La lucha libre es maravillosa, pero exigente; no basta con tener la técnica (indispensable, por supuesto) sino que falta carisma para ganarse el corazón del público; y cuando un gladiador cumple ambos requisitos su éxito está casi asegurado... pues al Hijo del Payaso Pura Santa le sobran ambas cosas.
No por nada todos gritan su nombre cada vez que sube al ring. Sin importar que lo haga como rudo o técnico porque es todo terreno, siempre enciende la arena con sus payasadas. Esa chispa que lo caracteriza se contagia al público para detonar sus gritos.
Pero donde caben ovaciones también caben consuelos, pues a lo largo de la década que ha vivido en los encordados también probó las derrotas más amargas. Desde rivales 'cueteros', hasta lesiones incapacitantes, o crisis mentales que lo han puesto al borde del retiro.
Por fortuna, goza de la fortaleza que solo te da la calle, donde ha luchado desde que era niño. Eso, sumado al amor que siente por el deporte (que comparte con toda su familia, suegros, esposa e hijos) lo han llevado a superar las caídas, a aprender de ellas para volverse más fuerte.
Él es la prueba viviente de que la infancia no es destino. "No porque tu papá sea ratero tú vas a serlo también", comenta a MILENIO, feliz porque le da a sus hijos una mejor figura paterna a la que él tuvo.
Luchador desde la infancia

El hombre que hoy desfila confiado en cualquier ring alguna vez fue un niño vestido del Místico, que veía a los luchadores en la Arena Coliseo todos los domingos junto a su abuelo. Lo que durante su infancia era solo un sueño, hoy es su pan de cada día.
"Todo empieza en mi cumpleaños número 3, cuando mi tío me dio un regalo, insignificante para muchos pero muy importante para mí. Era una máscara de juguete, hecha con tela muy rígida, con un ojo por acá y el otro por allá, pero para mí fue el mejor regalo que pudo haber existido. Aún me acuerdo que era una máscara de Pierrot", recuerda.
Nacido en una familia de comerciantes, con puestos de papelería en el Centro Histórico, era casi una religión acudir a la función dominical y, cuando se podía, también los viernes en la catedral de la lucha libre.
"Mi abuelo ya falleció, pero recuerdo mucho que él siempre me cargaba en sus hombros. Yo me venía durmiendo después de las luchas, con mis dos muñecos.
"Fue una infancia muy padre, aunque hubo altas y bajas. Después a mi papá le nació el gusto por la lucha libre y empezó a llevarme también a la Arena México, me compraba máscaras.
"En un cumpleaños me hizo un equipo completo de Místico, yo era super fan. Me hizo la máscara, las botas, la malla, una presentación de Místico. Yo bajé de las escaleras como si estuviera en la arena", narra.
Hoy no usa el traje de su héroe de la infancia, pues ya formó su propio camino con un personaje que porta con orgullo. Pero lo invade la misma ilusión de siempre cada vez que se viste de Pura Santa para salir a 'romperse la madre'.
Eso sí, nunca olvidará su afición por el Príncipe de Plata y Oro, a quien pudo ver durante su era dorada. Incluso estuvo presente cuando éste apostó su máscara en contra de Black Warrior, y lo vio salir con la mano en alto.
"Mi papá me llevó a verla, yo fui con mi equipo, mi máscara, mis botas. Los asientos estaban pegados a la pasarela y cuando Místico ganó, se hincó de frente a la pasarela. Mi papá me subió a la pasarela para que yo lo abrazara. Corrí pero un agente de seguridad me dijo que no me podía subir; me regresé llorando. Místico me estaba esperando con los brazos abiertos, pero me regresaron", rememora.
Nadar contra la corriente, entre el menosprecio

La Arena del Valle es su casa, pues cada que lucha solo o junto a su hermano Pura Santa II los fanáticos enloquecen. Aunque eso no siempre fue así, también les tocó 'machetearle' para ganarse el lugar que tienen.
"Al principio nadie confiaba en nosotros, nadie creía en este personaje. Pero era porque no nos conocían, entonces cuando vieron nuestro trabajo por primera vez fue un éxito.
La gente no es tonta, sabe reconocer a un profesional cuando lo ve y lo recompensa con billetes o monedas arrojados al ring luego del espectáculo... pues las luchas del Pura Santa son sinónimo de dinero, sin excepción. "Los aficionados son los que nos hacen y ellos mismos nos van a deshacer".
"La motivación más grande es subir a un ring. Arriba se me olvida todo: enfermedades, problemas, todo lo que traigo cargando se me olvida", comenta.
El éxito del personaje es resultado de su talento, pero también de las grandes personas que la vida puso en su camino. Por ejemplo, la leyenda a quien puede llamar suegro, Guerrero Nocturno.
Él consiguió una oportunidad para que lo vieran, y no hizo falta más que una función para coronarse como los reyes del lugar.
"Estuvimos más tiempo trabajando en la periferia en todo Ecatepec, en lo que llaman molitos —término despectivo para referirse a las funciones de bajo presupuesto, que suelen ser en la calle— y es muy gratificante cuando la gente nos ve aquí y dicen “ay, yo te vi en Xalostoc, luchando en la calle, abajo del puente de Ecatepec cuando hacen la función de la Santa Muerte”. No hay palabras para agradecer al público", reconoce.
Los únicos payasos de barrio

