Las noches en el desierto de Atacama, al norte de Chile, las constelaciones radiantes iluminan los cielos.
La oscuridad, como de tinta negra, era tan perfecta que los indígenas que viven aquí creían distinguir las formas de animales en los espacios oscuros entre las brillantes estrellas.
“La oscuridad es algo extremadamente frágil”, dijo Eduardo Unda-Sanzana, quien practica la astronomía e imparte clases en una universidad local, una cálida tarde desde una lengua de tierra al sur de Antofagasta, ciudad de unos 450 mil habitantes situada en la árida costa del norte de Chile.

El resplandor anaranjado de la ciudad rebotó en un par de pendientes de porcelana que llevaba Unda-Sanzana y tres aros de plata que tintineaban en su muñeca, mientras instalaba una cámara con una lente bulbosa de ojo de pez para captar la luz en el horizonte, con la esperanza de crear un mapa de contaminación lumínica del desierto.
“La luz y la oscuridad han tenido distintos significados en distintos momentos de mi vida. La oscuridad como tal es un medio que me permite ver más claramente aquellos detalles más delicados del universo. Es la misma manera en que tú puedes decir que el silencio es una manera en que escuchas un sonido muy delicado”, compartió.
Las investigaciones han demostrado que la iluminación artificial del entorno afecta al ritmo circadiano humano, a la regeneración de las células, a los patrones de migración de las aves e incluso a los ciclos reproductivos.
Por ello, Eduardo de 51 años, quien dirige el departamento de astronomía de la Universidad de Antofagasta, ha emprendido una misión para defender la oscuridad del desierto de Atacama, para la cual ha puesto en marcha experimentos para demostrar la invasión de la contaminación lumínica, ha hablado con políticos, empresas y público de todo el país.

Sus presentaciones sobre la contaminación lumínica en el Senado de Chile y ante grupos de trabajo de las Naciones Unidas han llevado a Chile a aprobar una legislación que regula los niveles de emisiones de luz artificial y exige un mayor escrutinio gubernamental de los proyectos que podrían estropear los cielos más oscuros del país.
En reconocimiento a su trabajo, un asteroide situado entre Marte y Júpiter a 180 millones de kilómetros de la Tierra recibió el nombre de Unda-Sanzana por parte de la Unión Astronómica Internacional, grupo internacional que promueve el estudio del espacio.
Pero los planes de construir una instalación industrial a gran escala y la luz que esta desprendería en una región llena de observatorios de renombre, han dejado a Unda-Sanzana y a otros científicos profundamente preocupados.

La zona oscura
El pequeño apartamento de Unda-Sanzana en Antofagasta está lleno de baratijas y objetos reunidos a lo largo de toda una vida de intercambios y viajes.
Colecciones de CD, libros y figuritas compiten por el espacio en las estanterías con marcos antiguos y recuerdos victorianos.
El bajo zumbido de varios discos duros llena un despacho en el que también hay varios ejemplares de 'La guía del autoestopista galáctico' y una gorra con la leyenda Make Astronomy Great Again (Hagamos a la astronomía grandiosa de nuevo).

De pie junto a la ventana de la sala, Unda-Sanzana entrecerró los ojos con irritación ante una hilera de focos situados en lo alto del estadio de futbol de la ciudad, que llenaban la habitación de una dura luz blanca.
Las sombras proyectadas por Cometa, su enérgica gatita, centelleaban por las paredes mientras se lanzaba como una bala entre los muebles.
La región de Antofagasta ha atraído a científicos para observar el cielo nocturno desde que se abrió el primer observatorio en la zona hace más de 100 años.
Un estudio realizado en 2023 por el astrónomo italiano, Fabio Falchi, descubrió que los tres mejores lugares de la Tierra para la astronomía terrestre se encuentran a lo largo de un único tramo en el desierto de Atacama, donde los cielos se mantienen secos, claros y oscuros gracias al aislamiento y a una confluencia única de factores geográficos y climáticos.

El Very Large Telescope, a unos 130 kilómetros al sur de Antofagasta, ha realizado lecturas que han ayudado a los científicos a ganar tres Premios Nobel desde que entró en funcionamiento en 1998.
Y no muy lejos, el Extremely Large Telescope, que se espera que entre en funcionamiento en 2029, contará con un inmenso espejo de 39 metros de diámetro y será el telescopio más potente jamás construido.
Los científicos esperan utilizarlo para observar la formación de las primeras galaxias del universo y explorar exoplanetas lejanos similares a la Tierra en busca de signos de vida.
Pero esta franja de tierra, antaño oscura y desolada, está cada vez más poblada.
Las minas de cobre han operado durante mucho tiempo en la zona, pero ahora las instalaciones solares, eólicas y de litio se disputan el espacio, todas ellas perforando el cielo nocturno con luz artificial.
Aun así, la mayor batalla de la carrera de Unda-Sanzana podría estar aún por llegar.

