Tras ganar el premio Alfaguara en 2023, el escritor Gustavo Rodríguez (Lima, 1968) se refugió en una historia muy personal y decidió escribir una carta de amor a su madre, como una despedida anticipada.
En entrevista con MILENIO, el escritor peruano habla de Mamita (Alfaguara), una novela estremecedora, con mucho corazón, que cuenta la historia de sus abuelos y de su madre que entrelaza con el proceso mismo de escritura, acompañado siempre de su fiel escudero, Hitler.
Refugio, ficción y el valor de la memoria
En su larga vida como un escritor de renombre, la pregunta fue importante: "¿Tras los reflectores que te da un premio, escribir una historia tan personal fue un refugio?"
Su respuesta fue más sincera, humana y llena de veracidad de un escritor que ha pasado por una vida un poco caótica:
"Creo que después de tanta atención mediática y tanto viaje que conlleva el premio, añoraba volver a la soledad y a encerrarme conmigo mismo y encontré como pretexto esta historia que hace mucho quería entregarle a mi mamá. Hace 10 años, escribí una primera versión, que al final no me terminó por gustar al 100%; volver a las raíces, a las primeras historias que escuché de niño, ayudó a volver al cauce de la normalidad".
Ante la gran naturaleza de ser una historia de despedida hacia su madre, la pregunta era clara, ¿la una novela será ficción con base en hechos reales? y la corta respuesta es: sí.
"Es la novela más autobiográfica que he escrito. Puedo decir que todo lo que ocurre en tiempo pasado, en cuanto a reflexiones y recuerdos, es algo en donde el personaje, la voz narrativa y el autor se mezclan."
Sin embargo, también hay partes en las que son puramente ficción:
"Las cosas que suceden en tiempo presente sí son ficcionadas; porque yo nunca me he roto el pie, ni he tenido un chofer y no tengo una novia que se ha ido a Alemania; necesitaba esa trama viva en tiempo presente para hacer andar la historia y que esto no se transforme en un libro de memorias."
La historia real: La despedida a su madre
La historia de Mamita nos narra a un escritor viaja con su inseparable chofer Hitler por la ciudad, a quien narra fragmentos de una novela que escribe a su madre, quien pronto enfrentará la muerte.
Mientras él investiga la naturaleza de sus vínculos familiares, las tensiones sociales y raciales que los atraviesan, todo, en un ejercicio de memoria y amor.
¿Qué querías darle a tu madre?
"Entregarle algo entretenido y reflexivo, que terminó siendo una novela. Ella no ha muerto; yo le imprimí el manuscrito en tipografía grande y se lo entregué como un niño que entrega una tarjeta por el Día de la Madre y su reacción fue maravillosa. Es lo último que ha leído y será lo último que leerá en su vida y está clarísimo eso, lo que yo anticipaba en la novela se ha cumplido de alguna forma".
"Es tu madre, pero todos la llegaremos a perderla"; esa es la cruda verdad, algo que, sin importar que hagamos, el destino es irreversible:
"Soy un poco mentiroso cuando digo que este es un regalo para mi madre; sí, funcionalmente lo es. Escribí esto para que ella lo lea, pero también para que todo aquel que tiene un interés por la figura materna en su vida, y en el fondo, creo que lo escribí para regalarme a mí mismo ese proceso."
"Definitivamente, Cien cuyes y Mamita son dos novelas que tuve que escribir para acostumbrarme a la idea de que mi madre se va a morir; me ha quedado clarísimo que todos tenemos un Juan Gabriel adentro."
El proceso de escritura y los lazos con la historia peruana
Todos sabemos que la vida de un escritor requiere creatividad, magia y tal vez, un poco de suerte, por lo que cuestionamos entonces: ¿Cómo fue el proceso de escritura de la novela?
"La deuda que le tenía a mi madre en la vida real se transformó en el argumento; entonces, contar cómo hace un escritor como yo para escribirle contra el tiempo una novela a su madre; lo metaliterario entraba de manera muy natural. Alejandro Basteiro había leído mi novela ‘Treinta kilómetros a la medianoche’, y me dijo que ese personaje Hitler Muñante le había gustado; en el proceso creativo me acordé de ese comentario y traje de nuevo a Hitler, mi chofer, muy importante en la historia."
A pesar de ser una novela muy significativa emocionalmente, también cuenta con hechos reales: ¿Cómo entra el genocidio del Putumayo en la historia?
"Escribir sobre una familia es escribir sobre un país, y a veces sobre una región y hasta sobre el mundo. La prosperidad de ese patriarca que fue mi abuelo en la Amazonía está íntimamente ligada al sufrimiento, a la esclavitud, al derramamiento de sangre de siete etnias de la región, y lamentablemente son a veces los escritores quienes más terminan ‘informando’, entre comillas, sobre estas injusticias que en las escuelas de tu país."
"A mí nunca me enseñaron sobre el genocidio del Putumayo. Además, hasta qué punto ciertos poderes políticos se alían con los poderes económicos para seguir silenciando a las verdaderas víctimas. Entonces, es terrible que a veces la literatura tenga que poner la cara cuando la narrativa oficial no lo hace."
Las historias pueden ser una manera de poder desahogarse e incluso, de poder simplemente quitarse de una peso que tal vez nosotros no reconozcamos.
Las personas buscamos maneras de poder manteneros a flote y cuerdos, aunque eso signifique, tener que ver en nuestro interior, recuerdos que probablemente no sean del todo agradables, en todo caso; ¿Habría sido doloroso escarbar en tus recuerdos?
"Sí. Yo era niño, y mi abuela me contaba su hermosa historia de amor y la admiración que le tenía a mi abuelo. Después, de grande empecé a darme cuenta de cuál era la situación de la mujer en esa época, que mi abuela era la hija del ama de llaves de mi abuelo. Toda mi estirpe femenina materna ha seguido un encadenamiento de inequidades, donde siempre estuvo supeditada a lo que decía el hombre de la casa."
"Cuando me enfrento a eso, siento pena, tristeza; por eso tuve que ponerle ternura y humor. Siempre he creído que la principal tarea de un escritor no es necesariamente denunciar la injusticia o la inequidad, sino entregar una buena historia y, si está bien escrita, lo más probable es que el señalamiento de las inequidades se asimile mejor."
Al final, la novela Mamita trasciende la experiencia personal de Gustavo Rodríguez. Lo que comenzó como un regalo, una despedida anticipada a su madre, se transforma en un espejo para el lector: una invitación a reconciliarse con la figura materna, con la memoria familiar y con esa verdad universal e inevitable de la pérdida.
A través de la ternura, el humor y la honestidad brutal con la que el autor aborda sus raíces —incluidas sus contradicciones—, Rodríguez no solo cumple la promesa a su madre, sino que nos regala una historia profunda y bellamente escrita sobre lo que significa, simplemente, amar.