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Rodrigo Plá: “No hay película que no sea política”

Sonia Bonet es una mujer cuya desesperación por alargar la vida de su esposo la lleva a enfrentarse a la indiferencia y corrupción de las instituciones sanitarias

En su nuevo filme, Un monstruo de mil cabezas, el realizador Rodrigo Plá construye un personaje orillado a experimentar una situación límite.

En su cine, el discurso social es una constante. ¿El artista debe ser comprometido?

No hay película que no sea política. Un monstruo de mil cabezas refleja mis inquietudes y las de Laura Santullo, autora de la historia original. Al inicio del proyecto, prestamos interés a las corporaciones que están sobre los gobiernos y la forma en cómo impactan en el ciudadano ordinario. Nos gusta contar historias a través de la intimidad de las personas. Mientras escribíamos el guión vimos una película canadiense, La corporación, que desmenuza el comportamiento de estas empresas. Trasladamos el problema al sistema de salud, porque en principio debería estar bien cubierto por el Estado. No regular a las grandes empresas deja las manos libres al dinero, y la salud se trata como una mercancía.

Otra lectura nos lleva a la impotencia y su impacto en el ser humano.

Uno no cuenta las películas mediante los temas. Reflejamos nuestra posición social; sin embargo, narramos a partir de las personas. Me parecía importante la idea de una mujer incapaz de hacer un duelo. Ante la inminente muerte del marido, en lugar de resignarse decide emprender una batalla contra la corporación. Sufre un quiebre emocional y con tal de conseguir un tratamiento para su pareja emprende un proceso que termina por ser violento.

¿Por qué llevar a sus personajes a situaciones límite?

Nos gusta tratar personajes ordinarios en situaciones extraordinarias. Eso propicia que el espectador se enfrente con sus principios. Nos gustan los personajes con ciertos valores pero que al empujar por algo se equivocan de tal manera que se descubren en una posición incómoda. Esto los vuelve de carne y hueso. Por otro lado, en términos de narrativa optamos por aportar distintos puntos de vista para buscar un equilibrio. Por momentos uno puede sentir empatía por esta mujer que al mismo tiempo violenta las situaciones de otros. Verlo con otra perspectiva permite evaluarla sin tapujos.

Hay una reflexión sobre las implicaciones de hacerse justicia por propia mano, algo cada vez más común en países como México.

Entre todas las ideas, hay un cuestionamiento al respecto. Me gusta pensar que la gente sale preguntándose si está bien tener un arma. De manera implícita, hay un cuestionamiento al propio Estado que no regula y no se da abasto con los ciudadanos; tan es así que vemos una proliferación de justicieros en los sistemas de transporte colectivos.

¿Por qué mantiene el juicio en un segundo plano? ¿No anticipa de alguna manera la historia?

Fue una decisión narrativa que, creemos, aporta otra dimensión de lectura. Queríamos que el sonido acompañara la subjetividad de los personajes. Por medio de la voz en off surgen los prejuicios y valores de cada uno de ellos.

En sus cuatro películas hay una inercia hacia el cine de personaje.

Cada película pide su forma. En La zona, el espacio geográfico es un personaje en sí mismo; a partir de ahí hemos evolucionado hasta llegar a Un monstruo de mil cabezas, donde hay personajes mejor trazados. Antes que otra cosa, todo acto creativo es una búsqueda.


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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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