Policía

Marino de EU coordinó envío de fentanilo e intentó tener su propio narcocorrido en prisión

Roberto Salazar II, adscrito a una base naval en California, ideó junto a su padre un esquema para esconder diversas drogas en piezas de motores de autos deportivos; tras ser detenido llegó a un acuerdo de colaboración.

Marinos, autos deportivos, narcocorridos y drogas: Roberto Salazar, un agente naval estadunidense, logró juntar todos esos elementos para montar un esquema de tráfico de drogas por el cual ahora cumple una condena de 12 años de prisión.

Salazar II estaba adscrito a la Estación Aérea del Cuerpo de Marinos en Miramar, California. Su padre, también llamado Roberto Salazar, es un migrante mexicano que fue deportado en 2005. Se llevó a toda su familia a Tijuana, Baja California, donde eventualmente se involucró en el negocio del narco junto a su hijo con el mismo nombre.

No se sabe cómo se hizo colega de narcotraficantes, pero lo que sí se sabe es que logró engañar a los controles de confianza de la Marina, corporación a la que se unió en 2017 tras la muerte de su hermana, quien también era marino.

La madre de Roberto, Carmen Salazar, estaba orgullosa de que su hijo decidiera servir a su país natal. “Mi hijo me hizo sentir orgullosa y se unió al Cuerpo de Marina en memoria de su difunta hermana, quien tenía el sueño de ver a su hermano en un mejor camino y lejos de las malas influencias”, escribió la señora Carmen en una carta al juez que llevó el caso por narcotráfico de su hijo.

Pero Roberto ya había elegido otro camino. Junto a su padre se organizó con otros narcotraficantes mexicanos y comenzó un lucrativo negocio para enviar en docenas de ocasiones, metanfetamina, cocaína, heroína y fentanilo hacia Estados Unidos.

Los dos Roberto, padre e hijo, tuvieron una gran idea. Esconder las drogas en un compartimento del motor que solamente tienen vehículos deportivos o todoterrenos: el colector de admisión. Por ejemplo, en dos BMW tipo sedán, un 545i y un 745li, con los que lograron enviar cargamentos desde Tijuana hacia California y Nevada.

Junto a otros colaboradores, entre ellos dos ex marinos a los que Salazar reclutó, consolidaron una red de tráfico de drogas en la que se comunicaban con medios encriptados, como Whatsapp o Signal y realizaban pagos a través de aplicaciones como CashApp. Cada colaborador recibía 2 mil dólares si se hacía un envío de forma exitosa.

Sin embargo, el negocio de Salazar cerró el 8 de febrero de 2022. Ese día, fue arrestado y acusado de tráfico y distribución de cuatro drogas: metanfetamina, cocaína, heroína y fentanilo.

“Este caso involucra a un marino que se suponía que protegería y defendería a nuestro país, pero en lugar de eso trajo un gran daño a los estadunidenses al traficar fentanilo y otras peligrosas drogas”, dijo en un comunicado el fiscal Randy Grossman.

Sin embargo, Roberto Salazar II no parecía arrepentido. Quería que su historia se hiciera leyenda. En prisión, los fiscales aseguraron un celular desde el cual se puso en contacto con un cantante mexicano, a quien le pidió un narcocorrido. Una de las líneas que quería añadir a su canción decía: “quería estudiar y convertirme en soldado… pero preferí la vida rápida.”

Hoy, tras llegar a un acuerdo de colaboración, enfrenta una condena de 12 años de prisión y 5 años más de libertad supervisada. Podrá dejar la prisión a los 40 años, cuando su hija, a quien no ve desde hace 12 meses, esté a punto de cumplir 18 años. Le esperará con los brazos abiertos, según cuenta la madre de Roberto.

Pero en la Marina en le abrirán los brazos y su uniforme será el recuerdo de lo que fue. Aunque al menos en el mundo del narco, ya hizo historia.


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Ángel Hernández
  • Ángel Hernández
  • Reportero en Milenio desde hace seis años. Cuento historias sobre crimen organizado, narcotráfico, lavado de dinero, trata de personas y lo que quepa entremedio. Cubrí el juicio a Genaro García Luna y el Menchito; los casos contra El Mayo Zambada, Los Zetas, Rafael Caro Quintero, Naasón Joaquín García, y lo que falta. Estudié periodismo en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
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