El alter ego que hoy lo hace brillar no fue el primero que portó. De hecho, su primer nombre fue Secreto Negro, con el que trabajó durante dos años. En ese tiempo conoció a un hombre que le voló la cabeza con su estilo.
En ese punto de su carrera entrenaba con el profesor Rayado, igual que "un señor que traía una chispa que no lo podías creer. Desde el entrenamiento ya te hacía reír con todo lo que decía, porque es una persona de barrio, transparente que te puede mentar la madre aquí si él quiere.
"Me empecé a fijar mucho en él, cómo hacía mortales y a mí me gustaba mucho eso porque mi ídolo era Místico. Así nació el amor hacia el personaje. Yo decía, "quiero ese personaje, quiero usar esa máscara".
Llegó el momento en que se armó de valor para pedirle una oportunidad a su compañero... pero la respuesta fue, cito textualmente: "No, no, no, estás bien pendejo todavía para que te lo pueda dar".
Eso no lo desanimó, después de todo tenía poco tiempo como luchador profesional. Así que siguió preparándose, hasta que consiguió entrar en una promotora de Tepito. Al ver su compromiso con el deporte, su mentor decidió otorgarle el nombre.
"Fue hace 6 años más o menos, antes de la pandemia. Desde la primera vez que me puse la máscara y salí del vestidor hacia el ring fue magia. El personaje trae chispa, solo eres tú el que le metes tu estilo. Pero el personaje, la máscara, las mallas traen algo. Desde que nos cambiamos ya traemos la chispa, estamos bromeando, andamos jugando. Nos llevamos entre nosotros, entonces le pasamos esa energía a la gente.
Es una bendición, porque no cualquier luchador tiene éxito. Hay miles de payasos en la lucha, pero ninguno trae esa chispa, esa esencia de ser un payaso de barrio. Los Payasos Pura Santa siempre llegan al barrio: estábamos en Tepito, estábamos en Neza, ahora estamos en Ecatepec", cuenta.
La lucha lo salvó del reclusorio

De vuelta a la infancia del gladiador, no todo fue miel sobre hojuelas. Luego de pasar sus primeros años en las arenas, con su máscara del Místico, experimentó el divorcio de sus padres, que derivó en cosas más oscuras.
Su progenitor se volvió a enamorar tras la separación, así que ambos se fueron a vivir al barrio de Santa María la Rivera. Ahí todo se fue en picada.
"Mi padre comenzó a delinquir, a hacer cosas no apropiadas. Yo de niño me fui con él, quería estar con él. Ahí empezó a usar sustancias.
Había veces en que tenía problemas con su pareja por las sustancias, y ella nos corría a los dos. Ahí nos tenías, caminando solos a las 3 o 4 de la madrugada. Mi papá iba utilizando sustancias y yo detrás de él. Son cosas que me marcaron mucho.
Sin embargo, Hijo de Pura Santa nunca le perdió el cariño a su viejo. Fue el mejor ante sus ojos, porque lo sacó adelante, aunque no fuera de la mejor forma.
"Su sueño era ser alguien grande en la delincuencia, y lo logró. Pero cuando falleció a mí se me vino todo abajo.
"Un tiempo consumí drogas, pero cuando él muere yo cambié totalmente mi forma de pensar. Dejé las drogas, dejé el alcohol. Decidí alejarme de todo eso para darle un buen ejemplo a mis hijos.
"Eso me enseñó la calle, que nada es tan fácil. Es muy difícil. Vi cuánto sufrió mi papá, cuánto padeció, porque cayó en la cárcel… yo quería seguir esos pasos. Pero la lucha libre me salvó de eso, de caer al reclusorio, de caer a anexos, de ser una mala persona y no ser querido.
"La lucha libre vino a salvar mi vida, y la de mis hijos. Qué les hubiera esperado con un papá como el mío", admite.
Él pudo romper el círculo para ser un mejor jefe de familia que el que tuvo. Hoy le enseña valores a sus hijos, los hace amar el deporte, y daría todo por ellos.
Su vida es un ejemplo de superación, de que se puede salir del barrio, dejar las malas compañías y los vicios. Solo falta voluntad.
"A mí me gusta mucho el barrio, la calle. Mi mamá tiene puestos en el centro y me encanta estar ahí. Donde vivía con mi papá tengo muchos amigos que ahora son delincuentes, pero seguimos hablando. Saludo a los de Santa María la Rivera. Pero mi camino fue diferente, estoy muy agradecido con este personaje que me sacó adelante".
Subir al ring con el cuerpo o la mente rota

