Cultura

Gastón Melo: De ‘La cosquilla” a La Sorbona y Coyoacán

Doble filo

El recién fallecido actor también fue poeta y un hombre culto que en sus últimos años fue parte del elenco estable de la Compañía Nacional de Teatro.

I

En marzo de 2020 entrevisté a Gastón Melo (1938-2025), en un juego de preguntas y respuestas rápidas. En aquél momento, él tenía 82 años de edad. Su buena disposición, amplia cultura y agilidad mental superaron mis mejores expectativas. Era un tipazo y se le extraña.

Eso de que se le extraña puede sonar exagerado, pero resulta que luego de enviarle nuestra entrevista a su celular, para mí se volvió una costumbre seguir haciendo lo mismo con otras colaboraciones mías para Laberinto.

Don Gastón no siempre me contestaba, pero cuando lo hacía, sus comentarios eran muy enriquecedores.

II

En dos o tres ocasiones Gastón me comentó que estaba muy delicado de salud, pero inconscientemente uno echa en saco roto las malas noticias. Desde hace varias semanas ya no se comunicó conmigo y ahora la realidad es que ya no está entre nosotros. Falleció el pasado 21 de julio, a los 87 años.

Al final de la entrevista que le hice, le pedí que dictara su epitafio. Respondió: “No quiero tumba. Que me incineren y me tiren donde quieran”.

III

En una charla con Denise Anzures y Sergio López, del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información Teatral Rodolfo Usigli (CITRU), Gastón Melo dijo con buen humor que tenía “una cultura general mona”, pero que en la Compañía Nacional de Teatro, donde era parte del elenco estable, había muchas personas realmente cultas y eso a él le encantaba.

Por supuesto que la cultura de Gastón Melo era algo más que “mona”, pues estudió letras hispánicas en la UNAM, filosofía en la Universidad de Montreal y arte dramático en La Sorbona de París, donde se graduó actuando el célebre discurso del tercer acto por parte del personaje principal de la obra Ruy Blas, de Víctor Hugo.

Algunos de sus maestros en las aulas y en la vida fueron personajes de la talla de Seki Sano y Tania Bolachova, con quienes aprendió el Método Stanislavski que consiste, según el propio Melo, “no en hacer como que sientes sino en sentir realmente arriba del escenario”.

Gastón Melo contaba que en el llamado teatro comercial es muy común el duelo de egos entre actores, incluyendo patadas bajo la mesa y puñaladas traperas. Todo lo contrario a su experiencia en la Compañía Nacional de Teatro (CNT) donde actores, actrices, directores y equipo técnico hacen todo lo necesario para que la obra brille por encima de los involucrados.

La forma en que entró Gastón Melo a la CNT, que tiene su sede en Coyoacán, es singular y emotiva. Él mismo se lo contó a los mencionados investigadores del CITRU.

Cuando Melo trabajó en la película La extinción de los dinosaurios, el director Luis Ayhllón le preguntó por qué no estaba en la Compañía Nacional de Teatro si tenía los merecimientos suficientes. Gastón contestó que no sabía cuál era la mecánica para ingresar y que, además, acababan de asaltar su casa y le habían robado todos sus documentos personales. Ayhllón le dijo que no se preocupara y generosamente se encargó de toda la “tramitología” necesaria, hasta conseguir que el actor fuese aceptado en la CNT, que entonces dirigía Luis de Tavira.

IV

Gastón Melo fue un estudioso permanente de los autores del Siglo de Oro español y un lector voraz de escritores y dramaturgos de distintas épocas. A mí me habló con gran admiración de autoras como Sor Juana Inés de la Cruz, Safo, Luisa Josefina Hernández y Rosario Castellanos.

Él mismo escribió poesía y su maestro Juan José Arreola le publicó la plaquette Poblado de pequeñas bestias (1958), dentro de la colección Cuadernos del Unicornio. La UNAM le editó Las vanas construcciones (1969). De este último libro, aquí un pequeño fragmento del poema “Al que le pertenece”:

Cada noche me acuesto
a morir para siempre
mordiendo amores imposibles
lejos de la tierra
lejos de lo que brilla
y nos conforta
de la paz rotunda de los árboles
del cielo lívido de calor
y turgentes nubes blancas.

V

Nacido en Ciudad Juárez, Chihuahua, Gastón Melo fue un histrión versátil. Con su menuda estatura y natural vis cómica se dio a conocer en el popular programa de televisión La cosquilla, liderado por Raúl Astor en los años setenta, y luego actuó en algunas telenovelas.

Durante varios años trabajó como locutor en Radio UNAM y participó en casi un centenar de obras adaptadas para ese medio.

Fue un solvente actor de reparto en alrededor de 50 películas, destacando en El crimen del padre Amaro, por la cual fue nominado al Ariel (era el sacristán). También trabajó en Un mundo raro, Canoa y Feral. En El ministro y yo, al lado de Cantinflas.

De muy joven participó en algunos montajes del grupo Poesía en Voz Alta. Medio siglo después, con la Compañía Nacional de Teatro actuó en La Celestina, de Fernando de Rojas; Los grandes muertos, de Luisa Josefina Hernández; El convivio de los muertos, de Martín Zapata, entre otras obras.

En la entrevista que tuvimos le pregunté con qué se compara el hecho de estar en un escenario teatral y esto dijo: “Con la eternidad, porque estás en el aquí y ahora”.

VI

Aprovechando su sangre ligera, me atreví a preguntarle si de joven sufrió bullying por su apellido. Entre risas, contestó: “Muchísimo. Juntaban Gastón y Melo, y decían: ¡Gástamelo!”.

Con su triste partida, no faltaron algunos medios que anunciaron el fallecimiento de “Gascón” Melo. En el más allá él debió tomarlo con humor, sin mayor problema.

Descanse en paz, Gastón Melo.

AQ

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Fernando Figueroa
  • Fernando Figueroa
  • Estudió periodismo en la UNAM y es autor de El mejor oficio del mundo. 60 entrevistas, libro de charlas con personajes de la cultura, espectáculos y deportes, realizadas durante cuatro décadas.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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