El pasado domingo, una manifestación convocada para protestar contra la gentrificación en la Ciudad de México se vio empañada por actos lamentables de violencia y destrucción.
Un grupo minoritario se separó del contingente principal —cuya intención era ejercer un reclamo legítimo y pacífico— y se dirigió al Centro Cultural Universitario de la UNAM, donde cometió actos de vandalismo y saqueo.
Se registraron daños significativos en casetas de vigilancia, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) y en la Librería Julio Torri, espacios emblemáticos que promueven el arte, la reflexión y la literatura dentro de Ciudad Universitaria.
Ante estos hechos, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) condenó enérgicamente la destrucción y reiteró su compromiso con la libertad de expresión, la pluralidad y el derecho a la manifestación pacífica. En contraste, rechazó toda forma de violencia, agresión e intolerancia como métodos de protesta.
Tras los disturbios, la institución informó que ya se encuentra evaluando el alcance de los daños y que presentará las denuncias correspondientes ante las autoridades de la Ciudad de México, con el fin de que se investigue y sancione a los responsables.
En un comunicado oficial, la UNAM subrayó que seguirá siendo un espacio abierto al debate, el diálogo y la crítica social, pero que no tolerará la destrucción de bienes comunes ni actos que atenten contra los derechos de otros.
Si bien las protestas contra la gentrificación buscan visibilizar los efectos negativos de este fenómeno —como el desplazamiento de comunidades y el aumento desmedido en los precios de vivienda—, lo ocurrido en Ciudad Universitaria evidencia la importancia de que las movilizaciones se desarrollen dentro del marco del respeto y la no violencia, para no desvirtuar sus causas ni perjudicar su legitimidad.
JCM
