‘La razón pendular de Emilio Uranga. Una historia del existencialismo mexicano’ será presentado por José Manuel Cuéllar y Julio González el próximo miércoles a las 15:00 en el Foro 3 de la XXV Feria Internacional del Libro Zócalo.
Para 1944 aún no empezaba la construcción de CU. Las distintas escuelas y facultades estaban desperdigadas por el centro de la capital. Si uno atravesaba La Alameda y tomaba la Ribera de San Cosme, no tardaba en columbrar el panteón y la iglesia de San Fernando. Más allá de la iglesia, en el número 71, se hallaba la Facultad de Filosofía y Letras, con su fachada garigoleada, su “patio maravilloso” y, justo en medio de este, una vigilante escultura de fray Alonso de la Vera Cruz (Poncho el Jarocho)[1]. “Contribuía a la placidez su aislamiento. La Facultad se situaba en un tranquilo barrio porfiriano poblado de familias melancólicamente arruinadas y de comerciantes cuya prosperidad, aún en agraz, no les permitía ser estentóreos… El alumnado lo constituían núcleos de muchachas bien peinadas (por dentro y por fuera) y de muchachos anémicos y atormentados cuya energía nerviosa estaba alrededor de los libros, en las discusiones, a la sombra de las cátedras.”[2]
Emilio Uranga era uno de sus muchachos escuálidos, atormentados y platicadores. “Hacia esa Facultad de Filosofía, de Mascarones –escribiría muchos años después–, me vuelvo siempre con nostalgia cariñosa, y mis maestros de esa época son para mí arquetipos, paradigmas.”[3]
Paseando por los corredores de la Facultad uno podía encontrarse con el exiliado español José Gaos (1900-1969). Gaos había zarpado de Barcelona en junio de 1938, justo antes del triunfo de Francisco Franco. No venía nimbado por el prestigio de ninguna obra clásica o definitiva. Rozaba los cuarenta años: iniciaba ese periodo que los griegos llamaban akmé, el período de la producción y la expresión personal. Por una serie de eventos inesperados, había sido rector de la Universidad Central de Madrid (su rector más joven), pero en México era conocido, sobre todo, como traductor de la Revista de Occidente, la revista de José Ortega y Gasset que fue, por muchos años, el principal escaparate en español de las novedades germanas. Ésta era la carta fuerte de presentación de Gaos: el haber sido discípulo directo de Ortega y Gasset.
Este traductor y comentador de Husserl llamó la atención en cuanto subió al estrado por el ensayado histrionismo con que dictaba sus conferencias. Se granjeó desde el primer minuto una merecida reputación de gran maestro de la oratoria. Pero también llamó la atención por sus ideas extravagantes. Gaos decía –para escándalo de los mexicanos– que la filosofía era una profesión entre otras, ni mejor ni superior que la abogacía o la contaduría, y se compadecía de aquellos pobres jóvenes que atendían a su canto de sirena y aceptaban de buen grado una vida de enclaustramiento en oscuras bibliotecas y salones de clases. Tarde o temprano el filósofo tiene que pagar por su crimen de soberbia. El precio es la desilusión y la amargura.
Gaos vestía un saco de tweed decolorado por el uso. “Miraba a sus alumnos impersonalmente, desdeñosamente, como objetos sin alma –recordaba Luis Villoro–. Era su voz un delgado hilo de sonido que principiaba musitando más que hablando en el silencio de un confesionario. Había en ella algo de ritual con proclividad a las pausas significativas… pero de pronto se abrillantaba con la plenitud de una sonoridad metálica y con un brío y un arrebato casi trágicos. Era el genio español de la palabra resonando en un aula de mexicanos asombrados ante el seguro oficio de la expresión oral.”[4] “Su presencia –rememoraba Emilio– se hacía sentir avasalladora lo mismo en el historicismo, en la fenomenología y en el existencialismo de procedencia alemana, que en los estudios sobre historia de la filosofía, en la explicación de los autores ‘clásicos’ y ‘actuales’, en los esfuerzos por forjar una filosofía adecuada a la circunstancia americana y en los estudios acerca de la historia de la filosofía en México… Por cualquier recodo que se probara la reflexión filosófica, tarde o temprano aparecía el rostro entre irónico y despectivo de José Gaos.”[5]
El 13 de abril de 1944, el soberbio profesor Gaos dictó una ponencia con el sugerente título de “El pensamiento hispanoamericano”. El problema de conciencia que suscitaba la fidelidad o infidelidad a la patria de origen había quedado finalmente resuelto. España y América constituían una unidad de pensamiento separada apenas por el paréntesis del mar Atlántico. Y esta filosofía en lengua española –poseedora de características únicas y no siempre apreciadas por el canon occidental, como su oralidad y su talante político– ocuparía un lugar central en el futuro próximo, una vez salieran a la superficie nuevas formas de racionalidad, más allá e incluso en contra de la razón instrumental moderna. “Los países de lengua española parecen singularmente vocados por su antagonismo a la modernidad a cooperar creadoramente al advenimiento de la nueva comunión.”[6] El histórico recelo de Hispanoamérica ante los progresos de la técnica y ante la incursión de la modernidad, parecía ahora una envidiable ventaja.
Gaos refrendó su postura en un discurso de 1946: “A la luz de un cambio histórico como el que se insinúa, su decadencia puede llegar a parecer disidencia, disidencia de las estimaciones de la modernidad.”[7] Además de soberbia y desdén, había en el profesor Gaos un dejo de cinismo, entendido este, junto con Nietzsche, como inversión de los valores. Lo que antes se juzgaba “atrasado” e “incivilizado” (en la retaguardia de Occidente y de la modernidad), quedaba ahora convertido en un acto vanguardista de disidencia.
Uranga haría suyo y llevaría a sus últimas consecuencias este cinismo gaosiano.
[1] Vid. Emilio Rabasa Gamboa, Una charla con Ramón Xirau, México, Miguel Ángel Porrúa, UNAM, 2012, pp. 47 y ss. Vid. también Eusebio Castro, Vida y trama filosófica en la UNAM (1940-1960), México, editor no identificado, 1989, pp. 30-33.
[2] Rosario Castellanos, Rito de iniciación, México, Debolsillo, 2016, p. 85.
[3] Emilio Uranga, “Examen: Itinerario de una infidelidad (III)”, La Prensa, 12 de julio de 1965, p. 8.
[4] Citado por Archibaldo Burns, Botafumeiro, México, Alianza, 1994.
[5] Emilio Uranga, “La filosofía en 1944 y en 1965”, El Mundo (Tampico, Tamps.), 3 de julio de 1965, p. 2.
[6] José Gaos, “El pensamiento hispanoamericano”, en Obras completas V, México, UNAM, 1991, p. 43.
[7] José Gaos, “La decadencia”, en Obras completas IX, México, UNAM, 1992, pp. 477-482.
José Manuel Cuéllar
Doctor en Filosofía. Autor, entre otros libros, de ‘La razón pendular de Emilio Uranga. Una historia del existencialismo mexicano’ (Herder, 2025). Editor de ‘Herir en lo sensible. Ensayos de crítica literaria de Emilio Uranga’ (Bonilla Artigas, 2025).