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Le pregunto a Vicente Fox por qué insiste en impulsar la legalización de la mariguana desde las redes si cada vez que recurre al Twitter para promoverla no sólo nadie lo secunda, sino además no lo bajan de viejo mariguano. Fox me mira como si le hubiera escupido en las botas y luego detiene el paso frente a las enormes letras blancas, empotradas en el césped, donde se lee, en mayúsculas, CANNA MEXICO 2019, que no es otra cosa que la segunda edición de una feria cannábica que se realiza en el centro de eventos que construyó Fox, quizá para no olvidarse que un día fue poderoso, una feria, decía, para hacer negocios al más estilo neoliberal, aunque López Obrador haya decretado el fin del neoliberalismo con un chasquido de dedos. “Estos chairos atacan todo el santo día a cualquiera”, se queja Fox pero tampoco sin alterarse. “Son bots del gobierno actual que hacen mal uso de las redes, que desacreditan; al medio para el que trabajas también lo insultan a cada rato”.
Devuelta la pedrada, Fox me dice con esa misma convicción de quienes creen que la mota y el mezcal son la cura para todo mal que a él no le preocupan las respuestas de “una minoría” en Twitter porque cada comentario suyo alcanza a 500 mil usuarios y “a esa mayoría le llega el mensaje de manera positiva, no se va con la finta”. Entonces pienso que en un negocio donde se estiman ganancias en México de 6 mil millones de dólares para el 2021, hacerla de cabildero bien vale aguantar los insultos en Twitter. Pero quizá estoy siendo un mal pensado.
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El uruguayo Gastón Durán es un catador de mariguana. Por su garganta han pasado cientos de flores cultivadas en Oakland, donde trabajaba en dispensarios como una especie de jefe de control de calidad. Ha ido a decenas de ferias mariguaneras, en esas donde los patrocinadores y los expositores, mexicanos casi todos, son los típicos grifos románticos que promueven el autocultivo, o que asesoran al pacheco sobre cómo ampararse, o que producen extractos medicinales para niños y adultos mayores, o que fabrican dulces y alimentos, o que venden las canalas y demás parafernalia, o que sueñan con abrir un dispensario.
Por eso, cuando pisó el Centro Fox, Gastón supo de inmediato que asistía a su primera feria real de negocios y que los reyes del mercado internacional eran los protagonistas. De entrada escuchó la ponencia de James Zaza, un tipo que tiene más finta de maestro universitario que del CEO de un consorcio que lleva su apellido y que acapara la industria de la mariguana recreativa en Canadá, a través de las empresas Canopy, Aurora y Aphría. Durante la ponencia de Zaza, Gastón recordó que fue una compañía canadiense la que compró la empresa en Oregon donde él se encargaba de la genética de la flor, y la compró con el único fin de eliminar a la competencia. “Mi temor es que los tiburones se traguen a los cultivadores mexicanos”, me dice Gastón con la flor que ganó la última competencia donde fue jurado, de nombre California Cookie.
—¿Y qué le conviene al gobierno mexicano?, le pregunto y le planteo dos escenarios: el de Uruguay, donde el Estado tiene todo el control, pero la mitad de los consumidores compra en el mercado ilegal, o el modelo californiano, donde 70 por ciento de los dispensarios carecen de permisos.
—Si López Obrador no quiere mercado negro, no sólo tendrá que reducir los impuestos, tendrá que abrir el mercado y abrirlo significa blanquear al narco y hacer negocios con gente como Zaza.
Con el hornazo de la California Cookie construyo un futuro apocalíptico. Imagino, por ejemplo, que los especuladores ganarán millones de dólares sin haber sembrado ninguna planta. Se me ocurre que las empresas extranjeras tendrán que recargarse en los cultivadores mexicanos pero luego, favorecidos por la corrupción que no se acabará ni por decreto ni por memorandum, las compañías les irán quitando el negocio, las ideas y la tecnología a base de patentes, madrazos o billetazos. Pienso que a los campesinos los explotarán y que en el reglamento que debe hacer la Cofepris no incluirá ninguna cláusula donde sea fundamental que los campesinos y los cultivadores fijen los precios y hasta conspiro en que la revocación de permisos por parte de la Cofepris pudiera estar relacionada al hecho de que Morena también quiere su tajada.
