Hasta el 6 de septiembre, el Museo Universitario de Ciencias y Arte (MUCA) de la UNAM alberga Pulsar, una exposición colectiva curada por Elisa Gutiérrez Eriksen que reúne a artistas nacionales e internacionales en un ambicioso ejercicio de sintonía multisensorial.
Con obras de Marcela Armas, Tania Candiani, Gilberto Esparza, Lorena Mal, el colectivo Interspecifics y el proyecto Projected Ecologies —además de otras 14 piezas seleccionadas mediante una convocatoria internacional en colaboración con Lydian Stater— Pulsar propone un cruce entre arte, ciencia, tecnología y espiritualidad. A través de pulsos, frecuencias y vibraciones, la muestra invita a sintonizar con realidades más que humanas y a repensar nuestras relaciones con el entorno desde una red de interdependencia afectiva y crítica.
“El sonido no solo es la primera forma de percepción que desarrollamos como humanos, es también el sentido que más profundamente nos conecta con el entorno, incluso desde el útero”, afirma Elisa Gutiérrez Eriksen (curadora mexicana residida en Nueva York), quien pensó Pulsar como un entramado donde el pulso —desde sus múltiples acepciones físicas, ecológicas y simbólicas— articula el recorrido.
Para Elisa, esta exposición busca reconectar con lo vivo a través de una escucha expandida que pone en diálogo lo visible, lo sonoro y lo táctil desde la vibración.
Un ejemplo contundente de esta premisa es Waterbirds. Migratory Sound Flow (2022), instalación de Tania Candiani que conjuga arqueología sonora, cerámica prehispánica, datos biológicos y estructuras orgánicas para construir un río suspendido de ramas y ocarinas que respiran con el canto de aves. Concebida originalmente para la edición 23 de la Bienal de Sídney y adaptada ahora a la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel, la pieza incorpora grabaciones de campo del Museo de Zoología de la Facultad de Ciencias de la UNAM, que fueron integradas mediante una programación algorítmica creada por el colectivo Interspecifics.
Estas vibraciones activan las ocarinas de barro diseñadas por el ceramista Gilberto Chávez (Taller Marakame), generando una partitura viva donde naturaleza, tecnología y memoria convergen en un canto inter‑especies.
“La migración de las aves funciona como una narrativa alternativa ante un tiempo humano acelerado y extractivo. Esta lectura ecológica se enlaza con una dimensión política: las mismas geografías que permiten el paso de las aves se han vuelto corredores hostiles para cuerpos humanos en movimiento”, afirma Candiani.
Su instalación no pretende imitar los cantos, sino convivir con ellos en un flujo poético donde las especies cohabitan desde el sonido, recordando que la percepción también es una forma de resistencia.
Otro de los ejes fundamentales de Pulsar es la relación entre geología, energía y ritual. En Tsinamekuta (2016–2021), Marcela Armas presenta una instalación compleja basada en una montaña sagrada Wixárika intervenida por la industria minera. A través de un instrumento de viento ceremonial y un proceso de inducción magnética que involucra los latidos del corazón de la artista y un Mara'akame (guía espiritual), la pieza activa una memoria ancestral que entrelaza lo geológico con lo político, el cuerpo con la tierra.
La obra se acompaña de video, objetos, dibujos y un ritual de devolución de la roca al corazón de la montaña, cerrando un ciclo de reciprocidad y resistencia.
Sobre su obra y su enfoque, Marcela expresa: “Me gusta pensar el conocimiento como algo que emerge de la experiencia directa, del compromiso con la naturaleza y de los procesos de retroalimentación comunitaria”, y añade que “los límites entre arte y ciencia se desdibujan, dando paso a formas de saber que nacen de la práctica, de la escucha y de la observación sensible.”
Además comenta sobre su práctica colaborativa: “Actualmente estamos colaborando en un proyecto que entrelaza agroecología, bioconstrucción y formas de gestión comunitaria […] se trata de un tejido colectivo, un laboratorio vivo donde convergen saberes, prácticas y sensibilidades diversas”.

