Si bien Emily Blunt y Dwayne Johnson se habían conocido años atrás durante el rodaje de Jungle Cruise, su dinámica fue completamente distinta en La Máquina: The Smashing Machine. En esta nueva colaboración en la que fueron dirigidos por Benny Safdie, interpretan a una pareja que atraviesa un torbellino emocional marcado por la adicción, la exigencia y el amor codependiente.

En la cinta, que se estrenará el 9 de octubre en cines, Emily Blunt da vida a Dawn, la pareja de Marr Kerr, una mujer atrapada entre el amor profundo que siente por él y el desgaste emocional de convivir con alguien consumido por la violencia del ring y la adicción.

Desde su primer encuentro en la vida real con el ex luchador profesional que conquistó los rings de la WWE, y que se ha convertido en una de las estrellas más taquilleras de Hollywood, Blunt confesó haberse sentido sorprendida por el verdadero carácter de su compañero, muy alejado de la imagen que el público asocia con The Rock, su alter ego.
“Nos hicimos amigos muy rápido; desarrollamos un lenguaje secreto inmediato, algo que solo ocurre con ciertas personas con las que conectas profundamente, y si tienes suerte, te las llevas más allá de la película —compartió la actriz en una charla con Johnson en el Toronto International Film Festival (TIFF)—. Recuerdo que para Jungle Cruise estábamos rodando en Hawái, y estaba lloviendo mucho. Nos sentamos bajo un paraguas y simplemente hablamos y compartimos nuestras almas. Me impresionó lo diferente que era de lo que había imaginado”.
La británica, conocida por películas como A Quiet Place o The Devil Wears Prada, realmente se sorprendió al descubrir el lado tierno, introspectivo y profundamente humano de su compañero.
“Le dije muy al principio que The Rock era, en realidad, la actuación de su vida. Porque me di cuenta de que Dwayne es un actor de carácter increíble: gentil, contemplativo y amable, además de muy divertido. No es que lo hubiera subestimado, pero quizá había asumido que estaba más cerca de su figura pública”, admitió Blunt.
Entre la fe y el miedo sincero
Cuando Safdie les presentó el proyecto The Smashing Machine, la actriz no dudó en aceptarlo, porque sabía de la capacidad de su amigo para encarnar a Mark Kerr, el legendario luchador de artes marciales mixtas cuya fortaleza física contrastaba con una profunda fragilidad emocional.
“Siempre he sentido en él un pozo profundo de experiencias: desde su infancia hasta su manera de mirar el mundo y de caminar por la vida. Todo en Dwayne es único y está lleno de matices. Y como es tan curioso, tiene una enorme capacidad para explorar y canalizar todo eso en un papel como este, tan exigente emocionalmente. Por eso tenía absoluta fe en él; Benny y yo no tuvimos ninguna duda, ninguna”, remarcó.
Incluso, en los momentos más complejos del rodaje, Blunt animó a su amigo y coprotagonista a abrazar el miedo y convertirlo en una herramienta creativa.
“Cada película es un salto hacia lo desconocido. Así que, más que nada, traté de recordarle que está bien sentir miedo, incluso un miedo enorme, casi aterrador. Porque cuando el cuerpo se prepara para algo así, también se prepara para hacer algo grande, verdadero. Y creo que eso fue lo que le permitió llegar tan lejos emocionalmente”, consideró.
La dura técnica en la grabación de The Smashing Machine
Otro de los distintivos del rodaje fue la decisión del director de filmar con un estilo casi documental, buscando que el espectador tuviera la sensación de estar viendo a personas reales, no interpretaciones, como si presenciara momentos muy íntimos. Esta aproximación permitió que Johnson y Blunt se sumergieran por completo en la historia.
“El ambiente que Benny crea en el set es de libertad total; las reglas desaparecen y todo se vuelve un espacio muy espontáneo. No se filma de más; apenas ves una cámara —explicó la actriz—. Todo fluye de manera natural porque estás sostenido en un entorno que te transporta por completo”.

Incluso, en algunas de las secuencias más complejas a nivel emocional; como en las discusiones de pareja, la intensidad fue tan real que ambos se olvidaban del rodaje.
“Recuerdo cuando Dwayne y yo nos gritábamos en la cocina: realmente lo estábamos haciendo, no había cámaras a la vista. Era inquietante, pero ese entorno favorece que gran parte del trabajo surja por sí solo”, remarcó Blunt.
“Cuando Emily y yo entrábamos a nuestras escenas; muchas de ellas que muestran a una pareja real, codependiente, que está atravesando momentos difíciles, y con drogas de por medio, había amor, y una energía eléctrica. Y también había peleas, duras y crudas. Pero al llegar al set no veíamos ninguna cámara, ni luces, porque Benny construyó la casa desde cero para poder ocultarlas”, complementó Johnson en TIFF.
Para Blunt, el mayor reto —y la mayor recompensa— fue mantener esta historia libre de fórmulas, y poder entregar una actuación honesta.
“Si estás haciendo una película profundamente humana, tienes que permitir que los personajes, con todas sus fallas, se comporten no como nos gustaría, sino como son; pero así somos los seres humanos. Benny nos animaba mucho a no convertir esta relación en algo idílico de película, o en personajes que ya hemos visto. Nos pidió buscar lo auténtico, todos los días. Y esa búsqueda constante fue increíblemente estimulante”, concluyó la actriz.
Cómo se convirtió The Rock en Marr Kerr
Emily Blunt le recomendó al actor a su coach vocal: Elizabeth Himelstein (con quien trabajó en Oppenheimer), para ayudarlo a crear la voz suave y contenida de Kerr.
El maquillaje y las prótesis creadas por el artista Kazu Hiro le requerían a Johnson entre tres y cuatro horas diarias de preparación.
Las escenas más intensas (como las peleas de pareja en la cocina) se rodaron sin cámaras visibles ni focos, lo que llevó a los actores a olvidar que estaban filmando.
The Rock es solo tres años más joven que el Kerr de la vida real, mientras que la película cubre su época compitiendo en MMA, que ocurrió cuando tenía unos 30 años.
jk