Los vuelos, azotes y llaves cobran factura al cuerpo. Las rodillas, codos, muñecas o espalda no son de hule; duelen por los años de desgaste.
Pese a su juventud, la vida diaria de Pura Santa es dolorosa. Algo tan cotidiano como jugar con su hijo puede volverse en su contra. Todo por la entrega que tiene con su afición, pues no la piensa para hacer ningún movimiento.
"En una gira que tuvimos en Tijuana hace como 8 años me lesioné fuerte. Me avientan una guillotina, pero al momento de recibirla me volteo y me caen sobre el hombro, me lo jaló hacia dentro y se me botó la clavícula. Imagínate, todavía me faltaba Mexicali, Rosarito y otra arena en esa misma semana.
Era un evento tras otro y yo andaba con el brazo roto. El promotor me llevo al doctor para que me inyectara, pero me dijeron “no vas a aguantar las tres luchas”. Yo les pedí que me inyectaran tres veces para soportar el dolor y cumplir.
Solo me inmovilizó una parte del hombro y así subí a luchar, con la clavícula de fuera. Ya hasta que regresé aquí para que me lo acomodaron. Estaba muy lejos, no había cómo regresar. Era seguir o seguir, no había más. Diría mi hermano, te mueres en la raya", presume.
Experiencias como esa no solo rompen el físico, sino que deterioran la salud mental. Un alud de pensamientos invade la mente del luchador durante la recuperación, como "ya no va a servir tu brazo, te lo van a cortar". La batalla no se queda en el ring, también llega al cerebro.
"Tenía que mantener a dos hijos y mi familia. Yo iba por el dinero, no había otra que ir por todo para no regresar con nada", fue su motivación.
Para rivales duros, los Skyde

La especialidad de los Pura Santa es el trabajo en equipo. Sus luchas de relevos van con garantía de calidad, pero hay una tercia que los ha hecho ver su suerte en más de una ocasión.
Skyde Jr fue uno de sus primeros rivales duros desde sus encuentros mano a mano, pero cuando los equipos pisaron la misma lona explotó la rivalidad, de forma muy natural, hay que decirlo.
La Arena del Valle ha sido testigo de encuentros extremos, en los que sillas, charolas, palillos chinos y otros objetos han quedado manchados con la sangre de los combatientes.
"La rivalidad llegará hasta donde ellos quieran, nosotros estamos dispuestos. Aquí solo cabe una tercia triunfadora, la favorita de la casa, no puede haber dos. Nosotros no tenemos miedo, siempre lo hemos dicho. A final de cuentas las máscaras están para apostarse.
Como ellos quieran, máscara contra máscara, lucha extrema otra vez, lo que ellos quieran estamos para servirles", reta.
La Familia Nocturna, su mayor tesoro

