolos”.
Pero lo más importante es para ella, que su hijo sea feliz formando parte de una comunidad que como él, buscan ganar espacios sociales.
“Pero sobre todo que sea un niño feliz, y esta parte nos ha ayudado mucho a que las habilidades para la vida que se incluyen en esta escuela siempre sean para mejorar”.
Ahora, Uzi Arzate refiere que, ha podido lograr que su hijo conozca la tolerancia y el sentido de la pertenencia, porque muchas ocasiones, los padres de familia por el mismo desconocimiento al diagnóstico, no dejan que sus hijos desarrollen sus capacidades.
“A veces tenemos un poquito de miedo a las nuevas posibilidades. Entonces, es a la tolerancia y el saber que pertenece a un lugar con un horario, con unos amigo, con un maestro, reconocer los nombres, reconocer el lugar y saber que el necesita de estos espacios, que entra feliz y sale feliz, es para mi muy gratificante”.
Pero ahora su mayor sueño, es que su pequeño hijo del que asegura aprende día con día, es que en algún momento le diga: ¡Soy Feliz!
“Mi sueño más grande es que siga siendo feliz, conozco sus alcances más no sus limitaciones y eso para mi, y que el me pueda decir soy feliz, con sus palabras porque es un niño no verbal para mi sería el regalo más grande”.
Los retos en el aula
Pero no solamente se trata de la inclusión, sino el lograr un mecanismo de enseñanza para estos pequeños que no tiene un método regular como cualquier escuela, sino uno que implique una participación.
Con 24 años de servicio, Oyuki Arellano Serratos, docente de tercero y cuarto año de primaria multigrado en Kadidza, destacó que los padres son un factor fundamental, porque el trabajo pedagógico debe verse fortalecido en las aulas.
“Se ha visto en muchas ocasiones por la sociedad, como estudiantes que tienen pocas posibilidades para poder hacer una vida dentro de lo normal, pero nosotros como institución trabajamos esas fortalezas como padres de familia”.
Añadió que, desde la escuela se realizan programas específicos para brindar a los estudiantes herramientas y que lleva a los estudiantes a desarrollarse en un entorno social y en algunos casos hasta laboral.
“Nosotros trabajamos en proyectos a partir de esas necesidades que vamos identificando y dentro de estos proyectos vamos haciendo subgrupos donde vamos delimitando qué puede hacer este estudiante”.
Oyuki, mencionó que los padres de familia en muchas ocasiones tienen miedo del entorno de su hijo y esto pueden cegar el desarrollo de sus hijos.
“A veces es el miedo a enfrentar las posibilidades o capacidades que tienen sus hijos, porque muchas ocasiones dicen: no puedo, es que no sabe o no se como hacerlo, pero en la medida que nosotros vamos haciendo ese engranaje con padres de familia, se va generando confianza”.
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