En la contraportada de La era glacial (Almadía, 2025), Sergio Ramírez dice que en este libro se cuenta “una historia que demuestra la coincidencia de lo asombroso con lo probable en Centroamérica; todo en una prosa de precisos registros capaces de ofrecernos la dimensión de un drama que nos mantendrá alertas y encandilados hasta el final”.
Arnoldo Gálvez Suárez, su autor, nacido en Ciudad de Guatemala en 1982, se inspira en la historia de Facundo Cabral, víctima de un asesinato brutal en su país que conmovió a la opinión pública internacional dado el carácter pacifista del cantautor originario de La Plata. Sin embargo, no lo menciona, como tampoco su muerte. Lo que cuenta es la dolorosa decadencia de dos amigos: el cantante argentino Santiago Arrabal (vivo retrato de Cabral) e Ismael Barahona, patriarca de una familia criminal. Son dos personajes —dos mundos— unidos por la admiración y el afecto; después de veinte años de conocerse, todo a su alrededor comienza a derrumbarse. Santiago sigue siendo un artista querido, pero su voz se apaga y sus esfínteres se descontrolan, obligándolo a usar pañales desechables. Ismael, padre de dos hombres y una mujer, mira cómo sus hijos ambicionan quedarse con el negocio que ha construido sin misericordia, cómo cuestionan, así sea con balbuceos, algunas de sus decisiones mientras él se encuentra al cuidado de una muchacha que atiende sus necesidades y vigila sus pasos trastabillantes para evitar que se caiga. Ambos, Ismael y Santiago, navegan cotidianamente por “el río amargo de los recuerdos”, con la certeza de que su tiempo se agota.
Desde que se conocieron, después de una actuación de Santiago en el Teatro Nacional de Guatemala, encontraron similitudes en su vida. Estaban en la cúspide, pero ambos habían sido “unos niños, descalzos y hambrientos, que compartían los mismos miedos que hielan la sangre, los mismos deseos que la vuelven a calentar”. Cuando poco después Ismael le dijo a qué se dedicaba y le preguntó si no le daba miedo juntarse con él, que era un hombre malo, Santiago le respondió lacónico: “Yo no juzgo a mis amigos”.
Entonces comenzaron las visitas del “argentino”, en cada gira por el país centroamericano, a la finca del capo guatemalteco, “en las faldas del volcán de Agua”, con una ubicación estratégica y un lugar de vegetación exuberante. En su último encuentro, hablan de la vejez, de las derrotas del cuerpo, de sus enfermedades, de amores antiguos, como aquella mujer en la ciudad de Antigua, a la que Arrabal lleva flores al cementerio.
Cuando platican sobre ella, Ismael pregunta:
—¿De qué murió?
—De cáncer, como yo —responde Arrabal.
—Vos no estás muerto —le dice Ismael.
—Tampoco estoy vivo —dice, y luego los envuelve el silencio.
La era glacial es una novela breve, poco más de noventa páginas, sobre la violencia, la amistad, la certidumbre de dos hombres conscientes de que la muerte les anda pisando los talones.
AQ