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El Cannabidiol, mejor conocido como CBD, es el compuesto de la mota que no tiene los efectos psicoactivos del THC y también es el compuesto con el que la industria cosmética y medicinal se está hinchando de dólares. Caminando por la veintena de stands del CannaMex uno entiende, además, que el CBD será inalcanzable para el pobre:
En el stand de la empresa jamaiquina Zimmer Global, por ejemplo, se exhibe una pequeña crema corporal de almendras y CBD que promete rejuvenecer más que Dorian Grey y cuyo precio en el mercado es de 45 dólares; Zimmer también produce supositorios rectales y vaginales para todo tipo de mal y se venden entre 70 y 80 dólares. En otro de los stands, unos gringos ofrecen bolsas de café con CBD, que van desde los 20 hasta los 40 dólares y comercializan un rímel que vale 25 dólares. Unos regiomontanos que hacen los saborizantes para la Fanta y el Chocolate Abuelita ahora pretenden comercializar el CBD en aguas de pepino, fresa o mandarina y venderlas a 45 pesos cada una. El dueño de Five Star, un empresario de San Diego, tienen chocolates de a 8 dólares, gomitas por cinco, desodorantes por treinta y pastillas masticables de CBD que oscilan entre los 40 y los 80 dólares. No recuerdo su nombre, pero sé que me dijo que no hay producto en la industria del CBD que no se le gane cuatro veces más de la inversión.
La doctora belga Veronica Stahl y su empresa Cannabite ofrecen pasta de dientes por 35 dólares. Los californianos de Allo tienen jabones de baño por 20 dólares. Otros regios distribuyen máquinas de extracción de CBD que cuestan 115 mil dólares y venden cartuchos para vaporizadores a 800 pesos. Los millennials que son dueños de Khiron Life Siences Corp, la empresa donde Fox es miembro de la junta directiva, ofrecen cremas y exfoliantes entre 25 y 50 dólares, sólo que ahorita su filial mexicana, Kuida Life, está siendo investigada por la Cofepris por supuestas irregularidades en la obtención del permiso para comercializar productos con CBD.
Hasta el texano Will Menzies, el inventor de las famosas pipas Helix (mezclan el humo caliente con el aire frío antes de inhalar) anda haciendo su agosto en el CannaMex con diseños que cuestan desde los 10 hasta los 4 mil dólares. Dice Will que inventó la pipa un día que fumó en una bonga en forma de dragón. Pero esa es otra historia.
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El CBD se parece mucho al político corrupto: cada día se le descubre una nueva propiedad. No recuerdo si esto me lo contó Alonso Fumanchú, el fundador del Blog Cannábico o si fue Jaciel, un abogado bien grifo que abrió un club cannábico en la Condesa. Quien haya sido tiene razón:
Ora alivia los dolores que produce el cáncer, ora reduce la artritis y ayuda a la esclerosis múltiple, ora baja la ansiedad y protege la piel, ora cura la fibromialgia y aminora el riesgo de la diabetes, ora ayuda a contrarrestar la anorexia y mejora el sueño, ora disminuye el acné y los males del Parkinson, ora quita la adicción al alcohol y la depresión, ora ampara a los enfermos de Alzhaimer y a los de ostoporosis, ora controla la hipertensión y la dermatitis, ora merma el asma, ora les da esperanza a los pacientes con el Síndrome de Tourette y ora disminuye los ataques epilépticos, así como le ocurrió a Emili, una niña de 5 años que tenía 35 convulsiones al día. Miguel y Araceli, sus abuelos, probaron todos los tratamientos hasta que descubrieron el CBD. Desde hace tres años, Emili no ha vuelto a sufrir una sola convulsión.
“Yo también lo tomo por la diabetes y por mi columna, que está chueca”, me dice Araceli que es muy flaca, pero no se mira enferma. “El CBD no me cura del azúcar ni me endereza la espalda, pero mi calidad de vida es mejor: antes no veía y ahora ya distingo las caras, antes no caminaba y ahora hasta bailo”.
Rubén Pagaza, un médico que trabaja para la Fundación Ananda, una asociación civil de investigación y vinculación entre pacientes, investigadores y doctores, conoce el caso de Emili y me dice que posponer la legalización sólo está perjudicando a los pacientes.
—¿Qué es lo que ha fallado?