El diálogo con lo vivo continúa con Korallysis, de Gilberto Esparza, un organismo híbrido entre coral y tecnología que propone soluciones a la crisis de los arrecifes. Esta escultura funcional se adapta al lecho marino, genera electricidad mediante el movimiento del agua y promueve el crecimiento de corales. Su versión expositiva incluye prototipos, maquetas, materiales y dos videos —uno documental y otro inmersivo bajo el agua— que revelan la dimensión simbiótica y científica de la pieza.
Gilberto reflexiona sobre su colaboración con la ciencia: “La colaboración con investigadores del ámbito científico y de la ingeniería ha sido una gran oportunidad para abrir nuevas líneas de investigación que, muchas veces, surgen a partir de propuestas artísticas”.
Explica que este diálogo le ha permitido crear obras que integran conceptos científicos sin perder valor informativo: “sin perder su rigurosidad, pero incorporándolos en narrativas sensibles que permiten reconstruir toda una historia en torno a las temáticas que aborda cada obra”.
Asimismo señala su compromiso con la ecología: “[…] desarrollar proyectos que integren tecnologías orientadas a revertir el impacto ambiental y a revitalizar nuestro nicho ecológico” y promover programas educativos que impulsen una conciencia ecológica colectiva.
En otra dirección, Lorena Mal presenta Sincronía (2013–2025), una instalación sonora basada en latidos de múltiples especies animales. La obra, activada por cinco intérpretes y cuatro pianos, pone en tensión la medida humana del tiempo y propone ritmos polirrítmicos, pausas y silencios que permiten al público habitar un ecosistema de pulsaciones. Los conciertos fueron posibles gracias a la colaboración de la Facultad de Música de la UNAM, sumando a la exposición una dimensión académica e interdisciplinaria.
El colectivo Interspecifics, por su parte, despliega Hyper Object Ontology V.0, un ensayo audiovisual generado por inteligencia artificial que cuestiona la escala de los hiperobjetos —como el capitalismo o el cambio climático— desde visualidades especulativas. La pieza no trata de la IA per se, sino de las redes de conocimiento descentralizadas que emergen de su uso, proponiendo una reapropiación ética y comunitaria de estas tecnologías.
Sobre la inteligencia artificial, Marcela y Gilberto coinciden en que la abordan desde una perspectiva crítica:
“Nos interesa entender sus implicaciones en la producción de sentido, en la generación de conocimiento, y también en sus impactos políticos y ecológicos”. Aclaran que no desean imponerse sobre su uso, sino integrarla cuando —y solo cuando— sus propios procesos de trabajo “abren esa ventana de posibilidad”.
En paralelo, Projected Ecologies, curado con Lydian Stater, reúne 16 piezas de video seleccionadas entre más de mil postulaciones. Entre ellas destacan Anima Natura de Andrea Gudiño, que aborda el principio animista “todo está vivo” a través de stop‑motion; The Walls of Heaven de Kadir Kayserilioğlu, que reflexiona sobre necropolítica y consumismo desde los terrarios; y LUMA de Catalina Tuca, donde un árbol nativo se convierte en símbolo de resistencia frente a la violencia institucional. Todas las piezas desplazan la mirada antropocéntrica para proponer narrativas ecocéntricas que invitan a repensar nuestras formas de vida.
Además del recorrido expositivo, Pulsar se expande mediante actividades paralelas: charlas, talleres, conciertos y sesiones de avistamiento de aves que fortalecen la experiencia comunitaria. Estudiantes de distintas disciplinas colaboraron en museografía, diseño, mediación y producción, en un ejercicio donde los saberes académicos y empíricos se entrelazan. Como menciona la curadora:
“Fue esencial confiar en el equipo y aprender de la experiencia del MUCA y sus vínculos con otras instancias como el Programa de Cambio Climático y la Facultad de Música”.
PCL