La Biblioteca Palafoxiana de Puebla celebra este 2020 el 15 aniversario de su inclusión por la Unesco en el Registro de Memoria del Mundo, iniciativa impulsada para procurar la preservación y acceso del patrimonio documental en el orbe. Primera biblioteca pública de América, es actualmente la única en México que cuenta con este reconocimiento.
En su extenso acervo, que abarca de 1473 a 1821, se resguardan 45 mil 90 libros, entre ellos obras teológicas, filosóficas, de historia y ciencias humanas, además de literatura, retórica, viajes, geografía, matemáticas y ciencias naturales.
Alexis Hellmer Villalobos, responsable del recinto, dice que la Palafoxiana es valiosa por preservar intactos su sede, acervo bibliográfico, arquitectura, estanterías y un fondo de manuscritos único en el mundo, al que se suman nueve incunables, es decir, libros que se imprimieron durante el siglo XV.
Subraya que cuentan con libros en más de 15 idiomas, entre ellos latín, español, italiano, francés, portugués, inglés y distintas lenguas originarias de México, principalmente náhuatl, mixteco y otomí.
“Tenemos sobre todo libros en latín y español, que para los estudiantes de los siglos XVII, XVIII e inicios del XIX, eran lenguas que tenían que conocer, pero además también, y por decisión del obispo Juan de Palafox, su fundador, los alumnos de los colegios seminarios que se encontraban a un costado de la catedral tenían que conocer alguna lengua indígena para poder ir a predicar donde no se hablaba español”.
Del acervo que se resguarda, menciona la Crónica de Nüremberg, de Hartmann Schedel, uno de los nueve incunables de la biblioteca, impreso por Antón Koberger en 1493 en papel de lino con caracteres góticos e ilustrado con 1804 xilografías (grabados mediante planchas de madera).
También se refiere a De humani corporis fabrica, de Andrés Vesalio; El Atlas, de Gerardus Mercator; El Quijote, de Miguel de Cervantes Saavedra; la Monarquía Indiana, de fray Juan de Torquemada, y Las Fábulas, de Jean de La Fontaine.
Otros libros importantes son un Atlas, de Ortelius, impreso en Amberes en 1548; una Biblia políglota o Biblia Regia, escrita entre 1569 y 1573 en griego, latín, hebreo y caldeo; y la Gramática egipcia, de Jean François
Champollion
La biblioteca también resguarda las obras completas de Isaac Newton en más de una edición, así como libros de Johannes Kepler, René Descartes, Antoine Laurent Lavoisier, padre de la química moderna, de Carlos Linneo (Carl Nilsson Linnæus), padre de la botánica moderna y el creador de la nomenclatura binominal para las especies de plantas y animales.
“La ciencia más moderna del siglo XVIII estaba aquí representada con varios ejemplares que se consultaban y leían”.
Alexis Hellmer Villalobos también refirió que en el inmueble y en su colección han encontrado interesantes “testigos” que cuentan parte de la historia de los libros y del paso del tiempo.
“Digamos que hoy en día en todo el mundo se tiene mucho cuidado y mucho respeto por este material, que hoy consideramos valiosísimo por diversas razones, no solo económicas sino en el sentido histórico, pero en épocas pasadas la gente trataba estos volúmenes como libros de texto, de uso común y corriente, y así como los estudiantes hoy en día rayan sus propios libros de texto sin preocuparse por quién los va a tener en 100 o 200 años, la gente que estudiaba en esta biblioteca y utilizaba estos libros se sentía con la libertad de tratarlos como sus propios ejemplares y de anotarlos”.
Aclaró que esas anotaciones son valiosas porque nos hablan de la forma en que se estudiaba en esa época, la forma en que se aprendía y se compartía el conocimiento, incluso la forma en que se dialogaba con los autores a través de anotaciones en el margen.
“Estas anotaciones, por la caligrafía, por las tintas que utilizaban, tienen un valor histórico”.
Mobiliario histórico
Hellmer Villalobos recuerda que la biblioteca ha tenido varias etapas. La primera en 1646, cuando el obispo Juan de Palafox hizo la primera donación de 5 mil libros. La segunda, cuando la colección se traslada a la nave que actualmente ocupa, diseñada ex profeso para albergar la biblioteca, en donde todo tiene un valor histórico, incluido el mobiliario.
“Las mesas, que tienen una plancha de ónix de Tecali y una decoración de marquetería, forman parte de la institución incluso desde antes de que estuviera en este sitio, fueron donadas a la biblioteca antes de que se inaugurara”, precisa el funcionario.
Dice también que ni las mesas ni las sillas pueden cambiar de lugar. “Aquí han estado como testigos del paso del tiempo, de lo cual también hay numerosas señales en estas placas de ónix de Tecali porque hay muchos grafitis históricos, muchas marcas hechas con navajas, los estudiantes de aquellas épocas utilizaban navajas para afilar sus plumas y con estas navajas tallaron muchísimos nombres, de estudiantes o de gente en general que utilizó estas bancas”.
Explica que las marcas más antiguas son de 1780 y las más modernas de inicios del siglo XX, y resalta que entre estos grafitis se encuentra uno con el nombre de Porfirio Díaz, de quien no se puede asegurar ni negar que haya sido el responsable de hacerlo, aunque el ex presidente sí estuvo en Puebla, donde combatió contra los franceses entre 1862 y 1863.
amt