Bajo la sombra de un almendro, justo en la curva de la calle Cecilio Guzmán de la colonia Heriberto Kehoe de Ciudad Madero, se encuentra Martín Hernández Soberanes, quien ha podido encarar con energía la secuela de polio que desde muy niño lo dejó postrado en una silla sobre ruedas.
El trabajo no es nada desconocido para él pues ha sabido ganarse la vida entre suelas, tacones y suturas con su taller de reparación de calzado.
Un hombre quien no está solo
Mientras arregla unos zapatos negros de piel, la gente que pasa por el lugar le saluda, algunos dejan sus zapatos para reparación y otros para recoger los que ya están listos. Pero no está solo, le acompaña su esposa María Isabel, y entre ambos dan un nuevo lustre a sus vidas.
“De dedicarme solamente a reparar calzado tengo más de ocho años, antes vendía lápices, plumas, collares, afuera de las escuelas Francisco I Madero y la secundaria cinco pero cuando vino la pandemia tuve qué cambiarme a buscar la manera de ganar una moneda más. Gracias a Dios me ha ido bien, tengo a mi pareja que es la que me echa la mano, los dos estamos generando nuestra propia moneda”.
Martín dice que gracias a su silla de ruedas donada por la Asociación “Vida Independiente”, ha aprendido a subir y bajar rampas, escalones “todo lo que conlleva la discapacidad y andar en un silla de ruedas, es una silla con mayor movilidad a comparación de una usada clínicamente”.
A los cinco años de nacido, le contaron sus padres, que le dio mucha fiebre y como no le vacunaron contra la poliomielitis “esto es la secuela que me dejó la polio, la vacunación no fue a tiempo y ya no pude mover mis piernas, entonces yo aprendí a vivir con mi discapacidad desde muy pequeño”.
Pareja ha sido apoyada por la comunidad
Martín y María Isabel, han sido arropados por la buena voluntad de las personas que les conocen, les dan trabajo pero además les ofrecen la comida durante el día “hay gente que nos invita un taco, otras en el mes de diciembre nos regala despensa, a veces me dejan el cambio cuando cobro el trabajo. Me siento bendecido, gracias a Dios hay trabajo y tengo para mi comida diaria”.
Hernández Soberanes, recorre 800 metros de su casa a su lugar de trabajo, lo hace remolcando con su silla un carrito lleno de zapatos “lo amarro de mi silla, lo jalo cargado con todos los zapatos y llegando aquí lo descargo para ver qué trabajos tengo pendientes y terminarlos y ha seguir recibiendo lo que me caiga para poder seguir adelante, gracias a Dios he aprendido a ganarme la vida así”
La mentalidad de Martín cambió mientras fue evolucionando
Es sincero y dice que en su infancia y juventud, era muy atenido ya que tenía a sus padres y a sus hermanos que le apoyaban “me daban mi dinerillo para pasarla, pero pues luego agarraba malas compañías, pero gracias a Dios mi mentalidad cambió cuando entré al deporte adaptado, jugué basquetbol muchos años, casi 12 años fuimos campeones estatales invictos, todo eso me cambió el chip y ahora me dedico a lo que es, trabajar y además me encontré una buena mujer”, culminó.
JETL