Cultura
  • Mara La Madrid, un personaje de novela

  • In memoriam

Mara La Madrid, 1942-2025. (Association ¿Dónde Están?)

Coautora con Juan Gelman, su compañero de vida, del libro ‘Ni el flaco perdón de Dios’, la psicoanalista lacaniana murió el pasado 31 de julio; fue una mujer rebelde, atraída por la inteligencia y el talento.

Sintetizar la vida de alguien para significar su ausencia es una tarea harto exhaustiva, a veces imposible. Mara La Madrid Daltoe murió este jueves 31 de julio. Para muchos fue durante 25 años la mujer de Juan Gelman, luego, tras la muerte del poeta el 14 de enero del 2014, la viuda del Premio Cervantes de Literatura, dos etiquetas que ella abominaba. Dueña de sus decisiones, rehuía los reflectores, pero cultivaba su propia imagen en privado con una vida de película, que conocí a retazos.

En marzo del año 2000, seis científicos argentinos habían encabezado una campaña en solidaridad con el poeta Juan Gelman, quien buscaba a su nieta o nieto nacido en cautiverio en Uruguay. Habían reunido más de tres mil firmas entre la comunidad internacional de académicos e intelectuales. Figuraban varios premios Nobel de Literatura, como José Saramago, Günter Grass, Wislawa Szymborska, Seamus Heaney, Derek Walcott y Wole Soyinka. Las cartas iban dirigidas al recién nombrado presidente de Uruguay Jorge Batlle y a su antecesor, Julio María Sanguinetti, al cual Saramago ya le había solicitado su apoyo para facilitar la búsqueda, pero le había respondido que en Uruguay nunca habían desaparecido menores y que la operación Cóndor había sido inexistente.

Una de las figuras notables y más activas en el acopio de firmas era el investigador y profesor de la Universidad de California Enrico Stefani, exmarido y padre de las hijas de Mara La Madrid, quien era ya la compañera de vida de Juan Gelman y llevaba a cabo las pesquisas para localizar a quien más tarde —a finales de ese mismo mes de marzo del año 2000— se sabría que llevaba por nombre Macarena, de 23 años de edad, y era la nieta del poeta, entregada en adopción a un policía uruguayo, muerto en 1996.

En varias ocasiones, en casa de Mara y Juan o en la mía, contaron ese episodio detectivesco en el que Mara trazó el plan de investigación y lo puso en marcha. Era un tema que le apasionaba y en el que hacía alarde narrativo de los detalles del proceso, de las dificultades y de los obstáculos para tirar hilos que apuntaran hacia el objetivo. En el fondo era como escribir y vivir una novela negra con sus hipótesis y sus fracasos, sus aciertos y sus pruebas. Aparecían personajes como Jorge Bergoglio, quien se negó a seguirlos escuchando cuando conoció el motivo de su visita. Ninguno de los dos lo recordaba con simpatía. Poco a poco fueron dando con pistas que apuntaron hacia Uruguay.

Entre mis recuerdos de esos múltiples encuentros, una vez que ella narraba ese episodio, uno de los comensales preguntó incrédulo cómo había hecho para descifrar ese complejo entramado de complicidades y contubernios, que hacían pensar en una misión imposible. Mara, que no era amiga de lo políticamente correcto, lo miró y con una sonrisa sarcástica le dijo: “¿No te habías dado cuenta de que soy una mujer inteligente, lectora, psicoanalista lacaniana y muy curiosa?”.

Mara había encontrado a Juan en 1988, en Buenos Aires. Él volvía del exilio y ella visitaba a su madre y a su abuela. Coincidieron en una reunión de amigos luego de asistir a una librería donde le hacían un reconocimiento a Tununa Mercado. Ella y su marido, Noé Jitrik, habían vivido su exilio en México. Mara y Juan entablaron una conversación que se continuó en un bar, y luego hasta la mañana siguiente, cuando Juan tuvo unos ataques cardiacos y debió ser hospitalizado. Con el tiempo, Mara recordaría que desde niña había visto la presencia del poeta en casa de su padre, el también poeta y letrista de tangos Juan Carlos La Madrid. Por eso, cuando lo vio después de tantos años, le resultaría familiar su mirada.

El presidente Carlos Menem firmaría al año siguiente un indulto para numerosos activistas proscritos por la dictadura, entre los cuales estaba Gelman. El indulto se daba a condición de absolver a una cantidad similar de militares acusados de participar en desapariciones y torturas. Gelman, por supuesto, protestó y rechazó la oferta porque consideraba que el canje ponía en la misma condición a las víctimas y a los victimarios. Fue así como llegó a México, al domicilio de Mara, “con una valijita, en busca de amor, una familia y una nueva patria”. Paola y Marcela fueron también sus hijas. A partir de ese momento se sucedieron acontecimientos dolorosos, en 1990 fueron extraídos los restos de Marcelo Ariel, hijo de Gelman, en un tambo con cemento, del fondo de un río del Gran Buenos Aires y en 1995 falleció de cáncer Marcela, la hija de Mara.

Durante ese decenio comenzaron las pesquisas para identificar el paradero de la nuera de Juan, Claudia García Irureta, y así dar con su nieto o nieta nacida en cautiverio, además de las entrevistas con las familias de los desaparecidos para desembocar en la redacción del libro Ni el flaco perdón de Dios. Un libro que resume las voces de los dolientes y de algunas de las Madres de Plaza de Mayo, publicado por primera vez en 1997 por Planeta y reeditado en el 2017. Es un libro testimonial de una enorme riqueza periodística y literaria. Es evidente la mano del poeta, pero también de la psicoanalista y la escritora, capaz de recuperar el significado de las palabras. En una de las numerosas cenas con Juan y Mara, Gelman reconoció que en ese libro Mara llevó la voz cantante en las entrevistas y en la coordinación de las transcripciones, en la identificación de las líneas más sensibles. El resultado de ese trabajo al alimón solo puede compararse con la obra de Svetlana Alexiévich en libros como La guerra no tiene rostro de mujer, por citar un ejemplo.

Cuando ella fue a presentar la segunda edición a Buenos Aires y luego a Uruguay, les dijo a unos periodistas en Montevideo: “El periodismo, desde el machismo argentino (ustedes también deben ser bastante machistas, añade sonriente) me trató horrible —en 1997—. Para la prensa, Juan era el escritor, el poeta reconocido, la figura, el padre, el heroico guerrillero, etcétera, y a mí me trataban como si hubiera sido la secretaria o la amante. Algo que para empezar era una falta de respeto a Juan, que no era ningún boludo y jamás me hubiera tratado así”.

Siempre vi a Mara como un personaje de novela, tal vez un símil de Alma Mahler. Un espíritu rebelde, con brillo propio, atraído por la inteligencia y el talento. Fue ella quien salvó de la tristeza al poeta herido y derrotado, fue en su vida común cuando a Gelman le llovieron los premios y recuperó a su nieta gracias a la agudeza mental y a la audacia de ella. Tras la muerte de Juan, vivió la pérdida de su departamento en el temblor de 2017, el robo de sus cuentas bancarias por parte de la secretaria de toda su confianza. Nada de ello la quebró. Se mantenía firme en su labor en el Consejo editorial de Epeele (Editorial psicoanalítica de la letra, A.C), con sus pacientes y fiel a sus numerosas amistades. En cada llamada o en cada encuentro hacía sentir su fraternidad, su erudición literaria, la franqueza de su criterio y un respeto por el silencio del otro. Lo puedo decir sin reservas, ella, en verdad, amaba las palabras.

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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