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Petróleo y dinero convirtieron a Tampico en el codiciado botín de una batalla revolucionaria entre villistas y carrancistas en 1915

Un episodio decisivo surgió en torno a un enclave clave del noreste, donde intereses nacionales y fuerzas en pugna tejieron una historia cuyo impacto aún resuena y revela detalles poco conocidos de aquella época.

En 1915, Tampico no fue el campo de batalla, pero sí el objetivo real de un combate que estalló cuando la Revolución Mexicana viró hacia las riquezas del puerto, entonces uno de los recursos estratégicos más codiciados del país.

La Batalla del Ébano fue el episodio en el que dos caudillos se disputaron el control del petróleo, el dinero y el poder que emanaba del segundo puerto más importante de México, en un contexto marcado por la presión y los intereses de potencias extranjeras.

Tras la ruptura entre Francisco Villa y Venustiano Carranza, la vieja alianza revolucionaria se convirtió en una lucha feroz que se extendió por todo el país. En Tamaulipas, el jefe de la División del Norte fijó la mira en Tampico y envió a sus hombres a tomar la ciudad, mientras que el Ejército Constitucionalista defendió a toda costa esta zona petrolera y ferroviaria clave de la economía nacional.

Aquí se administraba la mayor producción y exportación de petróleo del país, principalmente de compañías estadounidenses y británicas. Por ello, controlar Tampico significaba dominar ingresos, combustible y rutas marítimas, señala en entrevista el escritor Roberto Guzmán Quintero.

“A principios del siglo XX, ésta era una de las ciudades más importantes del país. No es que aquí se extrajera petróleo, aquí se administraba. Los pozos estaban en Cerro Azul y Naranjos, Veracruz, y de ahí llegaban los oleoductos a la refinería de Árbol Grande —hoy Ciudad Madero— donde la compañía El Águila refinaba el crudo para su exportación. En la región también había riqueza agrícola, ganadería y agua en abundancia”.

Subraya que Ébano, San Luis Potosí, ubicado a 70 kilómetros de Tampico, era entonces la única forma de llegar a la ciudad y debía accederse por la ruta ferroviaria que venía desde el altiplano.

Para los villistas parecía sencillo romper ese corredor, pero si lo conseguían, la posición diplomática de Carranza se debilitaba por completo, cuando tenía acuerdos con Estados Unidos para facilitar las operaciones petroleras.

“Carranza envió su ejército a Ébano para impedir a toda costa el avance villista. Fue una lucha por el poder, una lucha entre caudillos marcada por la estrategia en la defensa de Tampico, donde estaba instalado su cuartel”, comenta Guzmán Quintero.
El conflicto por el control del petróleo convirtió a Tampico y El Ébano en escenarios clave de la Revolución Mexicana entre villistas y carrancistas
Dominar Tampico era dominar ingresos, combustible y rutas marítimas, clave para la guerra.

Una lucha de 74 días que se volvió un infierno para los villistas

El autor de La Batalla del Ébano, obra que ya suma tres ediciones, relata que el asedio se prolongó 74 días y provocó un desgaste brutal en las tropas villistas comandadas por Manuel Chao. En contraste, las fuerzas carrancistas dirigidas por Pablo González tenían hasta un casino para distraerse en los momentos de inactividad.

“Las tropas de Villa, aisladas, desorganizadas, mal abastecidas, incomunicadas y sometidas a condiciones durísimas del terreno, intentaron una y otra vez romper las líneas defensivas, pero los constitucionalistas resistieron atrincherados entre instalaciones petroleras convertidas en fortificaciones improvisadas”.

A principios de 1915, El Ébano, San Luis Potosí, era una zona petrolera crucial, un punto neurálgico para la industria energética. Ahí se perforó el primer pozo comercial del país y se concentraban las instalaciones de la Huasteca Petroleum Company, encargada de abastecer buena parte del noreste.