El pasado mes de diciembre, la empresa privada de energía, AES Andes, anunció planes para una amplia instalación de energías renovables destinada a fabricar combustibles a base de hidrógeno en el desierto de Atacama, que quedaría enclavada entre los mejores observatorios del mundo al incluir un parque eólico y solar, una planta desalinizadora y un nuevo puerto.
Para la astronomía, las consecuencias serían desastrosas, según los científicos que trabajan en la zona, el proyecto estaría a sólo cinco kilómetros de otro telescopio de gran potencia en construcción.
“Para la astronomía en la región en verdad el resultado va a ser catastrófico. Instalarse ahí significaría cerrar esa ventana y que todo el esfuerzo que ha puesto la astronomía internacional en el diseño, el desarrollo y la operación de estos telescopios, que son los mejores de toda la Tierra, se echaría básicamente a perder”, dijo Itziar de Gregorio, responsable del Observatorio Europeo Austral en Chile, que opera el Very Large Telescope.

Más de 3 mil científicos de todo el mundo, entre ellos Unda-Sanzana, han firmado una carta instando al gobierno chileno a alejar el proyecto de cualquier observatorio.
“Estas zonas oscuras no generan rentabilidad económica, pero sí conocimientos vitales, y estos no deben oponerse entre sí”, dijo Unda-Sanzana.
“Mediante la aplicación de estrategias de iluminación reflexivas y el compromiso con las partes interesadas pertinentes, la nueva instalación podría servir de modelo de coexistencia en la lucha contra el cambio climático y la preservación del cielo nocturno único de Atacama”, escribió AES Andes en un comunicado.
El Ministerio del Medio Ambiente de Chile dijo que no podía hacer comentarios porque la evaluación del proyecto estaba en curso.

El científico chileno
Unda-Sanzana nació en la ciudad sureña de Concepción, donde creció bajo el cuidado de su madre, cuando el país estaba bajo la brutal dictadura de Augusto Pinochet.
Su padre simpatizaba con un grupo que se levantó en armas contra el régimen militar; huyó al exilio antes de que naciera Eduardo, por lo que nunca lo conoció y más tarde supo que había iniciado una nueva vida en el exilio en Suecia.
El amor por la ciencia se lo inculcó en la escuela un profesor de física alentador, quien permitió a Eduardo llevarse a casa una caja de viejos tubos de rayos catódicos.

Eduardo montó una serie de intrincados experimentos en la casa familiar utilizando las viejas piezas del televisor.
"Aunque el profesor estaba impresionado, cuestionaba si eran bastante peligrosos”, recordó Unda-Sanzana.
En 1992, se matriculó en la Universidad de Concepción para estudiar ingeniería química, pero hizo un giro para cursar estudios de postgrado en astronomía, un campo por el que sentía cada vez más atracción.
Una visita en 1997 para realizar un trabajo de campo en un observatorio, al norte de Santiago de Chile, reafirmó la decisión.
“Era la primera vez que yo estaba viendo la Vía Láctea. Lo sentía como algo sólido que podía bajar un poco y pegarme en la cabeza, que lo podría tocar. Me impresionó mucho”, recordó Unda-Sanzana.
“Empecé a internalizar que estaba pudiendo ver esto porque el lugar estaba muy oscuro. Incluso en la mejor noche despejada de Concepción, yo jamás había tenido la posibilidad de ver eso”, añadió.

Eduardo se mudó a Inglaterra en 1999 para estudiar un doctorado en astronomía en la Universidad de Southampton, antes de regresar a Chile para realizar una investigación postdoctoral en la Universidad de Antofagasta.
“Eduardo llegó con nuevas ideas”, recordó Juan Pablo Colque, un ex colega.
Cuando Unda-Sanzana llegó a la Universidad de Antofagasta, sólo había un astrónomo profesional en la facultad y muy pocas instalaciones.
“Antes de Eduardo, todo era de la vieja escuela. Empezó a postular a fondos y telescopios al tiro”, aseguró Colque.
Unda-Sanzana ayudó a fundar el departamento de astronomía de la universidad en 2012, y lo ha liderado desde entonces.

A día de hoy, supervisa un programa de maestría y doctorado con 16 estudiantes de todo Chile, y de lugares tan lejanos como Alemania e India.
El centro se ha convertido rápidamente en un núcleo para el estudio de la contaminación lumínica y dirige su propio pequeño observatorio en el desierto de Atacama.
Unda-Sanzana es consciente de la fragilidad de los avances logrados en la concienciación sobre los efectos de la contaminación lumínica y le alarma que una gigantesca instalación de energías renovables pueda socavar gran parte de aquello por lo que ha luchado.
“Si perdemos estos cielos, no los perdemos sólo nosotros, los pierde toda la humanidad. No hay un sitio de reemplazo. Por eso debe importarnos tanto, no solo a mí, a Chile o a la comunidad astronómica, sino a todo el mundo”, exclamó preocupado.

AG