Hasta ahora hemos visto cómo el Guerrero Nocturno le abrió incontables puertas en su carrera profesional, pero nos interesa la historia de cómo se hicieron familia, literalmente.
Se conocieron en el ambiente de la lucha libre, cuando Pura Santa daba sus primeros pasos como Secreto Negro, hace unos 9 años. En esos años vio por primera vez a su hija, con quien después tendría hijos.
Al principio la relación no pasó más allá de una amistad, pero cuando el Guerrero Nocturno comenzó a confeccionar las máscaras del payaso, comenzó el amor.
"Mi hijo más grande tiene 7 años y está entrenando con mi suegro, igual conmigo. Tengo aparte otros tres, otro niño de 7 años, una de 6, y mi bebé el más pequeño de año y medio", dice sonriente.
Su esposa también es luchadora, igual que su suegra y cuñada, pero tuvo que alejarse de los encordados cuando nació su hijo más joven.
"Eso le dio para abajo. Yo la he impulsado, en la función de Ikaro ella luchó. Le dije “puedes hacer cualquier cosa, solo es cuestión de que quieras”.
Siempre la trato de apoyar, la amo y también a mis hijos. Trato de darles el mejor ejemplo, ser el mejor papá y esposo. Soy el amigo, el que la apoya, a veces el profesor, les digo “venga, sí se puede”. Les echo porras a mi cuñada (que es una hermana para mí), a mi suegra que también luchan.
Somos un gran equipo, hay veces que hemos luchado juntos mi hermano, yo y mi suegro contra mi suegra, mi esposa y mi cuñada", añade.
Como no podía ser de otra forma, del amor entre dos luchadores nacieron nuevos elementos para la dinastía. Su descendencia ha vivido en el ambiente desde el día siguiente al nacimiento, literalmente.
"La dinastía está en buenas manos, con mi hijo y mi cuñadito. Mucha gente los conoce, desde recién nacidos siempre han andado en las luchas. Al siguiente día de que mi esposa tuvo a mi último bebé me acompañó a la función. Mi bebé ya andaba ahí con todos los luchadores, todos lo cargaron.
Mi hijo siempre me ve luchar, es algo muy gratificante porque ya lo traen en la sangre. Me dice, “mira papá, cómo hago este mortal, o esta llave”. Es un niño muy inteligente, muy preparado.
Ansiedad, el rival más duro a vencer

En 10 años ha luchado con todo tipo de personas, pero el combate más fuerte, el que casi lo hace tirar la toalla, fue contra sus propios pensamientos.
Crisis de ansiedad mezclados con ataques de pánico pudieron acabar con su carrera hace no mucho. Unos meses atrás, Pura Santa dijo "no más", y por poco abandona su amada máscara.
"Estaba seguro de que se había acabado para mí. La que me hizo recapacitar fue mi esposa, me recordó todo lo que me había esforzado.
Yo ya le había perdido el cariño y la emoción al hacerme una máscara nueva, o un equipo nuevo. Ya se me había ido.
Gracias a las personas que me rodean, mi suegra, mis hijos, mi hermano, gracias a eso estoy aquí. Por eso me llena tanto escuchar a las personas gritar mi nombre.
Mi suegro el Guerrero Nocturno me decía “échale ganas, chaparro, ¿Qué traes? Ánimo, tú puedes”, entonces pienso en todo lo que él vivió", agradece.
La guerra contra los pensamientos todavía no llega a la última caída, pero con el apoyo de sus seres queridos Pura Santa ha logrado salir avante, con nuevas experiencias.
"La ansiedad todavía existe dentro de mí, pero lo más importante es recordarme a mí mismo: “tú puedes, eres grande, la lucha libre es tu sueño”. Le ruego a Dios que no me aleje de mi familia, que no me quite la lucha libre, que me ayude a crecer.
Me repito que la ansiedad no es más fuerte que yo. Poco a poco he conseguido superarla. Cuando la gente grita mi nombre se me borra toda la ansiedad", se sincera.
¿Qué sigue para Pura Santa?

La edad tiene sus desventajas, pero también trae nuevas fortalezas. En 10 años como luchador, Hijo de Pura Santa ha vivido de todo (victorias, caídas, renacimientos).
Ciertamente ya no es el mismo que cuando empezó, pues hoy tiene bien claro su objetivo: llegar a una gran empresa.
"Ya llevo 10 años de carrera, de batallar, de padecer, pero cuando vienes de la nada otro lugar al que ir sino hacia arriba. Cuando nadie te ha regalado nada, cuando todo te ha costado, lo único que quieres es llegar lejos, ser una estrella de la lucha libre.
De hecho, estuvo a punto de conseguirlo, pero su mismo ego lo detuvo. Perdió el piso, y con ello una gran oportunidad.
"Mi otro hermano y yo estábamos por entrar a una empresa grande. Me frustré porque yo ya estaba a nada de entrar… no se me dio porque traía el ego muy alto. Se nos subió la fama, nos subimos a un tabique y nos mareamos. Ya nos sentíamos estrellas, cobrábamos bien caro, las máscaras igual. Nos sentíamos algo que todavía no éramos.
La misma lucha te baja, te pone en tu lugar. Pero después de estos 10 años de carrera luchística, ya maduré como profesional", se sincera.
Mientras eso ocurre, no le queda más que agradecer a cada persona que ha impulsado su carrera de algún modo. Promete dar más tanto para los fanáticos, como para la familia que lo espera al terminar la función.
"Le ponemos mucho amor y mucho esfuerzo a lo que hacemos, solamente para agradarle al público, porque por ellos somos todo y sin ellos no somos nada", concluye.
SNGZ