Considerada una de las figuras fundamentales de la música portuguesa en nuestros días, la cantante y compositora Carminho, ganadora de reconocimientos como el Premio Carlos Paredes y el Globo de Oro de la Música, asegura en entrevista que su segunda lengua es el fado. “Primero es el portugués, luego el fado. Esta música constituye un vehículo para expresarme, un instrumento para mis pensamientos, un refugio. El fado es una forma de expresión en comunidad que usa la música para contar a los otros lo que está pasando, como una manera de sobrevivir”
La artista que encabezará el Festival Internacional de Fado 2025, que se llevará a cabo el 4 de noviembre en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris, habla sobre este estilo musical que es un legado cultural de Portugal.
“El fado es una ventana para que el mundo conozca un poco más sobre mi país que, por su proximidad con el Atlántico, es una fuerza feroz y violenta que no tiene nada que ver con el mar Mediterráneo que baña a los otros países europeos. El portugués es un pueblo con una expresión más introspectiva y muy fuerte. Y sí, hay una forma de cantar el portugués, un portugués que no es brasileño y que es hablado por menos personas, lo que caracteriza muchísimo nuestra manera de hacer la poesía y decir las palabras, con una musicalidad muy propia cuando se canta con este acento”.
¿Quién es Carminho?
Hija de la fadista Teresa Siqueira, entre risas recuerda su relación inicial con esta música. “Empecé a practicar el fado en la barriga de mi madre, sin duda. Soy la más joven de la familia y siempre cantamos todos juntos, algo muy típico. Sin embargo, fui la única que se dedicó profesionalmente a la música. Veía el canto como algo que me gustaba hacer de manera natural, aunque en la universidad estudié marketing y publicidad”.
Terminó los estudios, pero dejó el marketing por el canto. En 2005 fue elegida cantante revelación en el Premio Amália. “Fue la primera edición de este premio y el jurado tenía todas las opciones para entregar el premio de revelación y me lo dieron a mí. Y la estatua es bellísima, una Amália en bronce lindísima que guardo en casa”.
La cantante ha tenido una intensa y productiva relación con la música brasileña, como lo muestra la participación de Carlinhos Brown, Marisa Monte, Chico Buarque y Maria Bethânia en su disco Canto, así como el álbum Carminho canta Tom Jobim, que cuenta con la colaboración de los tres últimos. El lanzamiento de Canto en Brasil fue a lo grande, con la participación de Chico Buarque, Milton Nascimento, Marisa Monte y otros músicos brasileños. “Eso abrió una puerta para mí, no sólo de repertorio, sino de relación con estos artistas y un periodo de aprendizaje y conocimiento de música y de vida.”
Con todo el peso de tradición a cuestas, Carminho ha incorporado paulatinamente atmósferas de otras músicas e instrumentos que enriquecen la originalidad de su propuesta. “Desde el disco Maria, que grabé después de Carminho canta Tom Jobim, buscaba algunas ideas sobre cómo sonaba el fado en las casas en las que se interpretaba en vivo y esas memorias de escuchar a mi madre cantar en casa con los músicos. Este disco también tenía una búsqueda de profundidad sónica que fui a buscar en la guitarra pedal steel y que encontré en Tomara, quien la toca con arco, como si fuera un violín, utilizando pedales de distorsión y otros efectos. Con todas estas texturas creamos un ambiente para los elementos principales del fado. Después en el disco Portuguesa quise ir más adelante, como parte de un proceso de expansión”.
La voz
La experimentación en el canto sigue en su disco más reciente, Eu vou morrer de amor ou resistir, en el que utiliza vocoders, moduladores de voz que le permiten crear un efecto hipnótico y multidimensional. “Utilicé los vocoders para captar distintas dimensiones de esta mujer que tiene una voz como intérprete, pero muchísimas otras como mujer y como ser humano. Es una voz que duda de las certezas que tenía, y luego las voces se vuelven ambiguas y hablan al mismo tiempo, por lo que en ocasiones no se entienden. Está también la ambigüedad del título del disco, que en español es: voy a morir de amor o a resistir. En el fado se muere mucho de amor, hay esta temática fatalista, pero también podemos abordar el otro lado: casi morí, pero no. Si no mueres, sobrevives, todo se puede reconstruir y continuar. Son ideas que cruzan esta poética”.
Balada do país que dói (Balada de un país que duele), título de una de las canciones, podría aplicarse a cualquier nación. La cantante explica que se trata de un poema musicalizado, escrito por Ana Hatherly (1929-2015), “una gran poeta que dominaba todas las disciplinas de las artes, tanto la música como el diseño, el cine o la pintura y trabajó mucho la experimentación. Vivió en una época de tensiones en nuestro país, pero sus ideas son tan profundas y tan umbilicales de cualquier ser humano. Por eso tenemos a los poetas, que pueden hablar por nosotros antes, hoy y para siempre. Estos poemas siempre están vivos porque podemos traducirnos en ellos. Nosotros somos poesía porque habitamos estas ideas que nacen de nosotros. Por eso ‘Balada do país que dói’ te sirve a ti y no tiene que ver con un lugar específico”.
Para Carminho, “la voz es el primer instrumento del fado. Siento que una voz tiene todo: concentra todo, la palabra, la poesía, el canto, el silencio. Por eso la voz también es la urgencia, de la garganta sale la urgencia de compartir, de expresar. La voz tiene todo lo que el fado necesita para existir”.
Su experiencia con Carlos Saura
Carminho participó en el documental Fados, de Carlos Saura, realizado en 2007. De acuerdo con la cantante, le encantó la idea de que “alguien pudiera construir cuadros bellos sobre una música de raíz. Claro que Saura era muy entendido del flamenco y en sus películas sobre este género mostraba un gran respeto a su propia cultura. En Fados me parece que buscaba algo documental, pero a la vez era su visión, su maravillosa sensibilidad al servicio de una película bellísima. Sin embargo, me parece un retrato personal, más que todo”.
hc