Cultura

“‘Bodas de sangre’, una historia sobre estar entre el deber ser y el ser”: Ana Guzmán Quintero

Teatro

La actriz encarna a La Novia, protagonista de la tragedia de Federico García Lorca, tan vigente que se puede ambientar aun en Sinaloa.

A Ana Guzmán Quintero la persiguen los personajes de novias; recuerda que al menos en cuatro obras se ha vestido de blanco en un lustro de carrera, aunque ahora encarna a La Novia, protagonista de la tragedia de Federico García Lorca Bodas de sangre, tan vigente que se puede ambientar aun en Sinaloa.

Pocas semanas después de interpretar a Ann Deever en el drama realista de Arthur Miller Todos eran mis hijos en el Foro La Gruta, bajo la dirección de su maestro y mentor Diego del Río, Guzmán Quintero encabeza el elenco de la pieza del granadino junto a Ángeles Cruz, en un montaje de Angélica Rogel ambientado en el norte de México, con la poesía lorquiana cantada al ritmo de banda sinaloense.

“Para mí Bodas de sangre es una historia sobre estar entre el deber ser y el ser. Es una historia de pasión, de sangre caliente y de una tragedia que llega cuando no seguimos o cuando pasamos un límite del deber ser, en el cual regresar al ser es de vida o muerte ya”, comenta en entrevista Guzmán Quintero.

“Y La Novia para mí es un personaje que tiene muchas cosas de García Lorca mismo, como El Novio, como muchos de los personajes que él escribe. Es esta mujer que está atada entre estas dos fuerzas que mencionaba, el ser y el deber ser, y que se da cuenta tarde de que lo que debió haber hecho es seguir la pasión, su deseo. La Novia es este personaje que está completamente atorado en una sociedad que le dice lo que debe hacer”, expone sobre su papel en esta tragedia rural del poeta y dramaturgo español.

Incansable, la talentosísima actriz también reestrenó en El Círculo Teatral el 13 de mayo Incendios, como la Narwal de la poderosa tragedia griega contemporánea de Wajdi Mouawad en la puesta en escena de José Sampedro. Y está por reponer sus siete personajes que ha venido interpretado en Indecente, de la Pulitzer Paula Vogel, en las ya varias temporadas del montaje de Cristian Magaloni.

Óscar Uriel y Woo Teatro producen la nueva versión de Bodas de sangre, la primera de las tragedias rurales de García Lorca, con Yerma y La casa de Bernarda Alba, que arrancó temporada el 9 de mayo en el Foro Shakespeare, para una temporada de funciones de viernes a domingo hasta el 29 de junio.

Guzmán Quintero ya había tenido una experiencia previa con el título de García Lorca, como adjunta y asistente de dirección de Diego del Río en un montaje de su programa de perfeccionamiento actoral en 2022. Desde entonces soñaba con protagonizar Bodas de sangre y el destino la llamó con voz de Rogel.

—En la trilogía rural, la mujer y, en particular, la madre, son centrales. En Bodas de sangre La Novia no tiene madre, literalmente, sólo padre; y confronta a La Madre de El Novio. ¿Qué piensa de esos personajes femeninos en las tres obras, donde los hombres parecen meros accidentes?

Los hombres no son meros accidentes, sino que son detonadores. De hecho, en Bodas de sangre Leonardo Félix es el único que tiene nombre y apellido, todos los demás personajes se identifican por su rol que tienen socialmente. En La casa de Bernarda Alba, Pepe Romano también es detonador de muchas cosas. Y en Yerma, aunque no la tengo tan clara, está el esposo (Juan), que es esta cosa infértil.

—¿Y sobre sus protagonistas femeninas?

