Sátántangó (1994) no es solo una película: es una experiencia cinematográfica única. Con sus siete horas y doce minutos de duración, esta obra en blanco y negro adapta la novela homónima del escritor húngaro László Krasznahorkai, quien también participó como co-guionista, y fue dirigida por su colaborador habitual, el maestro Béla Tarr.
Estrenada hace más de tres décadas en el Festival de Berlín, Sátántangó ha pasado de ser una curiosidad por su duración y estilo poco convencional a convertirse en un clásico de culto. Su narrativa no lineal, las largas tomas y la atmósfera de absurdo y nihilismo la hacen inolvidable para quienes se sumergen en ella.
En 2025, con el anuncio del Premio Nobel de Literatura para Krasznahorkai, la película vuelve a brillar. El escritor húngaro fue reconocido por su “obra convincente y visionaria que, en medio del terror apocalíptico, reafirma el poder del arte”, y esto da a Sátántangó un valor renovado como referente tanto de la literatura como del cine contemporáneo.


El origen literario: La novela de Krasznahorkai como semilla apocalíptica
Todo comienza en 1985, cuando László Krasznahorkai publica Sátántangó, su debut novelístico, en plena Hungría comunista.
Esta obra no es un relato convencional; es un tapiz de 12 capítulos que según el autor, "se mueven como los pasos de un tango: seis hacia adelante, seis hacia atrás", explorando la disolución de una comunidad rural a través de perspectivas fragmentadas y temporales no lineales.
Krasznahorkai, nacido en 1954 en Gyula, teje una narrativa densa, con oraciones interminables que reflejan el estancamiento existencial de sus personajes.
Temas como el nihilismo, la ausencia de autoridad y la indiferencia ante el mal impregnan el texto, ambientado en un pueblo agonizante donde la fábrica colectiva ha cerrado, dejando a sus habitantes en un limbo de borracheras y supersticiones.
La novela captura la "melancolía de la resistencia" (título de otra obra de Krasznahorkai) ante el fin de una era. Es expansiva y humorística en su absurdo, pero claustrofóbica en su interioridad: los aldeanos, atrapados en obsesiones paranoicas, bailan al borde del abismo.
Críticos como Jacob Silverman en The New York Times la describen como "más digerible" que las obras posteriores del autor, pero igual de perturbadora en su exploración de la decadencia.
Krasznahorkai no solo escribió el guion de la adaptación fílmica; su colaboración con Tarr transformó la literatura en un ritual visual.
???? 'Sátántangó' (Béla Tarr, 1994). pic.twitter.com/SC2kEyyWxR
— Eva Arriaga Durán (@EvaArriagaD) August 16, 2025
Pero... ¿De qué trata?
Ambientada en un aislado pueblo húngaro a finales de los años 80, Sátántangó sigue a un colectivo agrícola en descomposición tras el cierre de su fábrica.
Los habitantes: un puñado de familias, un médico alcohólico y un par de estafadores, esperan un pago final que les permita escapar de la miseria.
Pero la llegada de Irimías, un antiguo compañero dado por muerto, y su socio Petrisch, desata una espiral de engaños y tragedias.
Irimías, un informante policial con aires mesiánicos, manipula la credulidad del grupo, prometiendo redención mientras planea huir con su dinero.
La estructura es un espejo del tango: eventos se repiten desde ángulos distintos, revelando capas de traición y desesperación.
Una niña, Estike, envenena a su gato y se suicida en una secuencia brutal que simboliza la inocencia corrompida. El clímax es un baile colectivo de seis horas (reducido en la película a una secuencia hipnótica), donde el pueblo se entrega a un frenesí etílico, ignorando el caos inminente.
Tarr y Krasznahorkai no ofrecen resolución; solo un ciclo de violencia y vandalismo que evoca el colapso del comunismo, pero trasciende lo político para indagar en la fragilidad humana, según el NYT.
Have you watched the film ‘Sátántangó’ based on 2025 literature laureate László Krasznahorkai’s novel?
— The Nobel Prize (@NobelPrize) October 9, 2025
The novel portrays, in powerfully suggestive terms, a destitute group of residents on an abandoned collective farm in the Hungarian countryside just before the fall of… pic.twitter.com/7jsuQ73DCL
La producción: Siete años de espera para un tango eterno
Béla Tarr soñaba con adaptar Sátántangó desde 1985, pero el régimen comunista húngaro lo vetó por su cine anterior, como Almanac of Fall (1984), considerado subversivo.
Solo con la caída del Muro de Berlín en 1989, Tarr pudo regresar y comenzar la preproducción en 1990. El rodaje duró 120 días entre 1990 y 1994, filmado en blanco y negro con un equipo mínimo en locaciones reales de Örség, una región remota de Hungría.
Tarr, su esposa y editora Ágnes Hranitzky, el cinematógrafo Fred Kelemen y el compositor Mihály Víg (quien también interpreta a Irimías) formaron un núcleo colaborativo que Tarr describe como "cine colectivo".
La clave son las tomas largas: la apertura, un plano de casi ocho minutos de vacas pastando, establece el ritmo deliberadamente lento. Tarr rechazó el montaje rápido de Hollywood por un estilo influido por Tarkovsky y Angelopoulos, usando steadicam para giros fluidos que capturan el tedio y la inevitabilidad.
El resultado: 143 tomas en 439 minutos, una hazaña técnica que Tarr defiende diciendo: "La longitud depende de lo que quieras decir. No me importa lo aceptable".
Estrenada en Berlín en 1994, su duración la confinó a circuitos artísticos, pero su estatus creció con el DVD de 2006. En foros como Letterboxd y Reddit, fans la veneran como "un rito de paso, un antídoto al cine comercial".
El Nobel de Krasznahorkai en 2025 amplifica su eco: ahora, no solo es un desafío fílmico, sino un testimonio literario-cinematográfico del terror apocalíptico.
"No busco espectáculo. Busco que el espectador se reencuentre con la experiencia pura de mirar. El cine no debe entretener. Debe confrontar"
— King of Fårö (@KingofFr1) September 14, 2025
Contemplar lo horrible, sin el alivio del corte, es justo ese sacrificio que Béla Tarr nos exige. La elección es nuestra.
Sátántango, 1994 pic.twitter.com/VapJOcXQqK