Durante la batalla, el calor extremo, la escasez de agua, las enfermedades y los ataques continuos convirtieron el enfrentamiento en un infierno para los villistas. El avance era nulo, los cuerpos se acumulaban y el conflicto parecía interminable. El desenlace llegó con el agotamiento y la desmoralización de los hombres de Villa, agravada por los fusilamientos dentro de su propio bando, contra quienes, viendo imposible resistir, intentaban retroceder.

Intereses extranjeros tomaron partido en el movimiento

Los carrancistas contaban con el respaldo de las compañías petroleras extranjeras, que buscaban seguridad, legalidad y estabilidad para desarrollar sus actividades. México atravesaba entonces un periodo convulso, marcado por los movimientos sociales y la inestabilidad política de principios del siglo XX.

“Había intereses extranjeros que podían verse afectados si Villa tomaba Tampico, sobre todo los de las compañías petroleras estadonidenses e inglesas, como El Águila. Estas empresas buscaban siempre la mano protectora de quien estuviera en el poder, y evidentemente estuvieron del lado de Carranza, cuya estrategia defensiva resultó efectiva, mientras Villa fracasó y comenzó su declive”.

Con el fin de esta batalla, junto con las del Bajío y otras regiones, se cerró una etapa de profundo caos en México. Al asegurar el control de la zona petrolera, los carrancistas consolidaron el movimiento constitucionalista y afianzaron el poder.

Roberto Guzmán sostiene que Francisco Villa buscaba el poder por el poder, sin un proyecto de política nacional ni un sustento moral claro. 

“Ocurrente, impulsivo, vanidoso y ególatra, aunque seguido por miles, disputaba un poder que no le correspondía; era un guerrillero, no un político, y ese error de cálculo lo llevó finalmente a convertirse en prófugo de la justicia”.

Tampico, como ciudad y centro urbano, no resintió el impacto directo del combate; aquí las personas seguían con su vida cotidiana. 

“Se presumía que si Villa conquistaba la plaza, iba a extorsionar a los empresarios petroleros para financiar su proyecto bélico en resto del país y aprovechar el petróleo y las rutas ferroviarias y marítimas del puerto”, concluye el investigador histórico.

Tampico fue sitiado dos años antes por los carrancistas

Dos años antes de la Batalla de El Ébano, en Tampico se preparaba la defensa del puerto y se desencadenaron hechos que llevaron a la toma de la ciudad por parte de los constitucionalistas comandados por Venustiano Carranza.

“Se tiene la idea de que la Revolución Mexicana no llegó a nuestra ciudad porque nadie quería perjudicar la riqueza petrolera que se producía aquí y de la que todos se querían beneficiar, pero la realidad fue que, el 10 de diciembre de 1913, comenzó el asedio al puerto”, expresa Elvia Holguera Altamirano, directora del Museo Tampico.

Precisa que la defensa estaba a cargo del general huertista Ignacio Morelos Zaragoza, quien trasladó los poderes estatales a Tampico, convirtiéndolo en la capital de Tamaulipas y estableciendo en la recién inaugurada escuela Gabino Barrera la sede del gobierno.

“Los constitucionalistas atacaron la ciudad desde Altamira con más de 2 mil hombres y la sitiaron durante casi cinco meses. La Línea Defensiva Norte comprendía todas las nuevas colonias, donde se hicieron trincheras y se instaló artillería, cercana a los actuales cementerios y hasta la laguna del Carpintero”.

También desde el río Pánuco participaron en la defensa los buques de guerra nacionales Veracruz, Bravo, Zaragoza y El Progreso, que bombardeaban a los atacantes con sus cañones. A ello se sumó la llegada de más de 40 barcos de guerra extranjeros para evacuar a sus compatriotas y familias, especialmente norteamericanos, ingleses, alemanes, holandeses, franceses y españoles.

“Tras intensos combates, el general Morelos Zaragoza no pudo sostener la plaza y recibió la orden de evacuarla el 13 de mayo de 1914. Los barcos de guerra federales zarparon y solo permaneció el Veracruz, que cubrió la retirada por tren de las tropas que salían por el rumbo de Tamós (municipio de Pánuco)”, menciona Holguera Altamirano.