—Que todos andan impulsando el uso lúdico en vez del medicinal. Hasta parece que ya tienen las hectáreas sembradas, listas para ser fumadas.
Mauricio Villanueva, un mediano farmacéutico de Jalisco, opina que gente como Pagaza o como los dueños de empresas que venden CBD en pastillas o en gotas o en extracto están creando un mercado que carece de algún estudio científico. “¿Qué cantidad de CBD se requiere para equis o ye enfermedad? Nadie de los que aquí venden CBD lo sabe. Y a eso van a venir las grandes farmacéuticas, a controlar el mercado”, me confiesa Mauricio mientras le jala a su pequeño vaporizador. Las farmacéuticas “han patentado hasta lo que no se ha inventado, así que cuando se legalice el CBD en México estoy seguro de que todas esas empresas se quedarán con el negocio”.
Jaciel, sin embargo, dice que hay más de 5 mil variedades de flores y eso hará que a todos les vaya bien. “Va a pasar como con la cerveza de marca y la artesanal: la mariguana de más alta calidad la vamos a vender en el underground”.
5
La tarde cae en Foxiguana y la mayoría de los asistentes y expositores fuman extractos para ser discretos, aunque no faltan los que forjan gallos como para los pulmones de Bob Marley.
Acá adentro, un gringo regala gorras y playeras de su dispensario o sabe dios de qué, mientras se escucha una canción de un tal Vance Joy y hay tequila hasta para llevarse al hotel. Allá afuera, en León, en Celaya, en Salamanca y en Apaseo caminan la mayoría de las siete personas que matan al día en Guanajuato y que le cuelga el sambenito del estado más violento de México. Acá adentro, hay un meeting de negocios entre los monstruos de la industria. Allá afuera, el Cártel Jalisco Nueva Generación y el cártel de Santa Rosa de Lima, ayudados cada uno por alguna autoridad, se están peleando lo que queda del mercado del huachicol, pero sobre todo el narcomenudeo. Acá adentro, una chica me dice que es maestra de yoga cannábica y me explica que no es otra cosa que mariguanearse antes de meditar. Allá afuera, los robos a mano armada no se detienen. Acá adentro, Miguel, locutor de Radio Pacheco, me dice bien pacheco que, aunque Fox no lo representa como mariguano, está agradecido con él porque hoy pudo entrevistar a Dina Browner, la mujer en cuya vida se inspiró la serie Weed. Allá afuera, el fiscal entrenado en el FBI no se explica (o sí, pero se hace) por qué no puede parar tanta matanza. Acá adentro escucho que por cada stand cobraron mil 500 dólares. Allá afuera la policía federal cuida a los grifos de acá adentro. Y acá adentro, mientras lo entrevisto, Fox insiste en que la legalización de la mariguana traerá la paz y yo lo contradigo.
Le aclaro que el crimen, o sea malandros y políticos, no dejarán de pelear por las plazas mientras haya un delito que se le pueda sacar provecho, como el huachicol, la metanfetamina, la heroína, la coca, la trata, la prostitución infantil, la piratería, el secuestro, la extorsión. Pero Fox, montado en su macho, me dice que la legalización hará que los más de 100 mil jóvenes que trabajan para el narco se pasen al lado legal de la noche a la mañana. “Le vamos a arrancar el negocio a los malos”, y yo ya no sé en esta trama quiénes son los malos.
Tampoco nos ponemos de acuerdo en por qué hasta impulsa la legalización y por qué no lo propuso durante su sexenio. Yo digo que hoy ha visto que es un gran negocio. Él se excusa diciendo que en su sexenio no existía el problema. Yo le respondo que en los dos últimos años de su administración la violencia se desató, que nadie me lo contó, que yo lo cubrí. “El 2006, el último año de mi sexenio, fue el año con menos homicidios”, me contesta pero no es cierto: 2007 tuvo una tasa de 8.04 por cada cien mil habitantes, mientras que en 2006 fue de 9.89. En algo sí coincidimos: urge mariguana narco free.
Fox, que anda dando entrevistas como en sus mejores tiempos, tiene que irse. Quisiera preguntarle lo que todo mundo quisiera preguntarle: si fuma o no. Pero opto por seguir la lección de Juan Gabriel: lo que se ve no se pregunta.