Sociedad

Días de pandemia: el virus del clóset

La conferencia vespertina del 20 de abril del año de la pandemia del coronavirus fue histórica. Los datos de contagios, hospitalizaciones, fallecimientos y recuperados de covid-19 en México fueron atravesados por el mensaje del subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud, Hugo López-Gatell, a nivel nacional, invitando a la población azteca a realizarse la prueba de VIH. La detección y adhesión temprana a un esquema antirretroviral ARV permite un mejor funcionamiento del organismo, lo que impacta en la calidad de vida de las personas que viven con VIH, aumentando la expectativa de vida conforme se recuperan los linfocitos CD4 que fortalecen el sistema inmunológico a niveles similares a las personas no portadoras, homologando de algún modo los riesgos de covid-19 entre ambos. También propicia que la carga viral disminuya a niveles indetectables. La ciencia ha demostrado que una carga de VIH indetectable reduce la transmisión aún en prácticas de riesgo (sin condón, por ejemplo). Además de un control más cabal en la cadena de contagio.

Y es histórico por la esgrima que supone un asunto tan propenso a la estigmatización. La invitación de Gatell estuvo dirigido a la población más expuesta al VIH. Como los homosexuales y esa actividad esencial nuestra llamada calentura. Sin distinciones moralinas ni moralejas beatas. No falta el padrino cachetón de primera comunión que siga creyendo que el VIH es un castigo celestial. Tanto que nos joden con que los putos no llegaremos al cielo por nuestras sodomías, pero por lo visto, muchos bugas se han de sentir igual de pecadores. Eso podría explicar las fracciones tan religiosamente cobardes frente a lo desconocido, que agreden con cloro a enfermeras y enfermeros, camilleros, doctores o cualquier persona con bata blanca por miedo a contraer el nuevo coronavirus.

Las cinco personas con VIH que murieron por complicaciones a causa del covid-19 no estaban en tratamiento. Probablemente ni siquiera se sabían portadoras del virus. Actitud común: si lo desconozco, no lo tengo. Hasta que los pulmones responden por su cuenta. Ya lo decía el escritor J.G. Ballard: al humano le aterra pensar que nuestro organismo reaccione por voluntad propia, independiente a nuestra razón o cualquier chaqueta de optimismo mental. Un pulmón orgánicamente dañado enviará signos de alerta por muchas buenas vibras que pasen por nuestra imaginación. Es común que a estas alturas del siglo XXI, una parte considerable de las personas que requiere hospitalización por infecciones oportunistas a causa del sida ni siquiera conocían su estado serológico. A pesar de lo farmacológicamente avanzado y controlado que se encuentra el VIH. Prueba de ello son los primeros lugares que ocupan la diabetes y la hipertensión en la comorbilidad frente al covid-19. Desde luego hay personas con VIH y diabetes e hipertensión. Pero el VIH por sí solo y en esquema ARV parece ser un riesgo más bien bajo.

Fue hasta cierto punto tragicómico ver que mientras el subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud invitaba a las pruebas de VIH en redes sociales, vengaban el arrebato del presentador que instó a su audiencia a no hacer caso a las cifras citadas por López-Gatell, con una fotografía que sugiere una supuesta homosexualidad del famoso titular. Dejando el morboso distractor sobre el manejo de la pandemia en México, la polémica estaba servida: ¿es ético ventilar la intimidad de alguien que ha decidido permanecer en el clóset? Debate tan oxidado como los viejos cine porno hoy convertidos en tristes mercados de fundas para smartphones. Desde luego que utilizar la intimidad como un punto débil para el escarnio, la venganza o la extorsión es condenable. Como condenable es arrastrar a terceras personas al tormentoso pantano que implica la estructura del armario. Encularse con un closetero es una pinche pesadilla para los calamitosos que coleccionan discos de los Drive-by-Truckers como yo. Pero también pienso en todas las mujeres que son contagiadas de VIH u otras ITS porque sus esposos no son capaces de vivir su mentado clóset en castidad. O las figuras públicas que capitalizan los prejuicios más opresivos del clóset para manipular a la audiencia al servicio de los poderosos. No olvidemos que el clóset es un invento de la heterosexualidad para mantener su hegemonía represora. Cierto que dejar la comodidad del clóset implica riesgos, terminar expulsado de ese minirregimiento llamado familia con todo y sus roles de poder; perder el trabajo y dinero, partirte la madre con fanáticos como los que avientan cloro al personal de salud. Perder rating. Pero nadie dijo que ser puto sería fácil. Mucho menos cómodo, aunque los videos de Troye Sivian o Sam Smith pretendan lo contrario, reduciendo la disidencia sexual a meros traumas de ropa unisex. Esconder la homosexualidad implica un riesgo. Los closeteros deberían asumirlo, mínimo, sin pretender que los jotos exhibicionistas seamos cómplices de su doble vida en aras de la privacidad.

Cómo es que personas más expuestas al VIH nunca hayan acudido a hacerse la prueba del VIH, que en México es gratuita, casi al alcance de cualquier vecindario y que siguen trabajando en medio de la actual crisis sanitaria. Algo tendrá que ver la intimidación del clóset con un virus tan invisible como el covid-19. 


Twitter: @distorsiongay

stereowences@hotmail.com

Google news logo
Síguenos en
Wenceslao Bruciaga
  • Wenceslao Bruciaga
  • Periodista. Autor de los libros 'Funerales de hombres raros', 'Un amigo para la orgía del fin del mundo' y recientemente 'Pornografía para piromaníacos'. Desde 2006 publica la columna 'El Nuevo Orden' en Milenio.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.