La entrada de los carrancistas fue angustiante para la población, pues se esperaban fuertes represalias y saqueos, pero aunque hubo excesos y hechos lamentables, pronto se normalizó la situación. Y es que el inicio de la Primera Guerra Mundial convertía a Tampico en un punto estratégico internacional, donde el petróleo sería fundamental, primero para la Armada británica y, desde 1917, para Estados Unidos, ayudándoles a ganar la guerra.

“Para el Ejército Constitucionalista que respaldaba al presidente Carranza, la toma de Tampico por el general Pablo González fue decisiva: aseguró los ingresos petroleros y el control de este importante puerto estratégico. Le quitaba la plaza más importante al Ejército Federal, provocando la caída de Victoriano Huerta”.

Elvia Holguera enfatiza que el general González establecería su cuartel general en la que ahora se conoce como Casa Gándara y desde ahí dirigiría la Batalla del Ébano, deteniendo a los villistas. Ese triunfo fue clave para consolidar el avance constitucionalista en la Revolución Mexicana.

Este episodio clave de la historia se exhibe en el Museo de la Ciudad de Tampico, donde también se muestran piezas relevantes del armamento utilizado en aquella época, como una pistola, una espada y un cuchillo, donados en comodato por familias de la zona.

La directora del Museo de la Ciudad de Tampico invita a la población a visitar este espacio histórico y cultural, para conocer aquella época y contribuir a fortalecer la identidad y el orgullo local.

El conflicto por el control del petróleo convirtió a Tampico y El Ébano en escenarios clave de la Revolución Mexicana entre villistas y carrancistas
Venustiano Carranza y los constitucionalistas preparan la toma del puerto dos años antes de El Ébano.

Carrera Torres, el revolucionario de Tamaulipas que sembró la justicia agraria

En el mapa de la Revolución Mexicana, Tamaulipas suele aparecer como territorio de paso, batallas, trenes, generales de otros estados cruzando rumbo al norte. Pero en el altiplano tamaulipeco surgió un movimiento propio, radical y adelantado a su tiempo, hoy casi borrado de la memoria nacional: el carrerismo, encabezado por Alberto Carrera Torres.

En plena vorágine revolucionaria, emergió como uno de los primeros impulsores de la justicia agraria. Maestro y combatiente, escribió a mano un proyecto inicial de reparto de tierras que anticipó cambios que el país tardaría décadas en asumir. Su nombre quedó relegado en la historia nacional, pero su influencia sigue latiendo en la raíz del México campesino.

El historiador José de Jesús Sandoval Acuña señala que el maestro rural, convertido en jefe revolucionario, promulgó en 1913 una de las primeras leyes agrarias del país, que planteaba el reparto de tierras, la limitación del poder de los hacendados y la defensa de los peones, mucho antes de que el constitucionalismo hiciera suyo el discurso social.

“Su proyecto reunió a campesinos, jornaleros y maestros que vieron en él la posibilidad de un orden más justo en las sierras de Tula y Jaumave. Sin embargo, el carrerismo fue absorbido, marginado o reprimido a medida que los liderazgos nacionales impusieron sus prioridades”, expone.

Con el fusilamiento de Carrera Torres en 1915, el movimiento quedó relegado a notas dispersas en archivos militares. Hoy, mientras se reivindican otros caudillos, Tamaulipas conserva un capítulo revolucionario propio que rara vez se cuenta: un intento temprano de justicia agraria que nunca llegó a convertirse en bandera nacional. Pero si algo demuestra el carrerismo es que la Revolución no tuvo un solo centro, sino que también germinó en las periferias, donde aún quedan historias por rescatar.

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Cristina Gómez
  • Cristina Gómez
  • Con más de tres décadas en el periodismo, escribir es mi pasión. Buscadora de verdades ocultas, de convertir cifras en relatos y de tejer reportajes que dejen huella en la memoria colectiva, porque todo dato encierra un rostro, una vida, una historia. Orgullosamente panuquense y tampiqueña por adopción.
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