A las 7:19 horas de aquel jueves 19 de septiembre de 1985, la capital del país se sacudió con un sismo de magnitud 8.1, dejando miles de muertos.
El sismo de 1985 ocurrió frente a las costas de Michoacán, en el Océano Pacífico.
Las colonias más afectadas fueron Roma, Juárez, Condesa, Guerrero, Tlaltelolco y Narvarte, de acuerdo con un informe sobre el sismo elaborado por la Unidad de Crónica Presidencial del entonces presidente Miguel de la Madrid, mismo que se conserva en el Archivo General de la Nación.

El 21 de septiembre, el presidente De la Madrid ordenó que se realizaran reuniones con personal del sector salud para supervisar la atención inmediata a los heridos.

El sismo de 1985 dejó 250 edificios colapsados, 50 más en riesgo de derrumbe y hubo alrededor de mil construcciones que no se habían podido diagnosticar.
También causó severos daños a la infraestructura hospitalaria de la Ciudad de México, entre los edificios con mayores afectaciones estuvo el Hospital General de México.
El gobierno reconoció que fallecieron entre 6 y 7 mil personas, aunque cifras de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) registró en más de 26 mil fallecidos.
Se calcula que la gran parte de las víctimas aún dormía al momento de registrase la tragedia.

Las primeras muestras de solidaridad internacional llegaron de los presidentes, Belisario Betancourt, de Colombia; Raúl Ricardo Alfonsín, de Argentina; Alan García, de Perú; y Ronald Reagan, de Estados Unidos, así como del rey de España, Juan Carlos de Borbón, entre otros.
Los gobiernos extranjeros también enviaron toneladas de ayuda en víveres, misma que fue distribuida directamente a instituciones que se encargaron de repartirla.

Los meses siguientes al sismo, se organizaron actividades a favor de los damnificados, mismas que involucraron artistas, escritores, bailarines, teatreros y músicos de todas las estilos.

Semanas después del desastre, los puestos de socorro y los particulares fueron la principal fuente de servicio médico.
De aquel fatídico día, todos aprendimos lo importante de la cultura de la prevención. Los simulacros de terremotos se volvieron más comunes en escuelas, hospitales y centros de trabajo.

Millones de personas se organizaron y respondieron a la emergencia, incluso, antes que las autoridades.
Por días los ciudadanos toman el control de las actividades de rescate.
No se tienen un registro oficial de las personas que fueron afectadas por el sismo, ni tampoco el número real de damnificados, así como de aquellos que sufrieron secuelas psicológicas.

La Cruz Roja instaló puestos de socorro a lo largo de las zonas más afectadas.

Las familias afectadas se organizaron para defender sus viviendas y organizar los víveres mientras seguían las tareas de rescate.

Tras la tragedia se creó el Centro Nacional para la Prevención de Desastres (Cenapred ), así como el Fondo de Desastres Naturales (Fonden), una bolsa reservada para emergencias y catástrofes.
jamj