El sábado Gerardo Álvarez salió a ver a sus amigos y desde entonces su familia no sabe nada de él, desapareció, “se lo tragó la tierra”. En solo cinco días su hermana logró reconstruir las últimas horas de Gerardo, la ruta que siguió y hasta los vídeos de las cámaras de vigilancia, pero nada que explique dónde está o qué le pasó.
La última comunicación que tuvo fue con Pamela, su esposa, para decirle que ya iba camino a su casa después que su moto se había descompuesto y se quedara en casa de un amigo donde estuvo unas horas y después se salió, ahí se pierde el rastro.
Paulina Álvarez cuenta que ha recibido llamadas extorsión: “Necesito que me borres toda publicación y mandes captura, él está vivo (..) nos vemos un lugar público, ahí nos vemos”, dijo la voz al otro lado de la línea, quien pidió 4 mil 500 pesos como rescate.
La historia de las últimas horas de Gerardo es insuficiente para su familia, pues está incompleta pese a que fue reconstruida con la ayuda de terceros. Aún “oculta cosas”.
Eran las 22:02 horas del 1 de octubre cuando Gerardo habló por última vez con su esposa: “Ya voy para la casa”, fue lo último que escucharon de él tras salir después de comer con ella y sus dos hijos de cinco años y 11 meses, respectivamente.+
“Son tres lugares en los que estuvo”, afirma su hermana, quien ha reconstruido la historia de ese día. El primer lugar transcurre la tarde de sábado después de comer con su familia en su casa ubicada en Tlalpan, en Ciudad de México.
Cerca de la 1 de la tarde salió para ir con sus amigos, con quienes se reuniría para ver un partido de futbol en el “Foro Cultural Contreras”, donde tuvo un “percance con un joven en el partido, pero después se fue, nada grave”.
Gerardo tiene 31 años, “complexión delgada, tez morena clara y cabello castaño oscuro”, así lo describen en su ficha de desaparición. Es un hombre con trabajo y vida común a quien lo consideran como un “hombre de familia que no se metía con nadie”. La relación que tiene con sus hermanos después de la muerte de su papá hace dos años es de unión, con ellos comparte el gusto por las motos.
Al rededor de las 5 de la tarde, Diego, amigo suyo, recibió una llamada en la que notó algo raro, “escuchó tomado a mi hermano, quien lo invito para ir con él, pero eligió ir a verlo, porque traía su motocicleta. Él y otro amigo fueron en una camioneta para que se quedara con ellos y no hubiera algún problema”, comenta su hermana Paulina.
Paulina, junto a su otro hermano, relata lo que el policía de seguridad del campo les dijo, que, con premura, alocado y acelerando en su motocicleta salió de ahí con sus amigos para dirigirse al último de los tres lugares en que presuntamente estuvo.
Antes de llegar a un cruce que colinda con las alcaldías Tlalpan y Magdalena Contreras, la motocicleta se calentó y tronó —pienso que se desvíelo—, a lo que uno de sus amigos se ofreció a dejar la moto con un familiar cerca de esa zona para ir a la casa de uno de ellos alrededor de las 8 de la noche.
En casa de su amigo, bebieron y al parecer alguien le robó dinero y Gerardo, enojado, se va de ese lugar, a pesar de intentar retenerlo. Camino a casa realiza una última llamada con su esposa.
—Ya voy para la casa
—Si quieres voy por ti, dime dónde estás.
—No, no te arriesgues. No vengas, yo ahorita llego.
“No ha de tardar, él no se va más de un día”, pensó Paulina a la mañana siguiente, quien en esa misma tarde emprendió la búsqueda junto a su otro hermano. Visitaron a sus amigos, recorrieron zonas en las que él podría encontrarse; lo siguiente fue ir al MP Tlalpan “I Y II” en el centro de la alcaldía para saber si había sido detenido, pero nada; lo último los llevo a la Fiscalía Especializada para la Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas para levantar un acta y una declaración, al igual que sus amigos.
Al transcurso de dos días, Paulina, junto a uno de los amigos de su hermano, comenzó el recorrido que realizaron desde el campo de futbol hasta donde dejaron la moto. Trayecto que sirvió para anotar el ID de las cámaras del C5 de la ciudad, “13370”, es el número de una de las cinco cámaras que pidió ver. La única en la que se le vio entrar al campo, pues “una de ellas no prendía y las demás enfocaban a otro lugar”.
—¿Y la Fiscalía?, ¿qué han dicho?
—Nada, no hacen nada. Lo último que preguntaron era para saber si ya había obtenido vídeo de las cámaras particulares. Yo construí los hechos conforme fui investigando.
No fue hasta pasar seis días en el que una voz desconocida al otro lado de línea prometió dar indicios de Gerardo, una prueba era todo lo que necesitaba; sin embargo, ya no volvió a sonar ese teléfono, ninguna llamada. Y concluye para regresar al principio: saber qué pasó.
HCM