Yo pienso que García Lorca entendía muy bien a las mujeres. A lo mejor me equivoco, pero siento que las entendía en su condición también de ser marginado por su preferencia sexual, que al final por eso fue asesinado. Siento que había algo de la marginalización y de la tipificación de las mujeres que él entendía muy bien como hombre homosexual. De alguna forma, tanto las madres, o Bernarda Alba y Adela, y La Madre y La Novia, tienen su propia tragedia en espejo. Es como si fueran dos caras de la misma moneda. La mujer que desea va a terminar trágicamente con la muerte. La mujer que se vuelve rígida, que la sociedad le dice que tiene que llevar luto, que tiene que llevar cargas, termina encerrada y como en una especie de rigidez. Pareciera como que solo hay dos extremos posibles para la mujer.

—En Bodas de sangre tengo la idea de que el duelo no es entre El Novio y Leonardo Félix, sino que el duelo es realmente entre La Novia y La Madre.

Completamente. Y por eso mismo termina la obra como termina: La Madre y La Novia encontrándose en ese duelo desde distintos lados, pero creo que de alguna forma es un duelo similar.

—Y además es un duelo doble: duelo de pelea y duelo de muerte, de luto. ¿Quién es La Madre para Ana Guzmán Quintero y quién es para La Novia?

Para mí, La Madre representa la fuerza, la fortaleza, esa mujer que tiene el rol muy arraigado y que eso la ha vuelto muy dura, pero que, en el fondo, tiene la intuición que nadie más tiene: sabe, huele la tragedia, trata de incluso evitar la tragedia, pero la tragedia es más fuerte que ella. Y para La Novia es esta mujer dura, incluso como amarga, es todo lo que ella no quisiera ser, y, sin embargo, está perfilándose para ser eso; casándose con su hijo, El Novio, sabe que se perfila para allá. Eso es de lo que está tratando de huir, pero, curiosamente, inevitablemente, va a terminar siendo eso, o incluso peor, en una especie de locura y en una especie de muerte en vida.

—Rogel trajo una tragedia rural de España al norte de México, donde la violencia impera. ¿Qué implicaciones tiene para usted esta puesta en escena de Bodas de sangre en el contexto local?

Es muy acertada la tropicalización, si la queremos decir así, de Angélica y de Óscar Uriel, porque algo tiene Sinaloa que se adapta muy bien a las condiciones que pide esta obra: es la tierra caliente, es esta tierra violenta, no centralizada, no en la ciudad, en donde todavía hay ciertas tradiciones, ciertas cosas que a lo mejor ya no se ven tanto en la ciudad y que cuentan bien lo que pasa aquí.

—García Lorca llama a Bodas de sangre y a Yerma “poemas trágicos”. La poesía de los coros en esta puesta en escena se canta como en ese contexto del norte.

Es una belleza sentir que el texto mismo te va llevando. Es una obra que no te da tiempo de pensar, de construir; es un huracán, una resbaladilla que empieza y te avienta. No es como Todos eran mis hijos, que hay algo que te da tiempo; Bodas de sangre es una vorágine que desde que empieza no para. Es una belleza lo que hace García Lorca, porque en dos o tres líneas te dice todo lo que Arthur Miller o Tennessee Williams te dicen en un monólogo de dos páginas. Esa poesía, la condensación en las palabras y las imágenes, es lo que la vuelve hermosa y compleja al actuar, también.

—¿Hay algo que no le guste de Bodas de sangre?

Ahora si me dejaste pensando. Creo que me gusta todo. No, pues no me gusta que la tragedia se tenga que seguir repitiendo y se tenga que seguir contando y que parece que sigue siendo vigente y que seguimos sin entender. O sea, no me gusta que es tan vigente. Quizás eso es lo que no me gusta.

—¿Qué siente de vestirse de novia?

Ya es como la cuarta vez que me visto de novia en la ficción. Me siento como con una responsabilidad y también con la libertad de perderme y de equivocarme, de equivocarme como ella. Bueno, no sé si La Novia se equivocó o no. Pero, yo sí sigo mi pasión en el escenario.

PCL

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José Juan de Ávila
  • José Juan de Ávila
  • jdeavila2006@yahoo.fr
  • Periodista egresado de UNAM. Trabajó en La Jornada, Reforma, El Universal, Milenio, CNNMéxico, entre otros medios, en Política y Cultura.
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